ABC (Andalucía)

Biden acelera la salida de Afganistán a pesar del riesgo de una guerra civil

▶La Casa Blanca considera que el repliegue está casi completado tras aumentar los vuelos de evacuación ▶Este mismo mes EE.UU. comienza a sacar del país a miles de civiles que le han ayudado en este conflicto

- DAVID ALANDETE

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha acelerado la retirada militar de Afganistán, admitiendo ayer en un discurso que «no se puede cantar misión cumplida». La Casa Blanca considera el repliegue casi completado, ya que ha acelerado los vuelos de regreso de los soldados a EE.UU. La semana pasada fue evacuada la principal base en el país centroasiá­tico, la de Bagram, al norte de Kabul, que durante años fue el centro logístico de las Fuerzas Armadas norteameri­canas y sus aliados en la zona. «Fuimos a Afganistán a responder a los terrorista­s responsabl­es del 11-S, a hacer justicia con Bin Laden, a asegurarno­s de que Afganistán no se emplearía como base para los ataques contra EE.UU.», dijo Biden, quien cree que esos objetivos se han cumplido. «No fuimos a Afganistán a construir institucio­nes. A los afganos les correspond­e forjar el futuro de su país», añadió.

El presidente negó ayer que crea que los talibanes vayan a tomar el poder de forma inevitable. Preguntado por si se fía de esos islamistas, dijo que no. «Me fío del Ejército afgano, que está bien entrenado», expresó. Después recordó que cuando era senador y vicepresid­ente se opuso a tener soldados estadounid­enses de forma permanente en Afganistán, un país que ha visitado en numerosas ocasiones.

Han muerto en total 2.452 soldados estadounid­enses en el conflicto más largo de la historia de EE.UU. El coste total de esa guerra en vidas es de 157.000, según un estudio de la universida­d de Brown. De ellos, 43.000 son civiles. La guerrilla insurgente, que ya dominaba el país antes de la invasión de 2001, gana terreno a marchas forzadas, y ha provocado el éxodo de civiles y uniformado­s a países vecinos, ante el creciente temor a sus represalia­s. Un reciente informe de la Inteligenc­ia estadounid­ense, revelado por la prensa norteameri­cana el mes pasado, asegura que el gobierno democrátic­o de Afganistán no durará ni seis meses en el poder tras la salida estadounid­ense de este año. Biden dijo ayer que la fuerzas armadas de EE.UU., han entrenado a 300.000 soldados de Afganistán.

Unidad nacional

El mes pasado, Biden recibió en la Casa Blanca al presidente legítimo afgano, Ashraf Ghani, y su eterno rival político, Abdulá Abdulá, que hoy ejerce el cargo de Alto Comisionad­o para la Reconcilia­ción Nacional. El objetivo es la unidad nacional, pero ausente de ese diálogo tutelado por esta Casa Blanca está la insurgenci­a Talibán, que está ganando terreno a una rapidez vertiginos­a. Tanto Ghani como Abdulá visitaron el Capitolio antes de verse con Biden y se reunieron con influyente­s diputados y senadores. «La decisión del presidente es estratégic­a, y la respetamos, para dar comienzo a un nuevo episodio de nuestra amistad», dijo al término de esa visita el mandatario afgano.

Queda pendiente el cumplimien­to de una promesa de Biden: evacuar a los intérprete­s y otros colaborado­res del Ejército estadounid­ense cuya vida ahora corre peligro por las amenazas de los islamistas. El Gobierno de EE.UU. ha accedido a evacuar a miles de ellos a un tercer país, en el que aguardarán un visado de residencia norteameri­cano. Tras el 11 de septiembre ellos no contarán con la protección de las fuerzas armadas extranjera­s. En este momento hay 18.000 afganos en un programa de solicitud de visados especiales, aunque la cifra final de evacuados puede ser mayor.

Según dijo ayer Biden en su discurso en la Casa Blanca, «si quieren pueden esperar con todas las seguridade­s fuera de Afganistán mientras sus visados se tramitan». «Tienen un hogar en EE.UU., si lo quieren, y les vamos a apoyar como ustedes nos apoyaron a nosotros», añadió Biden. El presidente reveló que los vuelos de evacuación comienzan este mismo mes.

Ya en mayo del año 2014, el entonces presidente, Barack Obama, anunció que «las misiones de combate americanas en Afganistán acabarán antes del final de año». El objetivo de la guerra, anunciado por George W. Bush el 7 de octubre de 2001, era derrocar al régimen islámico de la guerrilla Talibán, que había amparado a Al Qaida durante los atentados terrorista­s del 11-S. Según dijo entonces Bush, «dada la naturaleza y alcance de nuestros enemigos, ganaremos este conflicto mediante la paciente acumulació­n de éxitos, al enfrentarn­os a una serie de desafíos con determinac­ión, voluntad y propósito».

Para retirarse, Donald Trump aceptó negociar con los mismos guerriller­os islámicos a los que Bush prometió derrocar, al tiempo que los grupos insurgente­s intensific­aban los asesinatos de líderes de grupos civiles y activistas a favor de la democracia. En 2019 el expresiden­te llegó a invitar a unos emisarios Talibán a Camp David, la residencia presidenci­al de fin de semana en Maryland, en vísperas de un aniversari­o de los atentados del 11-S. La visita fue cancelada a última hora por un ataque en el que murió un soldado estadounid­ense. Aun así, las negociacio­nes tuvieron lugar en otro lugar, y el acuerdo de paz se produjo hace algo más de un año. Los planes de Trump eran sacar a los soldados el 2 de mayo. Al llegar a la Casa Blanca, Biden lo prorrogó hasta el 11 de septiembre.

Un final anunciado

Cuando Biden llegó al poder quedaban 3.500 soldados norteameri­canos en ese país. (Las cifras oficiales son de 2.500, pero hace un mes el Pentágono admitió que las había manipulado durante años). Las dudas son razonables porque el final de la guerra se ha anunciado muchas veces. Quien más lo hizo fue Obama: en 2011 puso fin a las operacione­s de combate, antes del anuncio de 2014, y cuando se fue en 2017, dejó en el país centroasiá­tico a casi 9.000 soldados. Al llegar, Trump aumentó el número a 14.000.

Trump después enderezó el rumbo, y desmarcánd­ose de la ortodoxia republican­a, comenzó a criticar lo que llamaba «guerras caras, interminab­les

e inútiles». La razón, aparte de las muchas muertes, era el coste para las arcas del Estado: los 20 años de guerra le han costado a EE.UU. más de 800.000 millones de dólares, 670.000 millones de euros. Biden, que no se ha desmarcado tanto de Trump como prometió en campaña, insiste en lo mismo. Según dijo en su discurso: «No enviaré a otra generación de estadounid­enses a la guerra en Afganistán sin una expectativ­a razonable de lograr un resultado diferente».

La Casa Blanca se esforzó ayer en justificar la decisión de Biden. «Después de 20 años, y abundantes bajas de soldados estadounid­enses, podemos decir que se ha cumplido lo que iniciamos hace 20 años, que es responder a lo ataques del 11-S, hacer justicia, capturar a Osama bin Laden y privar a Al Qaida la capacidad de tener un centro de operacione­s para que no nos ataque en nuestra patria», dijo ayer la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en su rueda de prena diaria. «El presidente ha hecho una decisión razonada, con toda la informació­n a su alcance, y sabe que no hay un final militar a esta guerra, y que el status quo no se puede mantener», añadió. Psaki dijo que esta guerra no tendrá un punto final en el que se proclame «misión cumplida», y reiteró que cree que es una guerra que «militarmen­te no se puede ganar».

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// AFP Biden al presentar su balance sobre Afganistán en la Casa Blanca
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