El chiste de Ortega Lara
Vox se ha pasado con el editor satírico, ¿pero quién protesta cuando Podemos ataca a los periodistas?
EL presunto chiste de ‘El Jueves’ sobre Ortega Lara es una insidia que rebasa mis límites éticos y estéticos. Incluso me ofende intelectualmente porque no consigo verle el menor atisbo de ingenio. Tengo que confesar que me solivianta un aspirante a gracioso mucho más que un antipático grosero. El sentido del humor se tiene o no se tiene, jamás se pretende. Por eso suelo huir despavorido de los chistosos postizos como los que han perpetrado el polémico pareado: «El pobre Ortega tiene el cuerpo lleno de quemaduras, no es sano estar cara al sol tras tanto tiempo a oscuras». Un derroche de talento. Pero yo no suelo usar toga. Si este pegote está protegido por la libertad de expresión, el derecho común impera. No se puede prohibir lo que no nos gusta.
La soflama de Vox contra el editor de esa revista publicando sus datos personales y su dirección es una salvajada. Los escraches son intolerables los haga quien los haga y los sufra quien los sufra. Punto. Básicamente porque la ley del Talión es troglodita. Yo puedo decidir que el chiste es inmoral o incluso ominoso, pero no que es ilegal. Eso corresponde a los jueces. Pero esto vale en cualquier dirección. Cuando Pablo Iglesias señalaba a periodistas en sus mítines o a través del pasquín que le montó a su secretaria, los profesionales afectados conocieron la soledad del desierto. ¿Dónde estaban entonces algunas de las asociaciones de la prensa que ahora se escandalizan? Este es un tema sensible que nos amedrenta, pero todos los que nos dedicamos a este oficio sabemos que muchas de estas instituciones están politizadas, como lo están muchas universidades, y asistimos con asombro a su silencio cuando el apaleado no es de su cuerda. Por eso yo paso de esas tutelas corporativistas y me refugio también en la libertad de expresión para criticar las dos cosas: repudio la actitud de Vox aunque me dé punzadas en el pecho el chiste de Ortega Lara y por eso mismo grito que hay que ser muy miserable para mofarse de las víctimas del terrorismo.