Yo soy mi padre
Le importa al joven antes el calimocho que la vacuna, pero la parroquia se desmadra, y los padres no constan
Cuando a Francisco Nieva le dieron el premio Corral de Comedias, en Almagro, orilló el guion de agradecimiento preceptivo, y soltó otra cosa estremecedora al aire del sitio, ante un auditorio sorprendido : «Yo soy mi padre». En la anchura de una frase tan escueta iba la génesis de la vida fecundísima de Nieva, que no había sido sino la aspiración de asumir al padre, que murió arruinado y fracasado, sin cumplir ni un párrafo de una frustrada vocación literaria, y teatral, cuando Nieva tenía 16 años. De modo que aquel joven iba a trabajar desde ese mismo instante de duelo para que la ambición del oficio de las letras del padre se lograra, pero en el hijo voluntarioso. Iba Nieva a prorrogar una aventura que su progenitor nunca había iniciado, por las adversas vicisitudes sucesivas de su biografía. Iba a ser el futuro de Nieva, en fin, el pasado que su padre no tuvo. He recordado este episodio porque hay ahora mucho botellón de fin de curso, aquí y allá, y hay mucho bachiller siempre en medio, pero no veo yo que haya algún padre, o algunos padres suficientes, que vayan y les cuenten a estas criaturas que no procede montar la verbena en lo alto del Covid. Esto es como decir que los hijos desoyen a los padres, si es que los padres hablan mucho o poco, al respecto. Que a lo mejor hablan más bien poco. Se comprende que la juventud es inmortal, y por tanto le importa al joven antes el calimocho que la vacuna, pero la parroquia se desmadra, y los padres no constan.
Nieva vio en su padre un ejemplo, y quien dice un ejemplo dice un magisterio. La inmortalidad existe, para todo vándalo de 15 años, hoy y antes de hoy, pero no existe si tienes abuelo, o familia, en general, a la que igual le regalas un contagio, porque vuelves de juerga. Dicen algunos chavales de la gran jarana nacional en curso que se acabó la pandemia, y que viva la libertad. Ven en la libertad otro cubata y en la pandemia un achaque de viejos. No son su padre. Acaso porque el padre no es el padre de Nieva, que no se lleva. Un ejemplo de vida memorable sin visa de relajo ni condescendencia de tontuna.