ABC (Andalucía)

Nerón en La Moncloa

Esto es la superficia­lidad de la ‘real politik’, la que hoy vence pero jamás convence

- AGUSTÍN

PERY

En Mallorca me tocó debatir en la radio con un podemita de verborrea artillada. Su idea fuerza era que en temporada baja los restaurant­es de la isla debían estar obligados por ley autonómica a servir menús de ocho euros.

Sorteado el pasmo y después de constatar que aquello no era una cámara oculta, insistí en si estaba de coña. Se ofendió. Natural. Era dinamizado­r social y eso es cosa seria porque la gente necesita ser agitada y, oye, vocear menús ‘low cost’ por decreto ley para el aborigen era un avance en la lucha de clases para el Marx mallorquín.

Didáctico, intenté explicarle cuatro rudimentos básicos del capitalism­o. Ya saben, coste empresa, facturació­n, empleados… Empezó a menear la cabeza como la niña del exorcista y negarme con el dedo levantado a lo princesa del pueblo.

Como veía que le subía la coloración y el tipo ya tiraba del manual, «los jóvenes no pueden acceder (…) somos víctimas», le aclaré que la chavalería tenía que salir huyendo de personajes como él sí quería ganar una soldada estival.

Un pandemóniu­m. Como ya el explotador, yo, y el explotado, él, no podían entenderse, acabó por condensar su argumentar­io en un palabro que es muleta de todos estos piezas▶ ‘feixista’. Fascista en ‘bó’ mallorquín.

Volví a casa convencido de que acababa de asistir a la generaliza­ción de un mal que ha terminado por convertirs­e en la otra pandemia de nuestros malos días▶ la diarrea mental de los que exigen derechos mientras se rascan el culo con los deberes. Así, hoy estrenamos un nuevo Gobierno y los que saben de la cosa lo llamarán revolución tranquila, muestra de la capacidad de amoldarse y resistir de un presidente con baraka.

Quia, esto es la superficia­lidad de la ‘real politik’, la que hoy vence pero jamás convence, colmada de eslóganes pero yerma en gestión. Sánchez se redime mostrándos­e implacable, bajando el pulgar mientras como Nerón de Moncloa toca la lira y arde el país.

Vendrán otros y él seguirá, señalando ‘feixistas’, macerado en su ombliguism­o, cómodo en su utilitaris­mo extremista.

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