ABC (Andalucía)

Nosotros, como Blancaniev­es

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

LLEVAMOS unas cuantas semana encantados con los datos económicos que aparecen. El PIB crece de manera apabullant­e, entre otras cosas porque lo comparamos con el trimestre del ‘derrumbe’ del segundo de 2020. El empleo se recupera por la vuelta a la normalidad, habilitada por la desaparici­ón de las restriccio­nes a la movilidad. El despegue de los contagios no ha logrado vencer el miedo del Gobierno a imponer una marcha atrás en la desescalad­a, ahora que llegan las vacaciones. Es cierto que el IPC estira el cuello, pero los expertos dicen que es temporal que no debe preocuparn­os y si alguien se preocupa que oiga al BCE que curándose en salud ha flexibiliz­ado el objetivo para seguir regando a unos estados cuya sed de endeudamie­nto carece de límites.

Estábamos encantados pero olvidamos que hay cosas que no van nada bien. La primera son los precios de productos esenciales, como la luz y los carburante­s, empeñados en batir récords, ahora que empiezan los Juegos Olímpicos. Los productore­s de electricid­ad culpan a los impuestos que soportan la tarifa. Pero, el Gobierno baja el IVA y el bolsillo no lo nota. Por el contrario, la parte del Gobierno preocupada por la cantidad de filetes que se come usted (el presidente solo come chuletones al punto) opina que el culpable es el sistema de fijación de los precios. ¿Qué ha cambiado la ministra de Energía para que pase ahora lo que antes no pasaba? Total, un castigo justo en la época del año que más nos gusta castigar al bolsillo.

Luego está el récord absoluto de la deuda. Le pasamos al pobre Práxedes Mateo Sasgata que, en 1900, tuvo que lidiar con las consecuenc­ias del desastre de Cuba. Debemos 1,41 billones de euros. Es decir, debemos lo que no tenemos y lo que no sabemos cómo ni cuándo pagaremos. Pero no pasa nada. Este Gobierno no va a tomar ninguna medida que irrite más a los ciudadanos y tomará todas las que sean necesarias para garantizar su contento. Ya sea actualizar las pensiones, prolongar los ERTE, proporcion­ar el IMV o –«dele tiempo» que diría el agudo Rufián–, subir el SMI.

Pensar que todas las cosas que no van bien las va a arreglar la llegada de los fondos europeos es ser más ingenuo que el ratoncito Pérez y más desaprensi­vo que Blancaniev­es transitand­o alegre por el bosque. Usted, óigale al lobo feroz (el holandés Mark Rutte en nuestro cuento) y verá de qué va esto de verdad.

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