ABC (Andalucía)

¡Más quinoa, menos marxismo!

Para ser de Izquierda Unida, Garzón va más de ‘hipster’ que de proletario

- KARINA SAINZ BORGO

ACUALQUIER­A se le hace agua la boca con estos percales. En una especie de integrismo laico, y no contentos con el deseo de legislar sobre los asuntos de la vida privada –desde la hora de planchar hasta el retozo de alcoba–, los socios de Gobierno se apuntan un san Lorenzo y ponen toda la carne en el asador.

Aburrido en el banquillo del Consejo de Ministros, el responsabl­e de Consumo, Alberto Garzón, presumió de cuota y optó por el activismo ‘youtuber’ para sugerir a los españoles que dejaran de comer carne. «En lugar de tanto añojo, más legumbres y quinoa. ¡Si hasta las pueden plantar en sus huertos urbanos!», le faltó añadir. También dijo estar preocupado por la salud de los ciudadanos, aunque el asunto en realidad va más de gas metano y la flatulenci­a de las vacas que de consumo, o lo que sea que eso signifique. Nunca una bandeja de carne picada había supuesto semejante blasfemia.

El sector de los ganaderos puso el grito en el cielo, como en su día lo hicieron los hosteleros y demás siervos de la gleba. ¡Habrase visto, un país de camareros!, exclamó el benjamín leninista hace unos meses. Para ser militante de Izquierda Unida, obrerista allí donde los haya, Garzón va más de ‘hipster’ que de proletario. Hay quienes aseguran que no ha pisado una granja, ni una fábrica y puede que ni una oficina en toda su vida. Lo cierto es que, cada tanto, el ministro le da razón a Marx en aquello de que la historia ocurre dos veces, primero como tragedia y luego como esmoquin de alquiler. El estilismo de la alienación es tan del gusto de Garzón como los solomillos. ¡Si él mismo los sirvió en su boda de 270 invitados!

Cada uno puede disponer de su conciencia de clase como mejor le parezca, aunque sorprende que a los socios pablistas les puedan la soja, las niñeras y los jardines de 500 metros en los que de ahora en adelante, y de manera excepciona­l, podrá celebrarse como mucho una barbacoa al mes. Menos mal que ahí donde sangre un buen solomillo, habrá un socialista como Sánchez, siempre dispuesto a cortar y repartir el jugoso filete de la ‘cosa pública’.

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