No destruyamos nuestro pasado
La cultura nunca me ha dejado indiferente, y menos cuando se trata de mi ciudad, Huelva. A pocos metros del suelo abundan restos fenicios, tartesios, griegos, romanos y árabes que dan a la capital una singularidad. Concretamente, bajo unos relieves montañosos denominados ‘cabezos’ ha aparecido una necrópolis tartesia de suma importancia. Por las inmediaciones de este lugar, el Cabezo de la Joya, los arqueólogos descubrieron hace un siglo una hilera de tumbas que se extendía hasta otras localidades de la provincia. Aquello fue un hito pues salieron a la vista pública decenas de útiles y ajuares que hoy se exhiben en el Museo provincial de Huelva.
Estos días Huelva se moviliza por la amenaza que vuela sobre su patrimonio arqueológico, ya que el actual Ayuntamiento pretende levantar bloques adefésicos encima de tal necrópolis. Desgraciadamente, la codicia urbanística en su execrable especulación no tiene la mínima sensibilidad con la Historia de la Vieja Onuba. Las alcaldías de los últimos veinte años edifican sobre maravillosos hallazgos, que ocultan del disfrute de la población. Nada impone respeto a unas autoridades en su deber de proteger un patrimonio de altísimo valor. A este respecto, en una visita que hice a nuestro museo hace pocos años, su entonces director refería la admiración que la directora del Museo Arqueológico de Nueva York sentía por Huelva.
Nunca es tarde para hacer las cosas bien. Huelva no debe dejar pasar el tren de su promoción internacional como emblema arqueológico. Estoy convencido de que luchar por el pasado es la mayor garantía de futuro para el ser humano y la civilización.
MARCO ANTONIO MOLÍN RUIZ
HUELVA
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