CIEN AÑOS DE INTENSAS RELACIONES PIONEROS DE ESPAÑA EN CHINA
Diplomáticos, misioneros, magnates, aventureros y hasta jugadores de pelota vasca aparecen retratados en una exposición del Instituto Cervantes de Pekín que rememora con fotos históricas la importante presencia española en China hace un siglo
Enclavadas a ambos extremos del continente euroasiático, a España y China las separa un mundo, no solo geográfico sino también cultural y psicológico. Quizás por esa atracción que ejercen los polos opuestos, su historia conjunta está protagonizada por personajes fascinantes que, en algunas ocasiones, construyen mitos y, en otras, los destrozan. En el primer plato de la balanza tenemos a diplomáticos como Sinibaldo de Mas, quien estableció las primeras relaciones oficiales entre ambos países en 1864, y a empresarios como Antonio Ramos, quien introdujo el cine en China a principios del siglo XX. Y, en el segundo, la constatación de que la presencia española en Asia no desapareció en 1898 con la pérdida de Filipinas, sino que abrió paso a una etapa distinta que brilló con luz propia en Shanghái.
Así nos lo descubre la exposición ‘El sueño español de China’ (18451945), que se exhibe este verano en el Instituto Cervantes de Pekín y pasará en otoño a su biblioteca en Shanghái. Montada con las fotografías, los retratos y la documentación que ha recopilado el Archivo China-España del Grupo Alter, perteneciente a la Universidad Abier
ta de Cataluña, la muestra ofrece una apasionante panorámica de los lazos entre ambos países durante esos cien años.
Si entre los siglos XVI y XVIII España había capitalizado junto a Portugal y Holanda la influencia europea en el Lejano Oriente gracias a sus misioneros y comerciantes, especialmente con el Galeón de Manila, a partir del XIX se ve desplazada por otros imperios en auge como Gran Bretaña o Francia. Sin colonias en Asia tras la independencia de Filipinas, se tiene la impresión de que España pierde en ese momento sus contactos con el mundo chino. Pero, como nos demuestra la exposición, la presencia española en dicho país no solo continuó, sino que incluso aumentó a principios del siglo XX por la llegada desde Filipinas de numerosos hombres de negocios y aventureros que querían probar suerte en la que entonces era una de las capitales más prósperas y atractivas del planeta▶ Shanghái.
Para abrirles el camino, antes se habían instalado los diplomáticos de carrera que, procedentes de Madrid, empezaban a relevar a los misioneros que, como el pionero Diego de Pantoja (1571-1618), venían marcando el curso de los lazos bilaterales desde el siglo XVI. El primero fue Sinibaldo de Mas, nacido en Barcelona en 1808 y que falleció en Madrid 59 años después. En los tres viajes que hizo a este país desde 1844, a él le corresponde el enorme mérito de haber inaugurado las relaciones diplomáticas entre España y China al negociar y firmar el primer tratado de la Corona con el Imperio Qing en 1864. Como ministro plenipotenciario, fundó la legación española en Pekín un año después, cuando solo existían en esta ciudad las de Gran Bretaña, Francia y Rusia.
«La presencia diplomática de España en China se debe a Filipinas, ya que no tenía concesiones como otras potencias coloniales. Lo que realmente importaba al Imperio Qing era la protección para los culis, los trabajadores chinos que emigraban a Filipinas y Cuba», explica a ABC uno de los comisarios de la exposición, Xavier Ortells-Nicolau, doctor en Traducción y Estudios Interculturales e investigador histórico. Para el archivo China-España del que ha surgido esta exposición, ha rastreado bibliotecas y colecciones particulares de todo el mundo junto al otro comisario, el historiador David Martínez-Robles, autor de la biografía de Sinibaldo de Mas▶ ‘Entre dos imperios’ (Editorial Marcial Pons).
Además de sus logros como diplomático, Mas dejó atrás una amplia obra literaria en varios idiomas donde resumió sus observaciones viajando por China y Asia. «Su vida es una auténtica aventura porque, tras abandonar la carrera diplomática en 1867 por una disputa con sus superiores, el imperio chino le encomendó la misión secreta de actuar como intermediario con Portugal para negociar la devolución de Macao», recuerda Martínez-Robles. Así lo acredita una de las joyas de la exposición, la copia de las credenciales otorgadas a Mas por la Corte Qing que el historiador halló en un archivo de la Academia Sinica de Taiwán. Pero Sinibaldo de Mas no pudo llevar a cabo la tarea porque, camino de Lisboa, falleció de una enfermedad en Madrid en 1868.
La rebelión de los bóxers
Otro diplomático destacado en la muestra es Bernardo de Cólogan (1847-1921). Tras un breve paso por China como estudiante en su juventud, en 1895 fue nombrado ministro plenipotenciario de España en Pekín. Cinco años después, allí le pilló la rebelión de los bóxers contra las potencias coloniales, retratada al modo occidental por la famosa película ‘55 días en Pekín’. Temiendo por su vida, Cólogan se refugió en la Embajada de Francia y, al término de la rebelión, negoció el tratado entre las potencias coloniales y el Imperio Qing. Como España no había intervenido en el conflicto y no tenía concesiones territoriales, ofreció su legación como sede de las conversaciones y Cólogan actuó como mediador en su condición de decano de los diplomáticos extranjeros en Pekín.
Inmortalizada en dos placas por el fotógrafo japonés Y Sui Tsu, la firma del Protocolo Bóxer o Tratado de Xinchou tuvo lugar el 7 de septiembre de 1901 en el comedor de la legación española en Pekín. Perteneciente al archivo de la familia Giles, la imagen fue hallada por OrtellsNicolau y Martínez-Robles en la Universidad Nacional de Australia y es otra de las cumbres de la exposición. Marcado por tan traumática experiencia, Cólogan compuso el ‘Vals de los Bóxers’, que le dedicó a su hija y demuestra la talla intelectual de los diplomáticos de aquella época.
Junto a Sinibaldo de Mas y Bernardo de Cólogan, otros diplomáticos eruditos que aparecen en la muestra son Eduard Toda, que ejerció de vicecónsul en varias ciudades chinas entre 1876 y 1882, y Luis Pastor y de Mora. Como embajador de España en Pekín entre 1910 y 1919 y decano del cuerpo diplomático extranjero, tuvo el honor de recibir en 1913 en su legación al presidente de la República de China, Yuan Shikai.
«Hay dos momentos bien diferenciados antes y después de 1900. Se pensaba que la independencia de Filipinas era la pérdida del nexo con Asia, pero en realidad hubo una eclosión por la llegada a Shanghái de muchos españoles de Manila. Su presencia pasó de varias decenas a entre 300 y 400 e incluso 500 ó 600 en los años veinte», desgrana MartínezRobles. En su opinión, «entre los países que no tienen concesiones territoriales, España es el que goza de mayor presencia en China y cuenta con una comunidad muy plural y activa en lo comercial y económico».
Las primeras salas de cine
Como ya se ha contado en estas páginas, entre ellos destacan el granadino Antonio Ramos Espejo (18751944), quien se marchó como soldado a Filipinas en 1896 y a principios del siglo XX se instaló en Shanghái, donde levantó un auténtico imperio. Allí construyó
Falsas creencias LA MUESTRA DESMONTA MITOS COMO QUE LA PRESENCIA ESPAÑOLA EN ASIA DESAPARECIÓ TRAS LA INDEPENDENCIA DE FILIPINAS
los primeros cines de China, de los que llegó a fundar hasta ocho salas, y dos edificios que siguen en pie y fueron diseñados por su amigo Abelardo Lafuente. También procedente de Manila, Lafuente fue uno de los arquitectos más solicitados del cosmopolita Shanghái colonial y firmó más de una treintena de obras de nueva planta y renovaciones de hoteles de lujo. Junto a la mansión de Antonio Ramos y su contiguo bloque de apartamentos, el garaje de la compañía ‘Star’, del sefardí Albert Cohen, es otra de las edificaciones más peculiares de esta megalópolis asiática por su insólito estilo morisco. Presente con una noticia del archivo sobre la comunidad española en Shanghái en 1927, ABC también participa en la muestra con un vídeo sobre la obra de Lafuente en esa ciudad.
Para los misioneros como los agustinos, que formaban otro de los mayores contingentes españoles en China, Lafuente construyó una casa en plena Concesión Francesa donde hoy viven varias familias. Precisamente, uno de sus procuradores, el padre Gaudencio Castrillo (18701945), se reveló como un gran empresario inmobiliario durante los años que dirigió la orden en Shanghái, entre 1910 y 1926. Autor de ‘El comercio en Extremo Oriente’ (1918), exhaustivo análisis de la política y la economía en China, aparece citado con admiración por Blasco Ibáñez en su libro ‘La vuelta al mundo de un novelista’. Con el apoyo financiero del padre Castrillo, fue fundada una de las mayores empresas comerciales de Shanghái, ‘SinoSpanish Trading’, que exportaba a España tripas de cerdo para elaborar chorizos e importaba conservas y vinos como el famoso brandy de Pedro Domecq, anunciado en la prensa local.
Pero no solo diplomáticos, magnates y misioneros vivieron en el deslumbrante Shanghái de los años 20 y 30, sino también pequeños empresarios que abrieron tiendas emblemáticas y hasta un director de la banda municipal, Melchor Vela, quien compuso un himno a Macao. Entre los comercios más señeros figuran la sombrerería ‘La España’, que fue regentada por Gerónimo Candel (1868-1934) tras su paso por Filipinas y se convirtió en el lugar de reunión y tertulia de la comunidad hispana en la ciudad.
Pelotaris en Shanghái
Conocida como ‘La Perla de Oriente’, pero también como ‘La Puta de Asia’, en Shanghái se movía tanto dinero que atrajo incluso a decenas de pelotaris vascos al ponerse de moda los frontones y, más especialmente, las apuestas a las que iban ligados. Construido en 1930 por el expelotari Teodoro Jáuregui y el empresario francés Felix Bouvier, no solo había un ‘jai alai’ en Shanghái, sino otro en Tianjin, ciudad portuaria próxima a Pekín. Buena prueba de su popularidad es ‘La Cesta’, el semanario que se publicó entre 1932 y 1940 en inglés y chino, y en algunos momentos también en francés, con noticias y cotilleos sobre los jugadores de pelota vasca. Como si fueran futbolistas de hoy día, los pelotaris cobraban entonces la fortuna de 500 dólares mensuales y, trajeados, via jaban en avión de Shanghái a Tianjin y se movían con sus coches de lujo por ambas ciudades. Así se aprecia en el contrato de uno de ellos, Ángel Vicente, expuesto en la muestra. La popularidad del frontón Auditorium de Shanghái era tal que, frente a él, dos pelotaris, Antonio Urbieta y Rafael Garraniola, montaron un restaurante llamado ‘Sevilla’. En esta ciudad internacional llena de contrastes, la restauración era otro de los negocios que explotaron algunos cocineros como Martí Gual, quien empezó con un local de comida francesa, Hotel Tiny, y luego montó otro llamado ‘Barcelona’ con capital aportado por dos pelotaris.
«La exposición refleja la vida política y cotidiana y demuestra que China no estaba tan lejana, ya que había un entramado de relaciones que han acercado a ambos países», se congratula la directora del Instituto Cervantes de Pekín, Isabel Cervera. Tras las instantáneas y anuncios que rememoran aquel Shanghái dorado, la muestra acaba con los retratos antropológicos que tomó Juan Mencarini (1860-1936), fotógrafo aficionado que viajó por el país como inspector de las Aduanas Imperiales entre 1881 y 1921. También se incluyen otras fotos del industrial catalán Romà Battló i Sunyol que tomó durante su viaje a China en torno a 1900. Una época tan exótica y lejana como hoy nos sigue pareciendo este fascinante país enclavado en la otra punta del mundo, no solo geográfico sino también cultural.
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