El Real cierra el año con la Tosca ‘perfecta’
El coliseo madrileño concluye a lo grande esta complicada temporada con uno de los títulos más populares del repertorio, de Puccini, y tres repartos estelares, en los que destaca la presencia de Anna Netrebko y Jonas Kaufmann
Es la ópera perfecta. Así de tajante es Paco Azorín al referirse a ‘Tosca’. El Teatro Real presenta este domingo una producción de la ópera de Puccini –uno de los títulos más populares del repertorio–, realizada conjuntamente con el Liceo de Barcelona y la Maestranza de Sevilla, y dirigida por el propio Azorín. Con ella, el coliseo madrileño pone fin a esta difícil y ejemplar temporada a lo grande, ya que presenta tres repartos (y pico) verdaderamente estelares, con nombres como Anna Netrebko, Jonas Kaufmann, Sondra Radvanovsky, María Agresta, Joseph Calleja, Michael Fabiano o Carlos Álvarez en los carteles.
Desde su estreno en Roma el 14 de enero de 1900, ‘Tosca’ es una de las óperas favoritas del público y una de las más emblemáticas piezas del género. «‘Tosca’ es verdad, en el escenario se representa la verdad», dice Nicola Luisotti, director musical de estas funciones del Teatro Real. «Antes la ópera hablaba de estética, era ópera lírica. A partir de Verdi entra en escena una manera distinta de ver el género, nace la ‘ópera social’. Y con Puccini, y especialmente con ‘Tosca’, nos vamos directamente a Hollywood. Esta obra es una película bien hecha, hasta el punto de que el dramatismo del segundo acto hace que nos olvidemos, incluso yo lo hago, de que los personajes están cantando». Define la ópera como un ‘thriller’, lo que le ha llevado a crear una producción muy en blanco y negro.
Religión y política
Paco Azorín estrenó esta producción en el Liceo barcelonés en 2014. Justifica su expresión de ‘ópera perfecta’ por la indisolubilidad de su libreto y su partitura. Aquél, escrito por Giuseppe Giacosa y Luigi Illica a partir de la obra ‘La Tosca’ (1887), de Victorien Sardou –la estrenó la mítica Sarah Bernhardt–, presenta, según el director de escena, «un texto anticlerical. En Scarpia, el malvado de la obra, religión y política van de la mano, para hacer una crítica al abuso de poder; pero sobre todo es una obra iconoclasta, una obra contra el poder, contra el pensamiento único». Ese poder, reflexiona Azorín, se ejerce contra los artistas. «Tosca es una gran cantante de ópera, muy conocida, y Cavaradossi es un gran pintor. Y su condición de perso
nas libres, liberales, es especialmente atractiva para un Scarpia que ejerce el poder no desde la autoridad, que sería lo lógico, sino desde la coerción: coerción sobre los artistas».
Cuenta Azorín que este hecho está muy presente en la producción, y que le gusta llevar al espectador en el primer acto por un camino insospechado. Este primer acto, que en el original transcurre en la Iglesia de Sant’Andrea della Valle, en Roma, es una bienvenida. «Hay muchísima información que dar: quiénes son los personajes, cuáles son las relaciones entre ellos, cuál es el entorno histórico-político, pero poco a poco la producción va caminando, incluso estéticamente, para llegar a un segundo acto (transcurre en el Palazzo Farnese), en el que giramos físicamente el altar de la iglesia y vemos su parte de atrás, que simboliza la parte de atrás del poder; Scarpia es quien mueve sus hilos».
Duelo a vida o muerte
Califica Paco Azorín este acto de «expresionista». «Lo fundamental es ese duelo a vida o muerte que juegan Tosca y Scarpia; un duelo que musical y teatralmente es casi perfecto, es una escena que concluye con la muerte del tirano. Y eso nos lleva a un tercer acto (su escenario es el Castel Sant’Angelo) simbólico, poético y casi onírico, en el que mueren los protagonistas –Cavaradossi y Tosca–, su sacrificio no cae en saco roto. De alguna manera, me gusta pensar que mueren los revolucionarios, pero la revolución continúa. Han dado la vida por la libertad, por el arte, y eso queda de alguna manera».
El director de escena y escenógrafo
Los tres momentos más emblemáticos de la ópera, dice el director de escena, Paco Azorín, son una reflexión sobre el arte
barcelonés ha creado un personaje que sirve de nexo de unión –cada acto, explica, empieza donde terminó el anterior–. «Simboliza la revolución, y es una chica joven, inspirada en el cuadro de Delacroix ‘La libertad guiando al pueblo’, que aparece en momentos muy icónicos para recordarnos que la libertad, la revolución, fue una idea antes de producirse, y que todos, de alguna manera, ayudamos a que se produzca».
De hecho, Paco Azorín explica que trabaja varios de los momentos paradigmáticos de la obra como una reflexión sobre el arte. El primer aria de Cavaradossi, ‘Recondita armonia’, es «una reflexión sobre la naturaleza y la miscelánea del arte, donde se mezclan varias bellezas en una sola; ‘Vissi d’arte’, el aria de Floria Tosca , es el ‘Ser o no ser’ de esta ópera: una artista se pregunta si ha merecido la pena vivir del arte; y la despedida de Cavaradossi, el celebérrimo ‘E lucevan le stelle’, es un ‘carpe diem’ en el que se pregunta si ha valido la pena todo su camino de artista».
No considera Paco Azorín que su puesta en escena sea revolucionaria, pero sí la trabaja, dice, desde la ‘opnosis’, «que es quitarle el polvo de la tradición a las óperas, intentar recuperar algo de lo que quería Puccini: observar lo obvio para llegar a lo que se ha obviado en el camino. Este es un ejercicio que me lleva siempre a mirar la ópera con los ojos del primer espectador que la pudo disfrutar en su momento; y, en cualquier caso, intentar que los espectadores vean ‘Tosca’ por primera vez, que se olviden de lo que ya conocen y se acerquen al teatro como a un lugar de conocimiento y no de reconocimiento».
Además de las habituales actividades paralelas, el Teatro Real volverá a transmitir –el año pasado no se pudo– su ópera de final de temporada en pantallas gigantes en la Plaza de Oriente. Será el 10 de julio a las 21 horas, con aforo limitado a mil personas, que tendrán sus asientos preasignados a través de la página web del teatro.