Internet, enemigo número uno del régimen y gran aliado del cambio pacífico
► El corte del acceso a las plataformas de redes sociales revela su implantación
Las autoridades cubanas cortaron el acceso a las principales plataformas de redes sociales para intentar detener el flujo de información ante las manifestaciones contra el Gobierno, dijo una organización de monitoreo web. Los datos del grupo NetBlocks, con sede en Londres, mostraron interrupciones desde el lunes pasado en WhatsApp, Facebook, Instagram y también en servidores de Telegram.
El Gobierno puede interrumpir el acceso a través de la estatal Etecsa (Empresa de Telecomunicaciones de Cuba) y el único servicio de comunicaciones móviles Cubacel, según NetBlocks. NetBlocks dijo que algunos cubanos pudieron sortear las restricciones mediante el uso de redes privadas virtuales o VPN.
El boqueo fue similar al impuesto durante las protestas del llamado Movimiento San Isidro (MSI) por la libertad artística en La Habana en noviembre de 2020, dijo el grupo.
En menos de tres años ha cambiado el panorama en Cuba. El internet móvil fue el pasado domingo el gran aliado de las protestas contra el Gobierno y no resulta extraño que su acceso haya sido cortado rápidamente.
«Todo lo que pasa en Cuba desde un tiempo hacia acá y lo que va a seguir pasando, porque evidentemente van a seguir sucediendo cosas, todo es partir de internet», explicó a la agencia France Presse Abraham Jiménez, periodista independiente y columnista del ‘Washington Post’.
El domingo, cuando los habitantes del pequeño pueblo de San Antonio de los Baños, a una treintena de kilómetros de La Habana, comenzaron a marchar al grito de «¡abajo la dictadura!», esas imágenes fueron transmitidas en directo por Facebook.
Y se propagaron de inmediato. «De pronto, como la gente empezó a ver eso, (...) empezó a salir para las calles en el resto de las ciudades», añade Jiménez. En pocas horas, unas 40 protestas se contaron en toda la isla y todas fueron ampliamente difundidas en las redes sociales.
Giro copernicano
Hace tres años, esas escenas hubiesen sido inimaginables. Durante décadas uno de los países menos conectados del mundo, Cuba no dejó entrar la internet móvil hasta diciembre de 2018. Para entonces, una minoría de los habitantes de la isla tenían internet en sus hogares. El resto sólo podía conectarse en cibercafés o en parques wifi, con una tarifa por hora.
El éxito fue asombroso. De los 11,2 millones de habitantes que tiene la isla, 4,4 millones navegaban desde sus teléfonos a finales de 2020.
Para el Gobierno comunista, mejorar la conectividad era una prioridad para modernizar el país. Ahora cualquier cubano puede desde su teléfono móvil transferir dinero, pagar sus facturas o hacer compras en línea.
Pero también se abrió la Caja de Pandora. «Es una ventana hacia el mundo exterior», opina el sociólogo estadounidense Ted Henken, coautor del libro «La revolución digital en Cuba». Cuando «el Gobierno permitió la 3G fue una respuesta a la demanda ciudadana, y por supuesto una fuente clave de fondos debido a su monopolio [el del operador estatal Etecsa]», añade. «Pero ciertamente permitió una serie de movilizaciones, protestas y demandas que han aumentado todas en alcance» durante los últimos meses.
Noviembre de 2020 marcó un antes y un después. Durante 10 días, el contestatario movimiento San Isidro se atrincheró en una casa para reclamar la liberación de un rapero y trasmitió su protesta vía Facebook, ganando una gran audiencia internacional. Después de que fueran desalojados por la Policía, unos 300 artistas se manifestaron el 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura, convocados por las redes sociales, para reclamar más libertad de expresión, algo inédito en la isla. En abril, la imagen de un disidente alzando uno de sus brazos esposado ante una multitud, tras un intento de detención, se hizo viral en las redes.