La Guardia Civil apostó por el buque de pecios
Los agentes solicitaron a la juez el Ángeles Alvariño para el caso de Olivia y Anna porque ya habían trabajado con este barco meses antes en un antiguo naufragio
Soluciones imaginativas. Es un clásico en la investigación de homicidios y desaparecidos al que están abonados los especialistas de la Guardia Civil. Y de una de esas soluciones tiraron cuando el ingente cruce de datos les llevó a una zona del Atlántico, frente a las costas de Tenerife, como único lugar posible donde Tomás Gimeno habría acabado con sus hijas, Olivia y Anna, y se habría suicidado.
«Todo, absolutamente todo lo que deja trazas, se investigó. Se cruzaron datos del SIVE (Sistema Integrado de Vigilancia Exterior), utilizado para detectar a larga distancia las embarcaciones que se aproximan al litoral; de Salvamento Marítimo, de radares de otros barcos, GPS y, por supuesto, el rastro telefónico del móvil de Gimeno», explican a ABC fuentes de la investigación. Muy pocas veces en España se ha llevado a cabo un cruce de datos combinado de tantos tipos para llegar a esa cuadrícula de varios kilómetros.
La solución, más imaginativa que nunca, por la que apostó la Guardia Civil se llama Ángeles Alvariño, uno de los cinco buques oceanográficos del Instituto Oceanográfico Español, dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, y que ya conocían. Y por esa razón, solicitaron a la juez instructora su autorización para que navegara de Vigo a Canarias y buscara a las niñas. Antes le presentaron un informe con el coste del operativo y las posibilidades de éxito. No había muchas más opciones y la magistrada lo autorizó, después de tener la convicción de que los restos de las pequeñas podían estar a unos mil metros de profundidad.
Ningún buzo podía descender hasta ahí. Los del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) llegan a realizar inmersiones hasta los 50 metros y existe además un grupo técnico de personal, con miembros autorizados para descender hasta los 100 metros.
La esperanza nació en una de esas sesiones de ‘tormenta de ideas’. Alguno de los agentes que participaba en ella había trabajado con este buque meses atrás en busca de un antiguo pecio histórico. Sabía que no solo contaba con un potentísimo sonar, sino también con el Rov Liropus 2000, un robot capaz de mover sus brazos articulados bajo el agua a gran profundidad (hasta 2.000 metros) y recoger el objeto marcado. Diseñado como un sistema integral y autónomo para observación y muestreo de los ecosistemas profundos, dispone de cámaras y sistemas de muestreo. Se había hecho y ya lo habían comprobado con sus propios ojos cómo había rescatado elementos que parecían imposibles de encontrar. Nunca se había utilizado para buscar personas.
La primera vez en el mundo
Quienes están al tanto de la investigación del caso de Tenerife insisten en que si el rescate del cuerpo de Olivia (a unos mil metros de profundidad) es un hito –es la primera vez en el mundo que se logra– también lo es haber logrado localizar el punto exacto sin contar con ‘cajas negras’ de un avión o helicóptero precipitado u otros elementos de navegación, caso de un submarino o un barco hundido.
El Ángeles Alvariño y su gemelo el Ramón Margalef son las estrellas. Como los otros tres, están dotados de los más modernos sistemas electrónicos de navegación y situación, así como de medios para recoger muestras «tanto de agua como de sedimentos, de determinación de variables físicas y químicas del agua de mar, y para los estudios de flora y fauna marina». Pero estos dos son los más modernos (nueve y diez años, respectivamente), los de mayor eslora (46,7 metros ) y manga (10,5). El Alvariño, con 14 tripulantes puede albergar hasta 27 personas frente al otro, con capacidad para 23.
El buque y el Liropus rescataron el cuerpo de Olivia, pero además han hallado otros elementos fundamentales para la resolución del caso: primero la botella de oxígeno de Gimeno; después el cadáver y el ancla, y hace una semana dos pequeñas botellas auxiliares para apneas con una mínima autonomía (unos tres minutos), que confirman la teoría del suicidio y alientan la esperanza de encontrar los restos del asesino de sus hijas. En esa zona el barco sigue insistiendo una y otra vez. El coste es elevado (casi 30.000 euros diarios) pero hay órdenes de que las razones económicas sean secundarias ante el drama ocurrido.
El Ángeles Alvariño ha trabajado en colaboración con el Centro Nacional de Arqueología Subacuática para la búsqueda y protección de pecios históricos. Ahora está ante el mayor reto desde su construcción.