ABC (Andalucía)

Silvia Dorschnero­va El ángel de la guarda de la selección

► La delegada del equipo nacional se jubilará después de la Eurocopa tras 20 años cuidando de los internacio­nales. Vivió los grandes éxitos deportivos de España y guarda para sí en la memoria mil y una anécdotas de su trabajo

- JAVIER ASPRÓN

Larga trayectori­a Llegó a España con 12 años y comenzó a trabajar en la Federación como traductora de las delegacion­es oficiales en el Mundial de 1982

Aunque no muchos sepan cuál es su labor, el rostro de Silvia Dorschnero­va se convierte en familiar cada vez que la selección española juega un gran torneo. No en vano lleva más de veinte años siendo su delegada, siempre al lado del selecciona­dor de turno en el banquillo apuntando todos los detalles. Ahora se jubila, y los jugadores tienen un motivo extra para ganar la Eurocopa, pues parte de su dedicatori­a iría para ella. Más que una madre, es un ángel de la guarda.

De padre alemán y madre checa, Dorschnero­va llegó a España con 12 años. Pese a venir de Monchengla­dbach, la tierra de Netzer o Heynckes, no tenía ni idea de fútbol. Su primer partido lo vivió en el Calderón y desde entonces es del Atleti. Su relación con la Federación empieza hace casi treinta años, en el Mundial 82 celebrado en España. Domina

cuatro idiomas (español, inglés, francés y alemán) y aún se defiende en otros dos (italiano y checo), y gracias a eso consiguió un puesto como traductora. Acompañaba a las delegacion­es oficiales de los equipos y solucionab­a sus problemas con una eficacia inusual.

Pocos años después se incorporó a la RFEF de forma definitiva como asistente de Julián del Amo, el entonces delegado. Fue su maestro durante quince años, y también quien propuso a Dorschnero­va para sucederle. No hubo ninguna duda de que era la persona idónea. «Me senté por primera vez en el banquillo en un partido en Montjuic. Fue el 13 de febrero de 2002, estaba Camacho de entrenador y empatamos con Portugal. Esta fecha jamás la olvidaré. Estaba muy nerviosa, pero todo salió bien», decía Dorschnero­va en 2006 a ABC en una de sus escasas entrevista­s.

Su primera gran cita fue el Mundial de Corea y Japón, con Camacho en el banquillo. No ha faltado a una desde entonces, así que en su historial acumula cinco mundiales y otras tantas Eurocopas. Su trabajo va mucho más allá de redactar actas, anunciar los cambios al cuarto árbitro o recibir a los jugadores sustituido­s de forma cariñosa. Es también el enlace de la Federación con la UEFA y la FIFA y la que transmite las necesidade­s de la selección. Negocia cuánto se riega el césped, dónde calienta cada equipo y hasta las pausas de hidratació­n.

Pero su labor principal se produce una vez acaban los partidos. Dorschnero­va cuida con mimo al resto de la expedición, no solo a los jugadores. Es la encargada de la logística para los viajes, de los visados, de recoger y entregar las acreditaci­ones cada vez que es necesario para que nadie las pierda... «Si no existiera habría que inventarla», dijo una vez de ella Fernando Hierro. Si apenas se sabe de ella es porque es discreta hasta el extremo y huye de los periodista­s. Su agobio más famoso llegó tras la final del Mundial. Apenas le dio tiempo a poner orden ante la visita de la Reina Sofía, que se encontró a Puyol tapado solo con una toalla. Icónica también es su foto con Casillas, agarrada en volandas por el guardameta tras conquistar la Euro 2008. Pero las anécdotas más jugosas se las guarda para ella. Ese mutismo ha sido siempre uno de sus principale­s valores. Y eso ya no va a cambiar.

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// RFEF/PABLO GARCÍA Luis Enrique Martínez, José Francisco Molina y Luis Rubiales junto a Dorschnero­va
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