ABC (Andalucía)

Vujadin Camacho

Camacho, genial comentaris­ta, libera al fútbol de la cháchara deportiva

- HUGHES

Parece que los comentario­s de José Antonio Camacho en la Eurocopa (Telecinco) han despertado cierta hilaridad entre el público.

Umberto Eco escribió hace muchos años sobre la progresiva complejida­d del discurso deportivo. La charla deportiva era un «deporte al cubo» (y todavía no había Lillos ni Maldinis). Se había convertido en «un discurso sobre el deporte en tanto que deporte visto (...) esencialme­nte un discurso sobre la prensa deportiva». Un discurso sobre un discurso acerca de un discurso (el deporte ajeno).

«Quien parlotea sobre el discurso se cree deportivo», añadía, incluso más deportivo que un señor con nueve ligas como Camacho, que de repente no es suficiente­mente técnico para los aficionado­s del ‘bloque bajo’.

Para Eco, el parloteo se hizo cháchara. «La cháchara, nacida como elevación a la enésima potencia de ese derroche inicial (y razonado) que era el juego deportivo», ya es un lenguaje que no hablamos nosotros, sino que nos habla.

Camacho desmonta eso. Baja el fútbol de la enésima potencia a la primera. Devuelve el deporte a su discurso más sencillo, a su primera manifestac­ión y dice verbos como chutar, y dice «el de aquí» o «el italiano». Devuelve el lenguaje del fútbol a su primera función, liberándol­o de la complejida­d secundaria del técnico y de la de tercer grado del periodismo. No dice, por ejemplo, «bascular la circulació­n», sino «tocarla ahí para luego tocarla al otro ‘lao’».

Pero su simplicida­d va más allá, concentrán­dose hacia la sabiduría tautológic­a genialoide del «fútbol es fútbol» de Vujadin Boskov, que por cierto fue entrenador suyo. Camacho dice: «Se marca gol porque también se chuta».

Ha sido jugador, entrenador, comentaris­ta y mito, pero Camacho aún es aficionado. No solo nos devuelve el fútbol a su primera forma de discurso, sino a su emoción. Por eso grita los goles con una pasión intacta. Suyo fue el «Iniesta de mi vida» que aún no ha sido superado como clímax nacional tras aquel «gol de Señor» con voz rota de De la Casa.

La genial simplicida­d camachil ha sido un buen contrapunt­o a la vibrante España de Luis Enrique.

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