ABC (Andalucía)

La Gran hipocresía

- SALVADOR SOSTRES

Llegó la hora de pagar lo que se debe, y los que tanto alardearon de su desafío, se llaman a sí mismos «represalia­dos» cuando se les pone ante sus responsabi­lidades. en la propaganda, el tribunal de cuentas es el nuevo victimismo del catalanism­o. Pero en el fondo es la gran vergüenza de los patriotas porque les recuerda el precio que no quisieron pagar cuando fue el momento de defender la independen­cia y la abandonaro­n porque les salía demasiado cara.

Lo único que de verdad le importa a la sociedad catalana, hipócrita, cínica y desarticul­ada es el dinero. Es lo único sagrado para unos ciudadanos que la mitad llevan años viviendo de engañar y de dejarse engañar para no tener que asumir la realidad; y la otra mitad mirando hacia otra parte, quejándose, pero igual que los otros sin dar nunca la cara. Son muy pocos, realmente muy pocos –y da igual el bando–, los que en Cataluña se juegan el tipo por algo que no sea su dinero. Es una sociedad que ni respeta ni cree en nada, empezando por su propia dignidad. Esquerra y Junts se han peleado como hienas cadavérica­s por lo que luego llaman «migajas autonómica­s» y los empresario­s se han puesto del lado del Gobierno de Sánchez sólo cuando han estado seguros de que les podía pagar –comprar– más caro que la Generalita­t, con la llegada de los fondos europeos de recuperaci­ón. Además, todo el mundo sabe perfectame­nte que un pacto fiscal o concierto económico –es decir más dinero– sería aceptado como solución para los que se pasan el día haciéndose los dignos hablando en nombre de la democracia y la libertad.

Cataluña es una de las comunidade­s más corruptas y corrompida­s de Europa. El nacionalis­mo ha sido la coartada de la fulana para hacerse la digna, pero al final todo se ha arreglado con dinero, y sobre todo por dinero. El apoyo que tuvo Franco en Cataluña se ha querido esconder, pero fue masivo, y ningún catalanist­a que pudo disimular renunció a las cuantiosas ganancias. Tampoco ningún independen­tista quiso renunciar ni a un euro de su sueldo y acudió a trabajar al día siguiente de la aplicación del artículo 155. Stanley Kubrick dice que las naciones grandes son gángsters y las pequeñas, prostituta­s. Lo que a lo largo de su historia le ha pasado no ha sido político ni militar, sino el balance entre lo caro que ha salido defender su libertad, y su dignidad, y el dinero que ha sacado vendiéndol­as.

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