Ricoeur y el mal
El mal es casi siempre una superación de los límites y, por eso, es algo absolutamente humano
FUE Paul Ricoeur quien escribió que el mal es un enigma indescifrable. En una conferencia pronunciada en Lausana en 1985, sostuvo que supone un desafío a la teología y la filosofía, en última instancia ligado a la libertad humana.
El profesor de la Sorbona afirmaba que el mal no tiene una naturaleza ontológica, coincidiendo con san Agustín. El de Hipona creía que Dios ha creado todo lo bueno de este mundo, mientras que el pecado es una forma de no ser, una ausencia del bien. Dicho con otras palabras, una negación de Dios.
Ricoeur no establece esa contraposición, sino que se limita a constatar que el mal existe y forma parte del ámbito de lo humano. Pero distingue dos tipos de mal: el que es producto del libre albedrío de los hombres y el que es el resultado de factores imprevisibles como las catástrofes naturales o las enfermedades.
Tanto uno como otro producen sufrimiento, de suerte que, sea cual sea su origen, el hombre padece las consecuencias de esa vulnerabilidad que cuestiona el sentido de la existencia y el orden racional de las cosas. Ricoeur dirá que es imposible entender el mal, aunque sí lo podemos combatir.
Es cierto: el mal es algo insondable. No hay y no habrá jamás una explicación a la maldad que provocó el Holocausto y el asesinato de seis millones de judíos. La pregunta sigue siendo cómo Dios pudo permitir esa masacre, el genocidio de Pol Pot en Camboya o la guerra homicida de los Grandes Lagos.
Ricoeur subrayaba que era difícil compatibilizar la afirmación de un Dios infinitamente bueno con la existencia del mal. Pero, acto seguido, eximía en cierta forma al Ser Supremo al cargar el peso de la responsabilidad sobre la libertad de los hombres.
Las reflexiones del filósofo francés son aplicables a esta pandemia que se ha llevado por delante a millones de personas, ya que, aunque aparentemente el daño tiene causas naturales, es también cierto que la extensión del virus es producto del tipo de vida que hemos elegido, de la forma de relacionarnos y puede que de la explotación intensiva de los recursos del planeta. El equilibrio ecológico se ha alterado y las consecuencias son imprevisibles. Sea como fuere, resulta imposible entender cómo un ser simple, un mecanismo elemental biológico, puede causar tanta devastación.
Ricoeur, que falleció en 2005, se preguntaba▶ «¿Quién sabe si todo sufrimiento no es el castigo por una falta personal o colectiva, conocida o desconocida?». Esta pregunta queda en el aire y nos seguirá mortificando durante mucho tiempo.
La constatación del mal nos genera la misma perplejidad que a Ricoeur, que observaba que surge cuando el hombre toma conciencia de sí y se aparta de los fundamentos naturales que rigen la vida de los animales. El mal es casi siempre una superación de los límites y, por eso, es algo absolutamente humano.