ABC (Andalucía)

EL VERANO DE LOS MÚSICOS, DE LA PANDEMIA AL DESCONCIER­TO

TRABAJOS DE LIMPIEZA, CLASES DE GUITARRA... LA INFANTERÍA DEL POP NACIONAL CUENTA CÓMO HA SOBREVIVID­O PARA LLEGAR A LA NUEVA TEMPORADA

- D. MORÁN / J. VILLUENDAS / B. PARDO

Si la cultura en general ha sido una de las grandes afectadas por el parón pandémico y ese guadiana de restriccio­nes que, ahora sí ahora no, abrían o cerraban el grifo según el contexto sanitario, la música en directo en particular viene arrastrand­o un año y medio para olvidar. Según la federación de música en España, Es Música, solo en 2020 se cancelaron 25.000 conciertos y se registraro­n unas pérdidas de 1.000 millones de euros en facturació­n directa. En 2021, es cierto, se han reactivado festivales como el Cruïlla y el Vida y el escaparate de la clase media-alta sigue bien surtido gracias a citas como Pedralbes, Cap Roig o Noches del Botánico, pero, con la mayoría de salas aún cerradas y la amenaza de la quinta ola poniendo en jaque actuacione­s ya contratada­s para el verano, el panorama para la infantería de la música popular es aún incierto. Parece que escampa, sí, pero ahí están los nubarrones, a la vuelta de la esquina, dispuestos a aguar la fiesta en cualquier momento.

Así lo constata la mayoría de músicos que en mayo de 2020 protagoniz­aron en estas mismas páginas el reportaje ‘El viaje a ninguna parte de los músicos sin conciertos’ y que, un año después, siguen varados en la incertidum­bre. Las perspectiv­as mejoran, pero no para todos. «Se ha visto un poco el bolo más masivo festivaler­o, pero las bandas que hacíamos salas, conciertos más pequeños, seguimos igual», explica Juan Carlos Lifante, cantante y compositor de Lifante.

Como muchos otros, Juan Carlos aprovechó el barbecho forzoso para componer y, además de lanzar el EP ‘Un nuevo mundo’, planea editar un single al mes y reunir el resultado en un nuevo disco. Los conciertos, sin embargo, siguen brillando por su ausencia. «Desde que hablamos la última vez debemos de haber hecho unos seis conciertos con la banda al completo y luego yo alguno más en solitario», explica. Conciertos, además, afectados por las limitacion­es de aforo derivadas de la restriccio­nes. «En la vida habíamos hecho ‘sold out’ y ahora llevamos dos seguidos… ¡de 40 personas!», bromea. Y en la agenda, solo dos conciertos pequeñitos. Y del dinero mejor ni hablamos. «Hemos llegado a actuar por 50 euros cada uno», reconoce. Además, añade, la pandemia no le ha sentado demasiado bien a la dinámica interna de la banda. «Nos conocemos todos desde hace años y ahora igual no puedo llevar al bajista a un concierto porque no hay dinero. O voy yo solo y parece que el grupo sea solo mío». Él, mientras tanto, sigue limpiando casas por la mañana y dedicándos­e a la música por las tardes mientras le toma las medidas a una recién estrenada paternidad. «He tenido una cría y la verdad es que el año se me ha pasado muy rápido. No me he enterado de nada», admite.

Otro de los soldados de la música con los que hablamos el año pasado fueron Los Cañoneros, grupo de versiones veterano de nuestra piel de toro. Con sede en Valladolid, durante doce años han llevado a cientos de pueblos y bodas los grandes éxitos del rock nacional, además de telonear a leyendas como Medina Azahara o Loquillo. Así, ese bagaje ha sido un sedimento rocoso para resistir a este año y medio de infierno económico y, ahora, el verano lo afron

tan con una especie de ‘ilusión con pinzas’. Tienen más de veinte conciertos cerrados pero están a expensas de posibles restriccio­nes o cancelacio­nes.

Pato Rodríguez, además de músico, es propietari­o de una cervecería. Hace un año nos relataba que tenía a la gente en ERTE. Ya no. Y se encuentra esperando las ayudas de la Junta de Castilla León, del Ayuntamien­to de Valladolid… Por el momento solo ha recibido una protección de autónomos que, con la obligación de pagar la cuota, casi no le daba ni para las rentas del local cerrado esos meses. «Pero es la primera vez que nos ayudan, por otro lado. Llevo aquí 20 años y me he visto en otras muy gordas y nunca nos habían ayudado», asevera. Y remarca «Lo que sí te puedo decir es que no vamos a caer ni el bar ni el grupo. Cañoneros va a seguir activo. En ningún momento se nos pasó por la cabeza dejar de pagar el local o deshacer la banda, siempre creímos en ello, pagando el local, pasándole la revisión a la furgoneta, actualizan­do y arreglando equipos porque sabíamos que en cualquier momento podíamos empezar a trabajar. ¿Planes de futuro? Los justos, pero pase lo que pase seguir tocando». Y otro tipo de formación la Orquesta Jamaica. Caso atípico porque solían trabajar todo el año, al contrario que muchas orquestas solo veraniegas, y gracias a ese tipo de contrato anual pudo su plantilla acogerse a un ERTE. Y es que el 2020 fue el desierto de actividad, a pesar de tener 100 fechas contratada­s que se anularon sin indemnizac­ión de ningún tipo. Los socios de la empresa, hijos de Francisco Barquero, el fundador ya jubilado, tuvieron que buscarse la vida en otros ámbitos. «Uno de chófer de un camión, otro haciendo chapucilla­s de todo tipo, otro intentando sobrevivir con un estudio de grabación…», nos cuenta el patriarca. Y la propia orquesta también se ha adaptado a las circunstan­cias «Aprovechan­do el material que tenemos, hicimos ‘cine de verano’ el año pasado. Y, teniendo en cuenta la situación que habíamos vivido y en previsión de que la cosa no mejorase este año, hemos hecho varios espectácul­os más pequeños, pero manteniend­o la calidad. A pesar de ello, las perspectiv­as para este verano no son muy optimistas, los ayuntamien­tos están muy reacios a contratar y casi todo está en el aire a la espera de ver cómo evoluciona esto».

Alejandro Abellán, que es guitarrist­a, no es tan pesimista, pero porque la falta absoluta de expectativ­as es muy saludable. «Yo ya pensaba que los conciertos no iban a volver hasta el verano que viene. En mayo tenía muy claro que este verano no se iba a hacer nada. Y la verdad es que de repente la cosa se ha reactivado. De cero actuacione­s a ir incluso agobiado con los compromiso­s. Lo agradezco muchísimo, muchísimo», celebra al otro lado del teléfono. Con el parón de 2020 se convirtió en profesor a tiempo completo, por pura superviven­cia, y ahora, de nuevo, tiene tres bolos por semana, algo que hasta hace poco era una utopía. También vuelve a la gira de Isabel Pantoja el 7 de agosto. «Es que agosto lo tengo prácticame­nte cerrado. Con cosas pequeñas y demás, pero está genial. Y para septiembre hay buena previsión», comenta antes de despedirse. Por cierto no dejará de ser profesor, porque le ha cogido el gusto a las clases y a la estabilida­d.

Por su parte, Gabriel Peso, pianista, también está feliz, porque el año pasado fue una locura absoluta pasó de estar constantem­ente viajando para tocar a volverse a vivir a casa de sus padres, en Pontevedra, para ahorrar dinero. Allí se puso a componer, a grabar y a producir, que era lo que se podía hacer. «Ahora ya estoy de vuelta por Madrid. Por lo menos en cierta parte del gremio la situación ha mejorado, se ve un repunte en la agenda... Yo echaba de menos hasta no dormir. Llegar a casa a las tres de la mañana y estar a las nueve cogiendo un avión», confiesa. El verano pinta bien para él, y en el horizonte clarea en octubre empieza una gira por Estados Unidos como pianista de David Bisbal. Casi nada. «La verdad que me considero un privilegia­do dentro del sector», remata.

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...y el mismo Juan Carlos Lifante, con su hija recién nacida
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El guitarrist­a Alejandro Abellán, en pleno concierto
Gabriel Peso, pianista, durante una actuación El guitarrist­a Alejandro Abellán, en pleno concierto
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Los Cañoneros, en el Museo de la Ciencia de Valladolid en su retorno en febrero
El cantante de Lifante durante un concierto... Los Cañoneros, en el Museo de la Ciencia de Valladolid en su retorno en febrero

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