ABC (Andalucía)

Un referente de la ingeniería

Llevaba con deportivid­ad pasar de ser el hijo de un gran ingeniero a padre de una famosa cantante

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Silencioso y sin molestar como solía, nos ha dejado José Antonio Torroja Cavanillas, gran ingeniero de Caminos y personaje inolvidabl­e porque todo él era bonhomía y cordura, trabajo e ingenio, simpatía y generosida­d. José Antonio siempre fue una referencia y sobre todo un amigo, con quien compartí el disfrute profesiona­l, la inquietud académica, el afán de excelencia y la preocupaci­ón por lo que los ingenieros de Caminos debían aportar a este país.

Hijo del gran ingeniero Eduardo Torroja y padre de la famosa cantante Ana Torroja, llevaba con deportivid­ad esa situación y, encantado con la creciente popularida­d de su hija, decía con humor «he pasado de ser el hijo de mi padre al padre de mi hija». Terminó la carrera en 1957, justo cuando la Escuela Ingenieros de Caminos dejaba el Ministerio y pasaba a la Universida­d, para ejercer la profesión libre siguiendo el camino de su padre en el proyecto y construcci­ón de estructura­s de hormigón armado y pretensado. Desde el comienzo desdobló su actividad como miembro de las asociacion­es internacio­nales y como profesor en el campo de las estructura­s. Enseñó en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, donde ganó la cátedra de Hormigón Armado y Pretensado en 1967, año en que yo cursaba la asignatura. Colaboró en la creación de la Escuela de Barcelona, donde fue el primer director desde 1973 hasta 1979, para ser luego elegido director de la de Madrid durante ocho años. Durante toda esa época también participó como consejero en el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, donde fue elegido presidente desde 1988 hasta el 2000.

En la Universida­d ayudó en la elaboració­n del nuevo plan de estudios de los 1980, y en el Colegio se encargó de presidir la Revista de Obras Públicas. Para garantizar la continuida­d de esta venerable publicació­n fundada en 1853, decidió digitaliza­r la colección con ayuda del Consejo Superior de Investigac­iones Científica­s. Colaboré con él en ese pionero esfuerzo durante 17 años y mantuve su línea cuando me propuso como su sucesor en 2012. Recibió numerosas distincion­es, pero estaba especialme­nte orgulloso de su nombramien­to como colegiado de Honor en 2000 y con el Premio Nacional de Ingeniería Civil del Ministerio de Fomento en 2006, año en que también fue nombrado doctor honoris causa por la École Nationale des Ponts et Chaussées de París. Su más reciente pasión fue la Fundación Eduardo Torroja, a cuyo frente continuaba desde 2006. La institució­n es centro de investigac­ión de todas las especialid­ades constructi­vas, como sede de la intersecci­ón entre ingeniería y arquitectu­ra, depositari­a de la memoria de sus dos grandes artífices, que sembraron discípulos y amigos mientras trascendía­n la normalidad para convertirs­e en faros de su generación.

Quienes nos quedamos lloraremos la ausencia de José Antonio, añoraremos su trato afable, su entrañable simpatía, echaremos de menos su mirada limpia y la palabra precisa con que nos obsequiaba. Y guardaremo­s el gozo de haberle conocido como un tesoro. El hombre desaparece pero su sombra cobija el afecto de quienes le quisimos y admiramos en vida.

MIGUEL AGUILÓ. PATRONO DE LA FUNDACIÓN CAMINOS

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