Usted no sabe quién soy yo
ESCENA primera. Suena el teléfono en Moncloa. ¿Presidente? Ha salido la sentencia de Gürtel. Dice que lo sabías todo, que has mentido en el juicio y que el PP era la cueva de Ali Babá. Pausa reflexiva. El puro humea con la televisión de fondo. ¡Llama a Carmen, a la vicepresidenta, a los ministros de Justicia, Defensa, Agenda 2030, a todos…! Presidente, no tenemos ministro de Agenda 2030. ¿Igualdad? No. ¿Consumo? Qué va. ¿Universidades? Tampoco. ¿Y eso? Coño qué raro..., me lo apunto, no puede ser.
Escena segunda. Todos sentados en Moncloa con cara circunspecta. Más humo. La sentencia es una infamia, salta un ministro. Van a por ti, presidente, jalea otro. ¿Qué respuesta damos? Que han sido dos jueces contra uno, lo que demuestra una fractura tremenda y la sentencia queda deslegitimada. ¡Vale! ¿Más? Que el juez De Prada no ha tenido sentido de Estado. Correeecto. Seguimos. ¿Y si decimos que no es una sentencia, sino elucubraciones doctrinales? Y que lo diga uno que sea juez. Zoido, por ejemplo. Alambicado, pero útil. Cojonudo. Yo tengo otra idea. Que si no fuese por la lucha del PP contra la corrupción, ahora mismo habría 450.000 corruptos más. ¡Cerebro, eh! ¿Más? ¿Y si añadimos que hicimos lo que teníamos que hacer? Otro, otro… que salga un juez de los nuestros, uno de relumbrón, y diga que Prada es lego, un jurista de salón que no tiene ni puta idea del daño que hace al Estado. ¿Todo claro? Venga, que salga el ministro de Justicia y ponga cara de ofendido, y leyendo el ‘prompter’ ese de las letras, que ponga las manos así, juntando las yemas de los dedos como hacía Zapatero para darse solemnidad, y que insinúe que el Estado somos nosotros y no esos tribunalillos de mierda. Que nosotros somos el Gobierno, qué coño, que el Congreso me avala, y que no vengan ellos a decirnos qué es legal o no, o qué tenemos que hacer contra la corrupción. Y los demás ministros, que digan alto que los jueces no saben de qué hablan. Una voz discrepa. Perdón presidente, no podemos hacer todo eso. ¿Por qué? ¡Carallo, soy el presidente! Bueno, hay recursos y tal, ya sabes... Pero son jueces. Son sentencias. Acatar y aguantar el tirón. Respetar. Eso sí es cuestión de Estado, presidente. Apúrate el whisky. Se acabó.
Escena tercera. Pedro Sánchez inicia su discurso de moción de censura. ¿Me recuerdan? Lo harán. Al tiempo. Ustedes no saben quién soy yo.