ABC (Andalucía)

Politt, el triunfador en la etapa de la libertad para los gregarios

▶ La retirada de Sagan, su líder, permite al alemán meterse en la fuga y ganar la etapa, seguido por el navarro Erviti

- J. GÓMEZ PEÑA

La mayoría de los ciclistas no son libres. Corren para otros. Imanol Erviti es navarro como Induráin y tiene su planta. Lleva doce ediciones del Tour seguidas. Unas al servicio de Valverde y otras de Landa o Quintana. Ahora trabaja para Enric Mas. Lo que le manden. Como pegaba el peligroso viento de lado, se colocó delante. Sin querer, se vio de pronto en la fuga. Dudó. El instinto del guardaespa­ldas. «He pensado en dejarme coger para proteger a Enric», confesó. Pero le ordenaron que siguiera. Que tenía día libre.

Hace mucho ya desde que ganó dos etapas en la Vuelta, en 2008 y 2010. Una década. Pero ahí estaba, a unos kilómetros de la meta de Nimes con Kung, Sweeny y Nils Politt. Los cuatro gregarios querían aprovechar su día sin cadenas. Lo hizo Politt, la versión alemana de Erviti. Antiguo lanzador de Kristoff, ahora se dedica a cuidar a Sagan. Pero el eslovaco no tomó ayer la salida y eso hizo libre a Politt. Encontró el sitio para irse, en un repecho a una decena de kilómetros de la meta. Kung ya se había rendido. Politt, que creció cerca de Bélgica y sus clásicas, es como Erviti un enamorado de los adoquines de Roubaix y Flandes. Midió. Notó que el navarro iba al límite. Esperó a que Sweeny, el joven extriatlet­a australian­o, diera relevo y justo entonces arrancó. A fondo. Hasta la pancarta.

El navarro entró segundo. No vio la alegría de Politt, que llegó son esa sonrisa suya de dientes desordenad­os. Feliz. En su palmarés no había más triunfo que una etapa en la Vuelta a Alemania. Acababa de lograr el premio gordo en su primer día libre en este Tour. Por la mañana, después de que el líder del equipo Bora, Peter Sagan, anunciara que dejaba la ronda gala por una lesión de rodilla, el director habló con Politt. «Me dijo que lo diera todo, que atacara», contó en Nimes, ciudad donde festejó su libertad.

El viento en este Tour es como el lobo del cuento ‘Que viene, que viene’. Y al final, vino el viento. Se cumplió el parte meteorológ­ico y la salida desde Saint Paul Trois Chateaux se llenó de nervios. La carrera saltó en pedazos azotada por un aire favorable y de costado. Esa dirección es la perfecta para desplegar abanicos. Parecía otra jornada loca cuando el pelotón se metió en la Gargantas del río Ardeche, paredes verticales sobre el cauce. Allí se apagó el viento y se calmó el pelotón, que desistió a 140 kilómetros de la meta de perseguir a una fuga cargada de talento▶ Alaphilipp­e, Politt, Kung, Van Moer, Bissegger, Theuns, Henao, Greipel, Sweeny, Hagen y el navarro Imanol Erviti.

Detrás, el UAE de Pogacar dirigía la marcha. Era día para darle tregua al músculo tras el Ventoux y con la mirada puesta en los Pirineos que se arriman. Era, pues, una jornada para repasar esta trepidante y fantástica primera mitad del Tour. Y para hablar de la aparición en la rampas peladas del Ventoux del danés Jonas Vingegaard, que tiene 24 años y una hija de meses, y que hace cuatro años, tras partirse un fémur en el Tour de los Fiordos, trabajó cortando pescado en un puerto del mar Báltico.

Y hablando de Vingegaard estaba el Tour cuando comenzó a decidirse la etapa entre los trece de la escapada. Hubo fuga en la propia fuga. Se marcharon Politt, Erviti, Sweeny y Kung. Gregarios con salvocondu­cto por un día. Pero sólo uno podía celebrarlo▶ Politt.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain