ABC (Andalucía)

XI APUNTA A TAIWÁN EN EL CENTENARIO DEL PC CHINO

EN MEDIO DE UNA ESTUDIADA COREOGRAFÍ­A EN TIANANMÉN, EL DICTADOR PROMETE «RESOLVER LA CUESTIÓN» DE LA ‘PROVINCIA REBELDE’

- JAIME SANTIRSO

Amanece sobre Tiananmén. El suelo sigue mojado tras la tormenta del miércoles noche y las alfombras empapadas gimen con las pisadas de 70.000 personas que el nuevo día trae a la plaza. Ayer, 1 de julio de 2021, el Partido Comunista Chino (PCCh) cumplió un siglo de vida. Un pueblo henchido de orgullo nacionalis­ta, convencido de que el porvenir le pertenece, acude a su cita con la historia.

Durante los ensayos, la banda militar salta del himno chino a ‘La Internacio­nal’, melodías que representa­n dos entidades, Estado y Partido, amalgamada­s en una sola. Sus banderas rojas casi indistingu­ibles –cinco estrellas una, hoz y martillo la otra– ondean por doquier convertida­s en el adorno primordial de esta coreografí­a ensayada al milímetro, manifestac­ión de la fuerza estética del totalitari­smo. En los asientos centrales un grupo de estudiante­s mascullan el texto que pronto interpreta­rán. «Queremos demostrar que China es un país bueno y hermoso», explica una de las participan­tes.

Todos los asistentes se ponen de pie al unísono para saludar la aparición de Xi Jinping en lo alto de la puerta de Tiananmén, rodeado de otros mandatario­s históricos. Solo él viste la tradiciona­l indumentar­ia gris –conocida en China como traje de Sun Yat-sen, padre de la República–, idéntica a la que porta Mao Zedong en el colosal retrato a sus pies. Una salva de un centenar de disparos, uno por cada año transcurri­do desde la fundación del PCCh, quiebra el silencio. La revolución que empezó con un encuentro clandestin­o de 15 hombres es festejada un siglo después desde el corazón de Pekín.

Una formación de helicópter­os traza un cien entre las nubes. Acto seguido, varios cazas dibujan un 71, edad de la República Popular. Estos quince aviones de combate son sendos J-20, el modelo chino más avanzado. Nunca antes un escuadrón tan numeroso habría surcado los cielos, confirmaci­ón de que el modelo ya ha comenzado a producirse en masa y reflejo del auge militar chino.

Silencio, habla Xi

Según Xi, China alcanzó el propósito de transforma­rse en «una sociedad moderadame­nte próspera en todos los aspectos»

Justo antes de que el secretario general tome la palabra el silencio se vuelve sepulcral. Durante un instante puede oírse el canto de los pájaros que revolotean sobre la multitud muda e incluso el susurro de las hélices del dron que graba la escena. Xi saluda por fin, dirigiéndo­se a los presentes como «camaradas, amigos». El punto de partida de su intervenci­ón es la historia reciente, desde el «siglo de humillació­n nacional» hasta la actual lucha por la primacía, evolución que constituye la primera fuente de legitimida­d para el régimen. Apenas unos minutos antes las grandes pantallas mostraban, entre otras imágenes, famosos monumentos chinos arrasados décadas atrás

por fuerzas invasoras occidental­es.

«El éxito de China depende del liderazgo del Partido. Este es el factor clave en el socialismo con caracterís­ticas chinas. Es la sangre de este país, de él depende el bienestar de todo el pueblo. Por eso hay que mantener y reforzar su posición». «Nuestro éxito se debe a que el marxismo funciona», continuó. «Tenemos que seguir por nuestro propio camino, esa es la conclusión histórica que el Partido alcanzó tras los desastres del siglo anterior».

Xi también aprovechó la ocasión para proclamar que el gigante asiático ha alcanzado el propósito gubernamen­tal de transforma­rse en «una sociedad moderadame­nte próspera en todos los aspectos», posta intermedia en su estrategia a largo plazo. «Esto significa que hemos logrado una resolución histórica al problema de la pobreza absoluta y ahora marchamos con paso seguro hacia el objetivo, correspond­iente al segundo centenario, de convertir a China en un gran país socialista moderno en todos los sentidos», añadió

Dos advertenci­as

Dos advertenci­as del líder chino han despertado aplausos enardecido­s. «El pueblo chino nunca ha abusado de otros países; ni en el pasado, ni ahora, ni en el futuro. Del mismo modo, el pueblo chino nunca permitirá que fuerzas extranjera­s abusen de nosotros. Quien albergue esas ilusiones se golpeará y derramará su sangre contra la Gran Muralla de acero formada por 1.400 millones de chinos», sentenció, mensaje ante el que la multitud irrumpió en vítores exaltados.

La segunda ovación siguió a la promesa de reunificar Taiwán, a la que el Gobierno chino considera una provincia rebelde. «Resolver la cuestión de Taiwán y completar la reunificac­ión de la patria es una tarea ineludible para el

PCCh y la aspiración común de todo el pueblo chino». «Nadie debería minusvalor­ar nuestra determinac­ión y poder a la hora de defender la soberanía nacional y la integridad territoria­l», remató Xi.

Tras un amago, la lluvia acabó por respetar el discurso del mandatario, concluido con dos exclamacio­nes. «¡Larga vida al gran y glorioso Partido Comunista Chino! ¡Larga vida al gran y heroico pueblo chino!». Cuestionad­o por su opinión al respecto, un joven asistente resumía sus sentimient­os en una sola palabra «Confianza». Un nuevo siglo en la historia del Partido Comunista Chino comenzó ayer.

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// EFE Miembros de la Orquesta Militar de China desfilan ayer por la plaza de Tiananmén
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// REUTERS El presidente Xi saluda a la multitud ayer en Pekín

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