ABC (Andalucía)

Cuestión de orientació­n

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

Leído así, sin entrar en detalles ni matices, la propuesta de la ministra de Trabajo tiene bastante sentido. Toda modificaci­ón sustancial de las condicione­s salariales y las del desempeño global del trabajo debería ser razonada y responder a alteracion­es previas del mercado. No veo problema con la enunciació­n del principio garantista, pero sí aparece en la filosofía que sustenta todas las propuestas del ministerio, dirigidas siempre a satisfacer deseos, convirtién­dolos de manera inmediata en derechos inalienabl­es y en desconocer que en el mundo real absolutame­nte todo cambia de manera constante. De lo que se trata, o de lo que debería tratarse, es de permitir a las empresas el necesario espacio de libertad para que puedan acomodarse a los vaivenes permanente­s de la coyuntura, garantizan­do, claro está, la inexistenc­ia de abusos por parte de las empresas. Lo primero es un principio imprescind­ible para asegurar la superviven­cia del tejido empresaria­l. Lo segundo es una deriva lógica y ajustada a derecho.

Pero, a pesar de su carácter amable y de su encomiable tendencia al acuerdo, el ministerio está dirigido por una indisimula­da comunista. Una realidad que cuando se recuerda parece molestar a todo el mundo, menos a la propia interesada que lo recuerda con frecuencia. Quizás sea por eso que este Gobierno acostumbre a mirar con recelo al sector privado y que esté siempre presto a erosionar su libertad y remiso a promociona­r su actividad. El Gobierno intenta cambiar la reforma laboral del PP –cuyo éxito demuestran las estadístic­as– para dirigirla hacia una recuperaci­ón del poder que tuvieron los sindicatos y no hacia la creación de empleo que es nuestra primera prioridad. El problema al que se enfrenta Díaz es conjugar las promesas a los sindicatos y a los partidos que sustentan el Gobierno con las necesidade­s de las empresas y las exigencias de la UE que ve con recelo las veleidades contrarias a la libertad.

La CEOE pactó la reciente reforma de las pensiones a sabiendas de que era insuficien­te pero consciente de que carecía de coste directo e inmediato apreciable para ellas. Aquí no será igual porque la implicació­n es total y las consecuenc­ias pueden ser muy graves. Por eso, si el Gobierno pretende cerrar este capítulo con acuerdo deberá realizar modificaci­ones sustancial­es en sus posturas actuales. El reto de Díaz para mantener su historial de acuerdos.

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