ABC (Andalucía)

Tres miradas sobre la crisis granadina

- JUAN JOSÉ BORRERO

Hay dos formas de mirar este «vuelvo a Granada» del PSOE gracias a la incapacida­d de PP y Ciudadanos para mantener su pacto de Gobierno. Una es la mirada interior, la que busca encontrar la respuesta indagando en la psicología de los personajes; la que justificar­ía que estamos ante una sucesión de catastrófi­cas desdichas sufridas por un Gobierno municipal a cuenta de viejas venganzas servidas con la frialdad del desapego (ya lo dijo Pérez) y de peculiares personalid­ades políticas cargadas, cual comercial a comisión, de un amplio muestrario de ideales. La insinuació­n de Luis Salvador sobre su posible participac­ión en el gobierno del alcalde «imputado» lo dice casi todo. Como que Cuenca vuelva sin que se haya resuelto su situación procesal.

Esa mirada reducida, localista, evidencia que Granada merece mucho más que este bucle de idas y venidas del bastón de mando que sufre en los últimos mandatos y revela que pocos han estado a la altura de lo que se supone era la encomienda de los granadinos, sobre todo en tiempos de pademia. La otra mirada es la que nos ofrece el gran angular cuando el objetivo amplía su campo político. Y en esto hay que reconocer que han quedado retratados buena parte de los protagonis­tas externos. Tienen nombres y apellidos en la puerta de los despachos más importante­s del PP y Ciudadanos. Juanma Moreno, Elías Bendodo y Teodoro García Egea y Juan Marín e Inés Arrimadas, deben sacar conclusion­es. En el PP han sido incapaces de reconducir la crisis y han demostrado escasa capacidad de diálogo, siglas adentro, con la sombra de Fran Hervías planeando sobre el sosegado pacto andaluz. En el caso de Ciudadanos, el diagnóstic­o añade gravedad a su patología: en un mes no solo ha perdido su principal Alcaldía sino que en la práctica se queda sin representa­ción. El síntoma es evidente y se llama desbandada.

Esto añade una tercera mirada, la esotérica, que nos anima a consultar a la bola de cristal si lo que pasa en Granada se queda en Granada. Y su redondez cristalina nos devuelve imágenes de Albert Rivera, de unas urnas en San Telmo y de un señor al que parece que le ha tocado la lotería y que tiene toda la cara de Juan Espadas.

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