‘Las hilanderas’, en versión original
▶ El cuadro de Velázquez se exhibe en el Prado con los añadidos del XVIII ocultos, gracias a un pionero prototipo
No todas las pinturas que cuelgan en los museos históricos tienen las dimensiones con las que fueron creadas. Y el Prado no es la excepción. En el pasado era una práctica habitual –hoy sería una aberración– que se agrandaran los cuadros por necesidades decorativas con el fin de adaptarlos al espacio donde iban a ir colgados. En el inventario llevado a cabo por Pedro de Arce, funcionario del Alcázar, en 1664, se cita una fábula de Aracne con unas medidas de la época equivalentes a 167 por 252 centímetros. Pero, cuando décadas después figura en el inventario del Palacio Real, ya aparece con otras medidas▶ 220 por 289 centímetros. ¿Qué ocurrió? En el siglo XVIII se amplió todo el perímetro del lienzo con una banda de casi medio metro en su parte superior (se añadió el arco y el óculo) y unas bandas más pequeñas en la parte izquierda, derecha e inferior del cuadro. Ello desvirtuó y adulteró por completo la composición velazqueña▶ concebida como una obra mitológica, se había convertido en una escena costumbrista. Hablamos de ‘Las hilanderas’, de Velázquez (h. 1655-1660).
Los añadidos alteran la experiencia de los espectadores. Por un lado, se aleja la escena central del cuadro, quedando en un segundo plano; por otro, la densidad cromática del original queda diluida y, además, afecta a la narrativa de la pintura. Velázquez cuenta la disputa entre la diosa Palas, armada con casco, y Aracne sobre sus habilidades en el arte de la tapicería. Tras ellas aparece el tapiz ‘El rapto de Europa’ que pintó Tiziano para Felipe II (ha estado presente en la exposición ‘Pinturas mitológicas’) y que después copiaría Rubens.
‘Enmarcando el Prado’
En 1983 se acometió la restauración del cuadro. Para ello se convocó una comisión internacional. Dada la fragilidad de su estado de conservación, los expertos desaconsejaron suprimir o doblar los añadidos▶ había que conservarlos íntegramente. Al ser una intervención histórica no se debía perder. Sólo en un par de ocasiones se había podido ver el cuadro colgado en el Prado con sus medidas originales. Para ello se creó un sistema de enmarcado innovador que ocultaba al público los añadidos. Pero había dos problemas▶ la estructura pesaba mucho, lo cual dificultaba su manipulación, y el cuadro estaba embutido dentro de la misma, haciendo muy laboriosa cualquier iniciativa. Por ello se desmanteló dicho enmarcado.
El Prado, en colaboración con la American Friends of the Prado Museum y el patrocinio de la Fundación American Express, ha puesto en marcha un programa, ‘Enmarcando el Prado’, que remozará buena parte de la colección del museo. Aplazado por la pandemia, se estrena con ‘Las hilanderas’, cuyo anterior marco (de madera de pino, fabricado en 1886) ha sido sustituido por un panel de enmascaramiento▶ la estructura pesa menos que la anterior y permite una mayor maniobrabilidad.
Conservación preventiva
Javier Solana, presidente del Patronato del Prado, hacía ayer los honores ante la prensa, ayudando a cerrar el panel móvil, cuyo mecanismo quedaba al descubierto. Explica Andrés
Úbeda, director adjunto de Conservación del museo, que se trata de un prototipo pionero en el mundo▶ aúna criterios estéticos, de conservación preventiva y de sostenibilidad▶ «Los añadidos desplazaron el eje de la pintura, perturbando su contemplación y comprensión. Ahora todas las figuras quedan en un primer plano».
La pintura no está encerrada en un cajón estanco (es fácil el acceso a ella para inspeccionarla), sino en uno móvil, que reproduce la textura y la gama cromática, con lo que el montaje se camufla perfectamente en la sala. Cuenta, además, con una funda de protección, que permitiría, en caso de emergencia, envolver la pintura y protegerla del fuego o el agua. El objetivo de este proyecto es, según Javier Portús, jefe de pintura española del Prado, favorecer que la experiencia de ver el cuadro sea lo más cercana a verla en su estado original, aumentar su protección, facilitar sus controles e inspecciones y que la estructura se mimetice con el entorno.
Advierte Portús que hay otras pinturas de Velázquez que también sufrieron añadidos y sí se suprimieron, al ser su estado de conservación no tan delicado como el de ‘Las hilanderas’. Es el caso de los retratos ecuestres de Felipe III y Margarita de Austria. «En el siglo XVIII no había esa veneración sagrada por el arte y la autoría de las obras. Por tanto, se manipulaban con mayor facilidad», explica Portús. En el futuro, se prevé aplicar este sistema a otras obras del Prado, como ‘Felipe II ofreciendo al cielo al Infante Don Fernando’, de Tiziano, que sufrió una ampliación de la tela en 1625, a cargo de Vicente Carducho, para que coincidiera su tamaño con el de ‘El emperador Carlos V a caballo en Mühlberg’, del mismo artista.