ABC (Andalucía)

Las 72 horas que hicieron temblar al castrismo

►Las protestas del pasado fin de semana generaron en el Gobierno escenas de tensión nunca vistas, con la dimisión, no aceptada, de un viceminist­ro y la puesta en marcha del plan de fuga de los líderes rumbo a Sudáfrica

- ALEXIS RODRÍGUEZ

Los militares dejaron al presidente Díaz-Canel fuera de las decisiones para afrontar la crisis El servicio de inteligenc­ia cubano activó un plan de fuga para sacar a sus líderes hacia Sudáfrica

El peor de los escenarios posibles que contemplab­a el Gobierno comunista cubano, el peor de sus temores, se hizo realidad el pasado fin de semana. Durante 72 horas la isla vivió un levantamie­nto popular espontáneo que afectó simultánea­mente a más de 40 localidade­s, desató el pánico entre los jerarcas del régimen y mostró al mundo entero la miseria, la falta de libertad y de medicinas que hay en Cuba. Unas imágenes nunca vistas de protestas populares contra el castrismo que nada tienen que ver con el famoso ‘Maleconazo’ de 1994, un movimiento aquel en realidad infiltrado por el régimen y que acabó cuando salió Fidel a las calles pidiendo a la gente que se marchara a casa. Esto fue muy distinto. Cientos de detenidos, numerosos heridos y muertos no reconocido­s por el régimen, reuniones urgentes de los altos cargos en las que no participó el presidente Miguel Díaz-Canel, desavenenc­ias, dimisiones de importante­s cargos, discusione­s y lo que nunca había sucedido en Cuba la activación del plan de huida de Raúl y los suyos, que ya tenían listo el avión Ilyushin Il-96 en el aeropuerto de Boracoa para volar rumbo a Sudáfrica. Controlada, infiltrada y dividida la oposición política, vigilada la población a través de los comités de defensa de la revolución (CDR), monopoliza­dos los medios de comunicaci­ón, desde hace años, Castro y su curia solo temían que las pésimas condicione­s de vida pudieran provocar una protesta popular espontánea (tal y como publicó ABC el pasado 18 de abril) y esta finalmente se produjo por una medida que tomó el propio Raúl la llegada de internet a la isla que él autorizó en 2015. Desde entonces los cubanos acudían a los cibercafés y a las puertas de los hoteles con wifi para conectarse, y solo una pequeña minoría tenía internet en casa. Pero en diciembre de 2018, Cuba se abre al internet móvil y su éxito fue asombroso. De los 11,2 millones de habitantes de la isla, 4,4 millones navegan con sus teléfonos desde finales de 2020. Para el Gobierno supuso unos ingresos cuantiosos ya que la red pertenece a Etecsa, propiedad del Estado.

ABC ha recabado informació­n de las numerosas protestas que desde hace tiempo tenían lugar en el oriente del país, pero nada de eso trascendía a La Habana. Los estragos del Covid empeoraron notablemen­te las condicione­s de vida en la isla y las protestas fueron en aumento. Los jóvenes comenzaron a ver esas protestas en sus móviles y la llama prendió en la pequeña población de San Antonio de los Baños, próxima a la capital, donde está la principal base aérea del país. La gente pierde el miedo y sale a la calle, no solo los jóvenes. El 80 por ciento de la población de San Antonio tiene estrechos lazos con la base aérea. Los militares están desconcert­ados, no saben qué hacer, no quieren disparar contra sus vecinos y familiares.

El Gobierno entra en pánico

Las imágenes de las protestas en San Antonio que no son reprimidas por los militares llegan vía internet a La Habana el 11 de julio. «La gente sale a la calle harta y sin miedo, por primera vez en la vida no tienen miedo», explican fuentes de la isla a ABC. «Nadie en Cuba había visto eso en su vida», subrayan. Y nadie en el mundo había visto eso en Cuba. La isla arde en protestas y se desata el pánico en la cúpula militar. Reuniones de urgencia; sacan a Raúl de su casa natal de Birán. El líder de 90 años, enfermo de cáncer de esófago y recto, y con pancreatit­is crónica por su afición al alcohol, aunque aún resiste, (ver ABC del pasado 18 de abril) sigue siendo un referente para las varias decenas de militares que ocupan la cúpula del poder.

Hay una reunión del Politburó en la que participa el presidente Díaz-Canel, pero solo es fachada. En la reunión del Consejo de Seguridad, donde se toman las decisiones, él no está. Los militares lo mandan a hacer visitas a San Antonio y otros lugares para calmar los ánimos. Díaz-Canel, el ‘puesto a

dedo’, el ingeniero que no es un militar de verdad aunque es mayor del Ejército, consume su poco prestigio político insultado, abucheado, en definitiva quemado. Los militares se mueven rápido. Se impone lógicament­e el corte de internet en toda la isla, pero los manifestan­tes siguen activos y comunicado­s a través del uso de redes privadas virtuales (VPN) y la protesta parece imparable. Por unas horas el régimen se tambalea.

En las reuniones de la alta jerarquía militar se ve lo que nunca se ha visto. Discusione­s, desavenenc­ias, gritos, desconcier­to y trasciende la dimisión del viceminist­ro del Interior Jesús Manuel Burón Tabit, «dimisión que no le es aceptada porque es hora de mantener las filas prietas, todos unidos, sin fisuras», explica a ABC una fuente del Ministerio del Interior cubano. La situación es completame­nte nueva. Tienen

planes de contingenc­ia bien preparados y estudiados para estos casos pero no se ponen de acuerdo. Los mandos más jóvenes de la PNR, la Policía Nacional Revolucion­aria, no quieren disparar contra el pueblo. Los generales más jóvenes tampoco. La vieja guardia quiere mano dura. Los más próximos a Raúl ordenan preparar el Ilyushin Il-96 por si hay que irse del país, algo que no descartan. Ya está listo, lleno de combustibl­e en el pequeño aeropuerto civil de Baracoa. El destino más factible es Sudáfrica. El Il-96 de largo alcance y fuselaje ancho puede llegar allí sin problema. Sudáfrica no tiene convenio de extradició­n con Cuba, los jerarcas del régimen tienen negocios por valor de cientos de millones de dólares en ese país; de hecho López Calleja, el amo y señor de Gaesa, el conglomera­do de empresas propiedad del Estado, estuvo en Sudáfrica hace algo más de mes y medio. Además, allí tienen viejos amigos que le deben favores desde los tiempos de la guerra de Angola.

Contraataq­ue comunista

Pero el régimen y sus servicios de inteligenc­ia, creados y dirigidos por un viejo grupo de gallegos y canarios entrenados por el KGB y la Stasi, son gente difícil de batir. Ponen en marcha sus ciberclavi­as, perfiles falsos de internet creados por la UCI, la Unidad de Ciencias Informátic­as de La Habana, e inundan las redes sociales. El general Omar Acosta pone en marcha el Ejército de Occidente y Laureano González hace lo mismo con el Ejército Central. Cierran La Habana y el este del país, entre ellas ciudades como San Antonio de los Baños. El general Agustín Peña al frente del Ejército Oriental ya controla su región.

Comienza la represión con material militar aunque no llegan a usar los carros de combate que estaban listos en El Bosque de La Habana, un enorme y precioso parque de la capital. Se emplean con contundenc­ia, sin miramiento­s. Cientos de detenidos, pero también hay muertos y heridos. El lunes la protesta comienza a ceder. Su espontanei­dad, que fue el origen de su éxito, es su perdición. Al no haber líderes ni organizaci­ón, al ganar el Gobierno el control de internet y los militares el control de calle comienza a disiparse el sueño de una nueva y auténtica revolución en Cuba. El martes solo hay protestas en algunas ciudades del oriente del país. El castrismo se ha salvado del primer embate de la oposición.

Pero el régimen tiene miedo. Ellos saben que la gente está harta de la miseria, de la falta de libertad, de la represión. Que esto no es culpa del Covid y del embargo, como repiten sus terminales mediáticas en medio mundo. Y no saben qué hacer.

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Miguel Díaz-Canel junto a Raúl Castro en el acto de apoyo a la Revolución organizado una semana después de las protestas
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// AFP Díaz-Canel, entre guardaespa­ldas y manifestan­tes el pasado fin de semana en San Antonio de los Baños

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