No me sorprende
Descuidamos la libertad y nos la robaron
RECUERDO el día que Via Veneto renunció a la carta sin precios para las señoras, la primera vez que alguien me dijo que ceder el paso a una dama era micromachismo y mirarla al pasar un acto de casi violencia. Recuerdo cuando me llamaron racista por comparar a Ansu Fati corriendo con el cuerpo de gacela de los manteros cuando huyen por las Ramblas; y recuerdo cuando nos volvieron a clavar en la Cruz por el mero hecho de cargarla y de reconocer en ella lo que tenemos de trascendente y civilizado. Recuerdo el día en que Santiago Segura reconoció que hoy no podría rodar Torrente, ni Sabina escribir gran parte de sus canciones, y por supuesto la vez que una chica me dijo que iba a denunciarme porque me había visto darle a mi hija una bofetada. Recuerdo uno a uno estos días, estas claudicaciones, cómo el feminismo y el buenismo fueron tejiendo la madeja de esta infamia y los que tenían que alzar la voz, callaron. Descuidamos la libertad y nos la robaron. Por lo tanto respondo siempre que no cuando me preguntan si me sorprende que hayamos llegado a Pedro Sánchez, Albert Rivera, Pablo Iglesias, Pere Aragonès o Carles Puigdemont. ¿Cómo podría causarme sorpresa este país deshilachado, este tercermundismo moral, esta prosa barata, el fin de la virilidad? ¿Cómo va a sorprenderme que cuatro cabreros fanáticos se atrevan a dar un golpe de Estado en Cataluña?
No estoy sorprendido. Estoy indignado. Y no con el matrimonio Ceaucescu, ni con los aldeanos golpistas, ni con el feminismo, o el veganismo, que es una forma de autismo aún por diagnosticar. Estoy indignado con los que no hicieron nada cuando nuestro modo de vida libre estaba siendo destruido; con los hombres –que en verdad no merecen este nombre– que cada día me insultan en las redes sociales por un vídeo, sustraído además ilegalmente de una conversación privada, en el que explico por qué los cuerpos jóvenes de mujer me gustan más que los que ya envejecieron. Estoy indignado con el insólito museo de la rata de los que en privado te celebran y en la calle se confunden con el linchamiento de la turba.
No, no me sorprende Sánchez. Y me parece que tiene bastantes más cojones que los que tanto se hacen los que quieren echarle.