LA PRODUCTORA DE ROURES BUSCA QUIEN LA RESCATE HUGHES Por
Trostkista en su juventud, Jaume Roures llegó a la naciente TV3 como productor de informativos e hizo una meteórica carrera, gracias a su capacidad de medrar en el independentismo. En su productora se gestaron el ‘procés’ y otras aventuras de la izquierda. Agobiado por las deudas, ahora busca una salida para evitar la ruina
Mediapro es una de las mayores, si no la mayor productora audiovisual del país, pero a su importancia añade algo especial y de naturaleza política: en sus instalaciones se ‘rodó’ el ‘procés’, y allí es donde se rumorea que Pablo Iglesias volverá como publicista ideológico.
La empresa, que marcó el devenir de la comunicación y de los contenidos político-futbolísticos en la última década (combinación que llegó a su máxima expresión en ese documental nunca emitido en el que Guardiola seguía a Zapatero por el mundo) se enfrenta ahora a una situación delicada, a una extrema necesidad de liquidez.
Tiene un problema doble: por un lado, el frenazo a su actividad fundamental, la explotación de derechos televisivos deportivos, provocado por el Covid; por otro, su deuda, que se estima en más de 900 millones. Esto se traduce en la exigencia apremiante de pagos sobre los que hay dudas de que pueda responder. La agencia Fitch ha alertado de una crisis de liquidez «inminente».
Tres soluciones se vislumbran: una es la ayuda de la SEPI, Sociedad Estatal del Participaciones Industriales, ya solicitada oficialmente, por 230 millones de euros. Mediapro ya pidió un préstamo de 55 millones avalado por el ICO, y se sometió a un ERTE que afectó a 1.200 trabajadores.
Otra solución es que los propietarios mayoritarios de la empresa, el grupo chino Orient Hontai, con el 53,5 por ciento del capital, pongan más dinero, opción que, según reciente información de El Confidencial, parece remota.
La tercera posibilidad es que su deuda, cuya calificación ya fue rebajada por Moody’s y de la que se acaban de desprender los más importantes bancos españoles, sea reestructurada, y que, ante los incumplimientos, los fondos de capital riesgo que la poseen acaben canjeando deuda por participación en la compañía.
Es decir, o la entrada de fondos de inversión, o China, o un rescate estatal que sería un escándalo político, pues se estaría rescatando, como estratégica, a una empresa en su mayoría extranjera.
No parece que la compañía vaya a salir incólume del Covid, que ya afectó duramente a uno de sus propietarios, Tatxo Benet, según contó en un libro, ‘La travesía más difícil’, donde narró su experiencia como hospitalizado.
De Cruyff a Zapatero
Las veleidades y proyecciones ideológicas de Mediapro se asocian siempre a Jaume Roures, pero raramente se repara en su socio, Benet, que es independentista declarado, propietario de Ona, una fabulosa librería en catalán de mil metros cuadrados, y coleccionista de obras de arte censuradas. Benet empezó de jefe de deportes de Tv3 y ahora es tan millonario como Roures. ¿Cómo fue posible?
Ciertas personas, más o menos antisistema, desarrollan un talento
para conocer el engranaje de las cosas. Roures era trotskista de joven, es bien conocido, un trotskista activo, no meramente retórico, que entró a trabajar en la naciente TV3 del pujolismo (año 1984). Allí se encargó de la producción de los informativos. Era una televisión ambiciosa, ariete de un proyecto político nacionalista. Roures se rodeó de compañeros trotskistas en un medio para la «construcción nacional», mezcolanza definitoria del ambiente.
En 1987 recaló en Deportes; justo son los años del cruyffismo. Johan Cruyff, que será amigo personal, llega por entonces al Barcelona. Cualquiera que viera esa televisión, recordará el esmero, la estilización y la potencia propagandística con la que Roures proyectó a ese equipo. En Deportes descubre Roures que el fútbol no es solo el opio del pueblo, sino un negocio pingüe y estratégico de mucho potencial. Será el responsable de operaciones en la FORTA, que de manera insolente, y liderada por la TV3, disputará los derechos televisivos a TVE.
Este conocimiento del mundo de los derechos de retransmisión lo empleará Roures de manera inmediata. Al dejar TV3, fichará por Dorna, que explotaba el mundial de automovilismo; y en 1994, junto a Benet y Gerard Romy, también exTV3 (como otra Trinca audiovisual) fundan Mediapro.
Se ha dicho, aunque fue desmentido como bulo, que el dinero inicial para Mediapro lo puso Cruyff. Es una leyenda urbana a la que se recurre quizás porque en ningún sitio se explica cómo unos profesionales de TV3 consiguieron meterse de lleno en el mundo de los derechos de televisión.
Guerra del fútbol y Covid
Trotskismo, pujolismo, cruyffismo... y después zapaterismo. Cuando llega el gobierno socialista de 2004, Zapatero trata de liberarse de la tutela de Prisa y modifica el paisaje mediático bajo la Secretaría de Estado de Comunicación de Miguel Barroso. En 2005 se concede la controvertida licencia a La Sexta, cadena participada por Mediapro y por Globomedia (de José Miguel Contreras, uno de los «brujos visitadores de La Moncloa» de los que habló Cebrián), integradas ambas en Imagina. La importancia de Roures es aún mayor. Con su conocimiento y habilidad disputará los derechos televisivos a Prisa, como años antes hizo con TVE. La Sexta comenzará a dar partidos de fútbol, luego llegará la concesión de un canal de pago, Gol TV. Un proyecto político no es nada sin televisión; una televisión es poca cosa sin fútbol. Se iniciará entonces la segunda guerra del fútbol, entre dos grupos con coartada izquierdista: Prisa (un cierto PSOE), Roures (Zapatero y su plácet estatutario). El enfrentamiento durará una década y tras mucho litigio, el Supremo acabará fallando en favor de Mediapro, eximida de indemnizar a Prisa con los 320 millones exigidos.
Esa guerra debilitó a Prisa, y dejó a Mediapro en concurso de acreedores. Los efectos de la crisis se hacían notar en el mercado publicitario. La Sexta perdía dinero y fue incorporada a Atresmedia a cambio de acciones.
Salvadas esas dificultades, Mediapro fue convirtiéndose en un exitoso operador en el mercado internacional de los derechos de retransmisión. A la vez, creaba contenidos: programas para la televisión (no pocos en TV3, documentales con orientación inequívoca), series o películas para Woody Allen u Oliver Stone (’Comandante’). Alcanzó el reconocimiento artístico y más de 7.000 empleados. Mediapro había ganado dinero hasta con las carreras de camellos. Siempre se ha dicho que Benet y Roures se mueven entre la ideología y el negocio, pero hay un destilado de las dos cosas que es la producción de hegemonía, su influencia.
En 2003, el grupo extranjero WPP invirtió en la compañía (23 por ciento del capital). Luego llegaría el inversor chino, y la entrada en ese país. Mediapro no dejó de crecer, y se desarrolló por más de 40 países, con los derechos de catorce ligas o el Mundial de Qatar.
Antes del Covid, planeaba salir a bolsa y presentó el proyecto Mediapro Studio, para pasar de ser una gran productora a una ‘major’ a la americana. Esto daba una idea de diversificación ante el previsible estancamiento del mercado del fútbol, planteado en toda su crudeza al llegar el Covid. Siempre se habló de una burbuja en el sector, una burbuja que quizás Roures contribuyó a crear. En 2020, los ingresos de Mediapro cayeron un 37 por ciento y llegaron los problemas: en EE.UU., una filial fue multada por sobornos para obtener derechos en Sudamérica; en Italia, la Lega rescindió su contrato por no presentar garantías necesarias; en Francia, el problema fue mayor. Mediapro desatendió sus compromisos de pago a la Liga. No tuvo los abonados esperados y Mediapro dejó de pagar como medida de presión para una renegociación, dejando un agujero en el fútbol francés. ‘L’Equipe’ publicó una portada con el rostro de Roures: «El atraco del siglo» y un diputado macronista dejó un intento de definición: «Grupo internacional con actitudes de golfo». A los problemas de imagen se añadían las previsibles indemnizaciones.
En España, Mediapro encuentra la fuerte competencia de Telefónica y en el horizonte asoma Amazon como posible concurrente. A la incertidumbre del sector, añade unos problemas propios y una acuciante necesidad de liquidez. Pero no es un asunto empresarial más. Algunas operaciones políticas recientes se ayudaron de movimientos mediáticos basados en la injerencia estatal, la lactancia presupuestaria y los derechos del fútbol (quien supo contar el fútbol dominó el marco de la política). La salud de Mediapro, ahora en entredicho, influirá, entre otras cosas, en la potencia propagandística de lo que fragüen el PSOE y sus socios catalanes.