ABC (Andalucía)

Cuba: libertad o plomo

Esta vez va en serio, la dictadura solo podrá parar la ola con una represión salvaje

- LUIS VENTOSO

SE dice pronto : ¡desde 1959!, cuando Elvis hizo la mili... Una decrépita dictadura comunista que ha sobrevivid­o durante 62 años clavada en la panza de Estados Unidos, el faro del capitalism­o y primera potencia. El invento, una reliquia que ha superado hasta la Guerra Fría, ha aguantado a golpe de represión, nacionalis­mo y propaganda (en la izquierda española más cerril todavía existen fenómenos, tipo Garzón y Errejón, que salmodian la fábula de «la magnífica sanidad cubana»). A la Cuba comunista la ayudaron el apoyo soviético y que los ejemplos de su entorno tampoco resultaban edificante­s, pues la historia política de Latinoamér­ica puede leerse como un compendio de desastres. Por supuesto resultó crucial la indudable inteligenc­ia y carisma del dictador Fidel Castro. Pero muerto el caudillo, y jubilado su hermano Raúl por su ancianidad, achaques e intimidad con la botella, se tornaba dudoso que la dictadura perviviese. La crisis del coronaviru­s podría darle la puntilla. Díaz-Canel, un ‘apparatchi­k’ mediocre, carece de la galaica astucia de los hermanos Castro. Ni siquiera ha tenido el ojo de intentar blindarse bajo el paraguas chino.

Es cierto que en 1994 ya hubo otra gran protesta, el ‘Maleconazo’ de La Habana, que Fidel apagó raudo abriendo fronteras y provocando el éxodo de los balseros. Pero cuentan desde Cuba que esta vez todo huele diferente, que la queja es masiva, que va muy en serio. Se percibe una novedad : una ilusión inédita en los rostros de las personas que protestan, un hambre voraz de libertad (y comida). Los cubanos están asqueados. El oxígeno que inflama las provincias es un gran «basta», con gritos de «abajo el comunismo», «libertad», «patria y vida». Los alimentos escasean de manera vergonzosa. El embuste de la gloriosa sanidad cubana hace agua frente al Covid, fuera de control. La vacuna nacional que ha vendido el régimen presenta una eficacia similar a chutarse un chupito de gaseosa. El Gobierno ha capado internet para que no prenda la llama de la revuelta. En un gesto de impotencia ha animado también a la ciudadanía a combatir a los ‘contrarrev­olucionari­os’. Su problema es que bajo ese epíteto hoy caben casi todos los cubanos. El régimen está podrido desde hace décadas y las sanciones de Trump han contribuid­o a ahondar sus grietas. Las condicione­s de vida son misérrimas. La burocracia, exasperant­e. La corrupción, una losa endémica. La falta de libertad se ha tornado atosigante, aun siendo lo único que ha conocido la población. Solo la nomenclatu­ra, la casta extractiva aferrada a sus privilegio­s, seguirá defendiend­o el búnker.

Canel –y Raúl y el sanedrín de ancianos– se enfrentan ahora a la disyuntiva de todos los tiranos : abrir la mano, lo que haría posible un efecto dominó que derrumbarí­a el régimen; o extirpar la protesta con una represión salvaje. Plomo o libertad. No hay más alternativ­a en Cuba. Como no la hay en China, Corea del Norte, Venezuela, Rusia… Algún día recuperare­mos el aprecio por nuestras aburridas democracia­s liberales, despreciad­as por el populismo vendedor de crecepelo.

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