Biden se resiste a hablar del imparable auge talibán
El futuro de un Afganistán sin las tropas estadounidenses se ha convertido en un problema de primera magnitud para la Casa Blanca. Las noticias del éxodo masivo, de los avances de la guerrilla talibán y de la agonía de los miles de intérpretes y colaboradores de EE.UU. que suplican una salida por las inminentes represalias pintan un mal futuro posterior al repliegue completo planificado para el 11 de septiembre. Al presidente Joe Biden la prensa le intentó preguntar por esos temores de guerra civil, tras dos décadas de misión armada, pero se negó a dar detalles. Dijo el presidente el viernes: «No voy a responder más preguntas sobre Afganistán. Mira, es el fin de semana del 4 de julio ... Es un fin de semana festivo, vamos a celebrarlo. Están sucediendo cosas maravillosas». No en Afganistán. De poco han servido las negociaciones recientes en la Casa Blanca con los principales líderes políticos de las facciones democráticas. Los Talibán siguen comiéndoles terreno, y el pánico cunde entre las minorías chiíes y aquellos que osaron creer las promesas de Washington de que podrían darse las condiciones para instaurar un régimen verdaderamente democrático, respetuoso con los derechos de las mujeres y de las minorías religiosas —chiíes— y étnicas. También se demora Biden en cumplir su promesa de ir evacuando a los miles de intérpretes que se han jugado la vida trabajando con los soldados de EE.UU. y hoy ven con angustia cómo los islamistas les prometen venganza, en persona y en redes sociales.