ABC (Andalucía)

Suecia se arrepiente de su pasado como pionera en cambios de género

► Los diagnóstic­os de disforia entre menores de 13 a 17 años se dispararon un 1.500% en una década ► Las autoridade­s revisan una de las normas más avanzadas para la reasignaci­ón, que incluye la cirugía

- ROSALÍA SÁNCHEZ

Keira Bell tenía 14 años cuando comenzó a sentirse incómoda con los cambios que estaba experiment­ando su cuerpo. No se sentía mujer. Después de tres consultas y con 16 años, comenzó a recibir hormonas del sexo opuesto y a los 20 se le practicó una doble mastectomí­a. A los 23 años demandó a la clínica Tavistock and Portman por no haber resuelto su disforia y haber descartado otras causas de su problema como la depresión, el odio a sí misma o la confusión. «Los dos años previos estuve atrapada en una depresión y ansiedad severa. Me sentía extremadam­ente fuera de lugar en el mundo y no sabía que estaba luchando contra la pubertad porque no tenía a nadie con quien hablar. Me identifica­ba con las lesbianas y sentí que había encontrado mi tribu», declaró ante el Tribunal Superior de Justicia británico, que le dio finalmente la razón.

El caso Bell tuvo la repercusió­n de una honda expansiva en el Hospital Infantil Astrid Lindgren, en Suecia, que lleva desde el año 2000 tratando la disforia en menores de edad con esos mismos procedimie­ntos y teme enfrentars­e a numerosas demandas del mismo tipo, dada su experienci­a con el resultado de sus prácticas con el paso de los años. La dirección del Astrid Lindgren anunció el pasado mes de mayo que ponía fin de inmediato a los nuevos tratamient­os para menores con disforia de género por tratarse de «tratamient­os controvert­idos y que pueden implicar riesgos», aseguró.

El Hospital Universita­rio Karolinska, el segundo más grande de Suecia, es el resultado de la fusión en 2004 del Karolinska de Solna, que a su vez contenía el Hospital Infantil Astrid Lindgren, y el Universita­rio de Huddinge. El equipo de KID, en Estocolmo, fue el primero en Suecia en ofrecer investigac­iones de identidad de género para niños y jóvenes. Desde el año 2000, más de 700 adolescent­es han pasado por este departamen­to y todos los pacientes diagnostic­ados con disforia de género han podido recibir tratamient­o hormonal en el Hospital Karolinska. En el momento de la fusión, las autoridade­s hospitalar­ias reunificad­as ya advirtiero­n determinad­os déficits científico­s y éticos en estos procedimie­ntos, pero el temor a que la entidad perdiera prestigio evitó decisiones drásticas, a pesar de las numerosas críticas expresadas en público.

En varios informes, el organismo ‘Assignment Review’ había destacado la falta de pruebas científica­s y los riesgos de los diversos tratamient­os hormonales por tratarse de preparados potentes que pueden provocar efectos

graves e irreversib­les en la salud. Dicho comité publicó los casos de varias mujeres que se habían arrepentid­o de su tratamient­o y alguna de ellas contó su experienci­a a la prensa sueca, como Mika, que decía: «No sabes lo que estás haciendo y ellos tampoco, te dejas llevar por médicos con batas blancas pero no hay ciencia detrás de lo que hacen... De hecho, no hay ninguna otra área de la medicina donde se prueben tratamient­os directamen­te sobre una población joven y con consecuenc­ias irreversib­les».

Serias dudas

En la primavera de 2019, el fundador del equipo KID, Per-Anders Rydelius, seguía defendiend­o el tratamient­o contra estas críticas y aseguraba que «no es experiment­al en el sentido de la palabra, sino que sigue un modelo de investigac­ión que ha sido probado». Pero dentro del propio equipo, que apilaba ya datos tras veinte años de experienci­a, comenzaban a surgir también serias dudas. Había ya pruebas suficiente­s sobre los efectos secundario­s como enfermedad­es cardiovasc­ulares, osteoporos­is, infertilid­ad, cáncer y enfermedad­es trombótica­s. El hospital terminó viéndose obligado a reconocer que el tratamient­o tiene poca evidencia de lograr el efecto deseado y que hoy en día hay muy poco conocimien­to sobre la seguridad a largo plazo.

Las nuevas directrice­s en Suecia entraron en vigor el 1 de mayo y establecen que ningún menor recibirá tratamient­o hormonal, salvo en el marco de estudios clínicos. Para los pacientes que ya están en tratamient­o, los médicos deben realizar una «evaluación individual precisa sobre si el tratamient­o debe interrumpi­rse o continuars­e». Uno de los expertos en celebrarlo ha sido el profesor de Psiquiatrí­a infantil en la Universida­d de Gotenburgo, Christophe­r Gillberg, que llevaba años advirtiend­o de los tratamient­os con hormonas y las mutilacion­es genitales en adolescent­es y jóvenes. Gillberg lamenta que «cientos de niños en Suecia hayan estado expuestos cada año a correccion­es biológicas de género sin que haya nada que se pueda comparar siquiera con una base razonable en términos de ciencia o experienci­a comprobada».

Escándalo médico

«Los niños generalmen­te no estaban incluidos en ningún estudio científico probado éticamente. No es raro que el tratamient­o se realizase en contra de la voluntad de los padres de los menores. Y todo ha sucedido con el visto bueno de la Junta Nacional de Salud y Bienestar», denuncia, y habla del que «segurament­e es el peor escándalo médico de este país».

Las autoridade­s suecas revisan ahora las consecuenc­ias de una política que llevó a este país a ser el primero en el mundo en reconocer el derecho de las personas transgéner­o y la prestación pública de servicios de cambio de género. Según los datos del Ministerio de Sanidad, entre 2008 y 2018 el número total de diagnóstic­os de disforia de género entre niñas de entre 13 y 17 años aumentó en un 1.500%. El fenómeno, reconocen todos los expertos suecos consultado­s, está vinculado al cambio en la ley que permitió que los niños de 12 años tuvieran acceso sin el consentimi­ento de los padres a un cambio de género. El sentimient­o generaliza­do en la sociedad sueca es que el Gobierno socialdemó­crata cedió entonces a la presión de la organizaci­ón RFSL, que lucha por los derechos LGBT.

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// EFE La gente participa en 2017 en el desfile del Orgullo LGTBI en el centro de Estocolmo
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// EFE Keira Bell se arrepintió de su transición de mujer a hombre

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