ABC (Andalucía)

Como siempre

El asesinato de Banana Man forma parte de la extrema violencia que domina la historia de Haití

- PEDRO RODRÍGUEZ

Desde que el primero de enero de 1804, unos esclavos en rebeldía declarasen la independen­cia de la primera república negra en el mundo, la historia de Haití ha estado siempre marcada por una violencia extrema. En el país más pobre de América Latina –ejemplo perfecto de todo el sufrimient­o que puede generar un Estado fallido– la vida no vale nada. Ni tan si quiera la del presidente Jovenel Moïse, acribillad­o con nocturnida­d y alevosía en su residencia de Puerto Príncipe.

La suerte de este antiguo capataz de plantación, más conocido como Banana Man, forma parte de esa siniestra tradición tan haitiana por la que el asesinato es considerad­o como una herramient­a de cambio político. De nada han servido colosales esfuerzos como el del presidente Bill Clinton que llegó a desplegar 20.000 soldados del Pentágono para restaurar en el poder a Jean-Bertrand Aristide, víctima de un golpe militar tras su primera victoria electoral en 1990.

En el caso de Jovenel Moïse, elegido presidente en unos comicios con una participac­ión del 18%, el difunto llevaba gobernando por decreto desde julio de 2018. Y aunque su mandato se había agotado el pasado 7 de febrero, este zombi constituci­onal seguía empeñado en transforma­r una democracia imperfecta como la de Haití en una autocracia perfeccion­ada. Especialme­nte desde que en 2017 se descubrier­a su implicació­n en un escándalo de corrupción relacionad­o con el programa de ayuda PetroCarib­e financiado por Venezuela. Toda una vergüenza para un país también de pobreza extrema como es Haití, donde el hambre tortura a un 35% de la población.

Para aferrarse al poder, además de terminar de eviscerar cualquier resto de independen­cia y control institucio­nal, Moïse había formado alianzas con grupos armados para aterroriza­r a sus opositores. Hasta el punto de que el modus operandi de Banana Man recordaba bastante al de ‘Baby Doc’ Duvalier, el último gran déspota de Haití derrocado en 1986. Al final, se trata del riesgo que implica convertir el poder político en un ejercicio de gansterism­o.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain