Díaz-Canel niega la represión en plena ola de detenciones en Cuba
Según el presidente, los manifestantes que salieron a las calles a protestar «tuvieron lo que se merecían» No admite responsabilidad en la crisis económica ni sanitaria de la isla, y señala a EE.UU. como instigador
El presidente de Cuba se dirigió a la población ayer por la mañana (era la segunda comparecencia en menos de 24 horas) para hablar sobre la cadena de manifestaciones que se extendieron este domingo por toda la isla, y que fueron reprimidas con dureza. «Han tenido la respuesta que se merecían, y la van a seguir teniendo, como ha pasado en Venezuela», aseguró Díaz-Canel durante su comparecencia, en la que señaló a EE.UU. como responsable de las movilizaciones, al mismo tiempo que negó que hubiera habido represión. «¿Dónde están los asesinatos cubanos? ¿Dónde está la represión cubana? ¿Dónde están los desaparecidos en Cuba?», cuestionó. Estas declaraciones se producían horas después de que el mandatario convocara a la violencia por la televisión nacional «La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios». Una arenga que alarmó tanto dentro como fuera de la isla ante un posible recrudecimiento de la violencia.
A pesar de negar la represión, la realidad que recogían las redes sociales (que pudieron evitar el apagón informativo impuesto por el corte de internet en la isla) y algunos medios independientes era muy distinta ayer. Algunos de ellos confirmaba la existencia de varias personas heridas en Camagüey, según informó ‘14ymedio’; así como de decenas de desaparecidos o detenidos, entre ellos, varios miembros del movimiento 27-N, como Luis Manuel Alcántara, que salió a protestar en La Habana. «Me voy para la calle, me cueste lo que me cueste», declaró el artista en un vídeo colgado en las redes sociales antes de unirse a las protestas. Al cierre de esta edición tampoco se conocía el paradero de destacados líderes disidentes que se habían sumado a las concentraciones en sus ciudades, como Guillermo Fariñas y José Daniel Ferrer.
También varios periodistas, como Iris Mariño, de Camagüey, y Orelvis Cabrera, de Matanzas, fueron detenidos, así como la corresponsal de ABC Camila Acosta, que fue interceptada ayer cuando salió a la calle a hacer un trámite, según confirmó a Cubanet el escritor el escritor Ángel Santiesteban. Antes de ser detenida, Acosta envió a este periódico la crónica de las protestas en La Habana.
Despliegue militar y policial
La capital cubana se sumaba a la docena de ciudades del país que salieron a protestar por el desabastecimiento en las tiendas, la crisis sanitaria y la falta de libertades. En algunas ciudades, como San Antonio de los Baños donde empezó todo, la movilización fue masiva y pacífica. Sin embargo, en Cárdenas, Matanzas, donde más se ha sufrido la pandemia, los manifestantes llegaron a apedrear los coches policiales y las tiendas que venden en dólares, como respuesta al descontento social que existe, sobre todo porque estos mercados han acentuado la miseria y las desigualdades sociales. En ellas, se ofertan productos a los que la mayoría de la población no tiene acceso. Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Ciego de Ávila y Granma reportaron violentos enfrentamientos entre la población y los militares, con saldo de varios heridos.
Desde el inicio, el régimen desplegó a los cuerpos represivos para disolver las manifestaciones Policía Nacional Revolucionaria, seguridad del Estado, tropas guarda fronteras y otros efectivos de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, algunos de los cuales estaban vestidos de civil y portaban palos, piedras y otros instrumentos para agredir a la población. También se observaban despliegues de decenas de militares de las Brigadas Especiales, conocidos como «boinas negras», quienes portaban armas largas y perros.
En La Habana, el fotógrafo español Ramón Espinosa, reportero de la agencia AP, fue fuertemente agredido por militares y paramilitares. También en la capital del país, las Brigadas de Respuesta Rápida, armadas y orientadas por la seguridad del Estado, acorralaban a los manifestantes pacíficos, a quienes llamaban «gusanos», «mercenarios» y otros calificativos de odio.
Vivir en una Cuba libre
«Estoy aquí porque soy cubano y estoy cansado de tanta miseria, de tanta represión. No es solo el trabajo que nos hacen pasar, es también la humillación, porque nos humillan constantemente. No quiero irme de Cuba, quiero vivir en una Cuba libre (…). Nadie nos paga, a ellos (a quienes nos reprimen), sí les pagan, ellos son agentes, les pagan un salario por hacer eso (…). Estamos pidiendo libertad para Cuba, que se acabe el hambre, la represión, la dictadura, no más miseria», declaró uno de los jóvenes manifestantes en La Habana Vieja. Moisés, otro de los participantes, explicó «Soy cubano, amo a mi país por encima de todo, y estamos aquí pacíficamente. Han dado golpes, han echado gas pimien
ta, han maltratado a mujeres y ancianas».
La ola de masivas manifestaciones no tiene precedentes en el país. La última acaecida en la Isla fue en agosto de 1994, en La Habana, conocida como el «Maleconazo», pero resultó rápidamente disuelta. En los últimos meses se han sucedido pequeñas protestas en algunas localidades del país, fundamentalmente después del 27 de noviembre de 2020, cuando decenas de artistas, intelectuales y ciudadanos protestaron frente al Ministerio de Cultura de Cuba (Mincult), en La Habana, para exigir mayores libertades y el cese de la represión. Aunque ese día el régimen cubano se comprometió a dialogar con la ciudadanía, en menos de 24 horas comenzó a romper esas promesas y, en menos de una semana, cerró el canal de diálogo. Una nueva protesta acaecería frente al Mincult, el 27 de enero de 2021, la cual fue disipada a golpes.
La isla vive actualmente su peor crisis sanitaria y económica. Diariamente, se reportan miles de nuevos casos positivos a la Covid-19 y muertes, varios hospitales se encuentran colapsados y los pacientes ni siquiera tienen acceso a los medicamentos necesarios. A ello se suma el desabastecimiento, los largos cortes de electricidad, la inflación, un creciente descontento social y un futuro que pocas o ninguna esperanza de mejoría ofrece.