ABC (Andalucía)

O’Connor se adelanta al desfile triunfal de Pogacar en los Alpes

Gana una etapa glaciar y se coloca segundo tras el esloveno, que saca otro medio minuto a Carapaz y Enric Mas

- J. GÓMEZ PEÑA

Cluses, la población de la salida, amaneció encajonada. Entre paredes alpinas y bajo un nube fría y cenicienta que no dejaba de arrojar lluvia. A ese ambiente claustrofó­bico se unía la sensación de que Tadej Pogacar, el líder abrumador, había agarrado por la garganta a todos sus rivales. Todo el aire para él. Algunos, como Roglic y Van der Poel, ni se presentaro­n. Herido el esloveno y cansado el holandés, los dos abandonaro­n el Tour para estar a punto en los Juegos Olímpicos. Los otros, los que continúan en la Grande Boucle, se dedicaron a pelear por un nuevo objetivo: ganar la etapa como hizo el australian­o Ben O’Connor o ser segundo en París tras el joven esloveno, a quien el diario ‘L’Equipe’ bautizó en su portada como ‘Hors Catégorie’. Fuera de Categoría. Que es el sello de los grandes puertos, del Tourmalet, el Galibier, el Ventoux... Y ahora de Pogacar. De su altura.

A O’Connor, por cierto, el triunfo en Tignes le valió para ponerse segundo en la general (a dos minutos), la meta máxima para todos menos para uno, Pogacar. O’Connor es de Perth, una ciudad sin frío y sin alta montaña. Pero vive en Andorra, donde sobra de todo eso. En 2019 sufrió hipotiroid­ismo y engordó seis kilos. El año pasado, tras perder junto a la raya una etapa en el Giro, ganó enrabietad­o la siguiente en la cima de Madonna di Campiglio. Tiene coraje y clase. Es un ciclista de ataque. Aguantó en la fuga sin reventar, como les pasó a Quintana e Higuita, y le sacó en Tignes seis minutos a Pogacar, que venía ya solo tras quitarse de encima, de otro plumazo, a todos sus rivales.

Carapaz había vuelto a retarle ya en el final de la subida a Tignes. El líder esloveno cogió al ecuatorian­o, le pasó, le miró, miró a todos y se largó. Por si había dudas. Pogacar alejó otro medio minuto a Carapaz, Enric Mas, Urán y Vingegaard. Unos metros más cedió Kelderman y más aún Lutsenko, Gaudu y Pello Bilbao. Hundido y sin opciones apareció muy tarde el belga Van Aert, el segundo en la general hasta esta etapa. Ahora lo es O’Connor, que ocupa esa merecida plaza de honor en el desfile triunfal de Pogacar. Urán, Vingegaard, Carapaz y Más pierden cinco minutos. Aspiran a ser el segundo en París.

El frío hace su trabajo

También era un ‘hors catégorie’ Bernard Hinault. La novena etapa comenzó por la cota de Domancy, el campo de exterminio donde el bretón aniquiló uno a uno a los que le seguían en el Mundial de 1980. Aquella mañana mandó poner champán en la nevera. Lo descorchó por la noche tras demoler a sus adversario­s. Pogacar está vaciado en su molde. Devastador. En esa cota, Alaphlippe se desabrochó el chubasquer­o para enseñar el arcoíris de su maillot de campeón del mundo en un guiño a Hinault. Atacó y abrió la tapa de otra jornada sin bozal.

La carrera se partió en dos. Detrás se quedó Pogacar con todo su equipo, el UAE, alrededor. Tranquilos. La paliza del día anterior había domado la resistenci­a. Ni Carapaz, su enemigo más atrevido, levantaba la cabeza. Por delante se fueron algunos de los que se disputan las migas que deja el esloveno: el reinado de la montaña, la victoria de etapa y las otras dos plazas del podio: Alaphilipp­e, Quintana, O’Connor,

Roglic y Van der Poel ni se presentaro­n ayer en la salida porque abandonaro­n el Tour para preparar los Juegos

Poels, Woods, Fraile, De la Parte, Aranburu, Fuglsang, Higuita, Cattaneo, Kuss, el filósofo Guillaume Martin...

La subida encadenada al col du Pré y al Roselend, ya a dos mil metros y con 8 grados en el mercurio, hizo la selección. La dureza y el frío eligieron a los colombiano­s Higuita y Quintana y al autraliano O’Connor, que con más de 8 minutos de ventaja llegó a ser líder provisiona­l. Pero a O’Connor se le anudaron al pecho como una anaconda las mil curvas del largo y gélido descenso del Roselend. Temblando, pasó el mal trago y enganchó a los dos colombiano­s antes de abrir el puerto de Tignes.

Así es julio cuando los Alpes se enfadan. Sacan el traje de invierno. Enric Mas patinó en una curva. Trompazo y susto sin consecuenc­ias. McNulty, que tiraba de Pogacar, se despistó tras un giro y acabó en un terraplén. Quintana se quitó el maillot sin bajarse de la bici y se puso una chaqueta térmica sin dorsal ni publicidad de su equipo. Como si fuera de incógnito. El Tour polar hacía su trabajo. La subida final a Tignes lo comprobó. Quintana, pálido bajo su piel de bronce, pedaleaba a cámara lenta. Sonámbulo. Cadáver en vida. El clima y el agotamient­o apagaron también a Higuita. Ojos hinchados, congelados.

O’Connor se quedó solo. Pero firme. Ya no temblaba. Entró en calor con la cuesta. Perdió apenas dos de los ocho minutos que llegó a tener de renta, levantó los brazos junto al lago artificial de Tignes y se coloca en el mejor puesto que queda libre, segundo tras Pogacar.

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// AFP El australian­o Ben O’Connor, en pleno esfuerzo durante la etapa de ayer

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