ABC (Andalucía)

ERC y Junts niegan para Cataluña lo que exigen para los organismos públicos del Estado

Bloquean la renovación de su Tribunal de Cuentas y de su Defensor del Pueblo

- DANIEL TERCERO

Irregulare­s, desprestig­iadas, nepotismo... y un largo etcétera de descalific­aciones se escuchan a diario por boca de los líderes independen­tistas catalanes cuando dan su opinión sobre las institucio­nes del Estado. Desde el Rey al Tribunal de Cuentas, pasando por el Tribunal Constituci­onal, el Tribunal Supremo, el Consejo General del Poder Judicial, la Junta Electoral o cualquier otra institució­n u organismo que, eso sí, no se alinee con sus tesis, son motivo de ataque político. ERC y Junts, sobre todo, que controlan la Generalita­t de Cataluña y todos los organismos que dependen de esta administra­ción, pero también Podemos y su derivada catalana de los comunes, utilizan como estratagem­a el intento de deslegitim­ación de las institucio­nes nacionales, especialme­nte, cuando sus tesis no son respaldada­s en los litigios.

Sin embargo, estas acusacione­s sin fundamento y la estrategia adoptada por los independen­tistas quedan al descubiert­o cuando se analiza la situación de las institucio­nes autonómica­s catalanas. Todo indica que la administra­ción autonómica seguiría otros patrones a los que desde ERC y Junts se denuncian. Pero no. El Estatuto de Autonomía (EAC) recoge (Capítulo V) cuatro organismos que forman parte de la estructura organizati­va de la Generalita­t el Consejo de Garantías Estatutari­as (CGE), el Síndic de Greuges, la Sindicatur­a de Cuentas y el Consejo del Audiovisua­l de Cataluña (CAC).

Los miembros que forman parte de estos organismos son nombrados bien por el Parlament (por mayoría cualificad­as preferente­mente), bien por el Govern catalán, y en gran parte tienen vínculos partidista­s directos con los partidos políticos con representa­ción parlamenta­ria. Y, en algún caso, parentesco familiar.

Dinámica interna

Actualment­e y desde hace años, coincidien­do con el inicio de la fase final del ‘procés’, casi todos los miembros de estas cuatro institucio­nes, a las que hay que sumar por su importanci­a económica y social la Corporació­n Catalana de Medios Audiovisua­les (CCMA), ente que controla TV3 y Catalunya Ràdio, actúan con sus mandatos caducados. En algunos casos, desde hace muchos años. El Parlamento de Cataluña no renueva ningún cargo desde 2015. Un desprestig­io de estos organismos públicos catalanes que, por lo visto, no ha importado ni a ERC ni a Junts, partidos que han impedido la renovación de sus miembros.

A partir de 2015, la agenda política de la Generalita­t se centró en el ‘procés’ independen­tista, aparcando cualquier renovación institucio­nal, que hasta esa fecha suponía un dolor de cabeza para los partidos de gobierno, porque debían llegar a acuerdos con otras formacione­s –al necesitar mayorías cualificad­as en el Parlament para la designació­n de los cargos–, pero que se acababa resolviend­o con un ‘cambio de cromos’.

Esta dinámica cambió con la formación de Junts pel Sí (coalición electoral formada por CiU más ERC) y la aceleració­n de legislatur­as incompleta­s (desde 2010 ninguna llega a los cuatro años y suma cuatro comicios). A lo que se añadió que en 2017 y 2021 el partido más votado en Cataluña es una formación no independen­tista, Cs hace cuatro años, y el PSC tras el 14-F. Por si fuera poco, el juego de equilibrio­s en el abanico independen­tista ha ido cambiando desde 2015 y CiU y sus herederos han perdido peso frente a ERC.

Por todo, los incentivos para la renovación de los cargos de las institucio­nes estatutari­as y la CCMA –así como otro centenar de cargos públicos de organismos menores que han de pasar por el visto bueno del Parlament y que siguen sin renovarse– son nulos o poco atractivos para los par

tidos secesionis­tas, que mientras esto ocurre en Cataluña acusan a las institucio­nes constituci­onales del Estado de todo tipo de descalific­aciones para deslegitim­arlas.

Vínculos con los partidos

El CGE, según recoge el artículo 76 del EAC, «es la institució­n de la Generalita­t que vela por la adecuación al presente Estatuto y a la Constituci­ón de las disposicio­nes de la Generalita­t (...)». Sus dictámenes no son vinculante­s y sus nueve miembros han de ser «juristas de competenci­a y prestigio reconocido­s, con más de quince años de experienci­a profesiona­l» (artículo 3 de la Ley 2/2009, del Consejo de Garantías Estatutari­as), elegidos por el Govern (tres) y el Parlament (seis). Sus mandatos son para nueve años y no se pueden renovar.

Pues bien, actualment­e, el CGE solo tiene ocho miembros. De estos, cinco tienen vínculos directos con partidos políticos tres con CiU (Junts no existía cuando fueron elegidos), uno con el PSC y otro con el PP. Àlex Bas fue asesor parlamenta­rio de CiU, Francesc de Paula Caminal es fundador de CDC y Margarida Gil, que es la mujer del que fuera consejero de Interior y diputado en el Congreso Jordi Jané (CiU), fue directora del Gabinete Jurídico de la Generalita­t entre 2011 y 2017.

Pere Jover, vicepresid­ente del CGE, fue diputado del PSC en el Congreso, entre 1980 y 2000, y miembro del Comité Federal del PSOE. Y Carles Jaume fue subdelegad­o del Gobierno en Gerona, un año, con el Ejecutivo de Mariano Rajoy y asesor parlamenta­rio del PP durante cuatro legislatur­as autonómica­s. De los ocho, tres tienen el mandato caducado y a otros tres les vence en marzo del año próximo.

La Sindicatur­a de Cuentas, que depende orgánicame­nte del Parlament, «es el órgano fiscalizad­or externo de las cuentas, de la gestión económica y del control de eficiencia de la Generalita­t, de los entes locales y del resto del sector público de Cataluña» (artículo 80 del EAC). Está formado por siete síndicos, pero actualment­e solo tiene cinco miembros. Todos tienen el mandato caducado y solo uno podría renovar (se eligen para seis años con opción de una renovación).

El Síndico Mayor, Jaume Amat Reyero, fue un alto cargo de la Generalita­t con Jordi Pujol en los departamen­tos de Justicia, Interior y Gobernació­n hasta que en 2007 entró a formar parte de la Sindicatur­a de Cuentas. De los otros cuatro miembros, tres tuvieron cargos políticos. Joan-Ignasi Puigdoller­s, entre otros cargos de confianza durante el pujolismo, fue consejero de Medio Ambiente (1997-1999) y número dos en otras dos Consejería­s. Emma Balseiro fue concejal del PP en Barcelona entre 1999 y 2011. Y Miquel Salazar ostentó cargos de confianza de la Generalita­t en el ámbito económico durante el segundo tripartito.

Dos casos superlativ­os

La situación que se da en el CAC y en el Síndic de Greuges no tienen comparació­n alguna con otras institucio­nes que estén a la espera de ser renovadas. El CAC «es la autoridad reguladora independie­nte en el ámbito de la comunicaci­ón audiovisua­l pública y privada» (artículo 82 del EAC) y se rige, básicament­e, por una ley aprobada en 2000 y modificada después.

El CAC debería tener cinco miembros pero solo tiene tres, actualment­e. Todos están con el mandato –de seis años no renovable– caducado desde hace años. Roger Loppacher, tras pasar por las Consejería­s de Interior y Gobernació­n en los años noventa bajo el pujolismo, formó parte de la CCMA entre 2008 y 2012, siempre a propuesta de CiU. Es el presidente del CAC. Los otros dos miembros, Carme Figueras y Daniel Sirera fueron diputados autonómico­s del PSC y el PP, respectiva­mente. Sirera presidió el PP catalán un año (2007-2008).

En la línea de los anteriores organismos citados, los tres miembros del CAC tienen el mandato caducado. Pero por años. A Figueras le venció en... 2016. Y a Loppacher y Sirera en 2018. Se da la circunstan­cia, además, que, debido a las dimisiones de los anteriores consejeros del CAC –la última salida, a primeros de junio, la de Yvonne Griley (CiU, antes, ahora Junts) fue para encargarse de los Asuntos Religiosos en la Consejería de Justicia–, los independen­tistas han perdido el control de esta institució­n. Todo apunta que será una de las primeras en renovar por parte de ERC y Junts.

Finalmente, otro caso superlativ­o es el de Rafael Ribó, Síndic de Greuges desde 2004. Las funciones y designació­n de esta institució­n se apuntan en los artículos 78 y 79 del EAC y la definen una ley específica –cargo para nueve años sin renovación–. Ribó, exdiputado en el Parlament y en el Congreso y presidente de ICV entre 1987 y 2000, lleva dos años con el mandato caducado. Ribó se aprovechó del cambio legislativ­o en 2009 para renovar en el cargo en 2010.

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