El enconamiento entre Londres y la UE por el Ulster se contagia a Gibraltar
El nuevo ministro de Exteriores, Albares, se reúne con su colega británico para tratar de reducir tensiones
Las tensiones entre el Reino Unido y la Unión Europea suben de tono por las diferencias sobre el Protocolo irlandés, una situación que amenaza con empantanar las negociaciones sobre Gibraltar que deberían iniciarse en septiembre y que parten también de una posición extremadamente difícil. Tanto el Gobierno de Londres como sus representantes en la colonia ya han considerado inaceptable el proyecto de mandato negociador que ha aprobado la Comisión Europea. El nuevo ministro español de Exteriores, José Manuel Albares, viajó ayer a Londres para reunirse con su colega Dominique Raab, e intentar suavizar la posición británica que se plantea como completamente inflexible también en este campo. No consta que avanzase nada en este sentido.
La llamada que realizó ayer el primer ministro británico Boris Johnson a la presidenta de la Comisión Ursula von der Leyen, no sirvió en absoluto para mejorar las cosas. La llamada duró unos 30 minutos y fue pedida por el británico un día después de que su ministro para las relaciones con la UE, David Frost, dijese que Londres quiere renegociar el Protocolo irlandés y que su contraparte en Bruselas, el vicepresidente Maros Srfcovic, respondiera con una carta en la que sostenía que eso es imposible. Von der Leyen le dijo lo mismo por teléfono a Johnson. «La UE seguirá siendo creativa y flexible dentro del marco del Protocolo. Pero no vamos a renegociar», escribió la presidenta en redes sociales.
Un portavoz de Downing Street explicó que en la conversación de ayer «el primer ministro señaló que la forma en que operaba actualmente el Protocolo es insostenible. No se han podido encontrar soluciones a través de los mecanismos existentes y por eso habíamos presentado propuestas para cambios significativos» en las reglas e «instó a la UE a considerarlas con seriedad y trabajar con el Reino Unido en ellas. Existe una gran oportunidad para encontrar soluciones prácticas y razonables a las dificultades a las que se enfrentan las personas y las empresas en Irlanda del Norte y, por lo tanto, mejorar la relación entre el Reino Unido y la UE».
La versión británica es que quieren «reducir la burocracia» que ha provocado su decisión de salir de la UE y como única señal de apaciguamiento el portavoz reiteró que Londres no tiene planes de invocar la cláusula del Protocolo que le permitiría dejar de aplicarlo, aunque la mención a este extremo también puede interpretarse como una advertencia de que podrían hacerlo.
Johnson llamó después a la canciller Angela Merkel, siguiendo su táctica de intentar dividir a los europeos, y lo que se sabe de esa conversación es un tuit muy contundente y revelador del portavoz del gobierno alemán en el que se pregunta si no «es demasiado esperar que el Reino Unido mantenga lo que ha negociado, firmado y ratificado».
Este ambiente no parece el más favorable para esperar que avancen las negociaciones sobre las relaciones de Gibraltar con la UE. El viaje de Albares a Londres tenía como objetivo tratar de suavizar las reticencias con las que han recibido la publicación del mandato negociador, que es una relación de los objetivos que se pretenden alcanzar y que tanto Frost como el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo, han tirado ya a la papelera como algo que se desvía «inútilmente» de lo que dicen que les prometió la ahora cesada ministra española de Exteriores, Arancha González, en el llamado acuerdo de Nochevieja.
Aquel acuerdo se basa en la idea de que Gibraltar pase a formar parte del espacio Schengen, lo que por un lado permitiría que desaparezca cualquier control aduanero o fronterizo en La Línea, pero implicaría que la UE tendría que controlar la llegada de viajeros y mercancías a Gibraltar, incluyendo los vuelos directos desde el Reino Unido. «El proyecto de mandato de la UE es un asunto suyo [de la UE], por supuesto, pero debo decir que con ese borrador no hay posibilidad de que pueda haber ninguna base para un acuerdo», dijo Picardo. Raab fue aún más duro en su valoración y dijo que se sentía «decepcionado» porque frente al «acuerdo pragmático» alcanzado entre España y el Reino Unido, «el mandato propuesto por la Comisión entra en conflicto directo con ese marco y busca socavar la soberanía del Reino Unido sobre Gibraltar y no puede ser la base para las negociaciones».
La paz en Irlanda del Norte y las relaciones de Gibraltar con España son dos problemas que habían quedado en una situación óptima gracias a que el Reino Unido formaba parte de la Unión Europea y que han reaparecido en los primeros meses en los que se ha puesta en práctica la desconexión. Los gibraltareños votaron de forma masiva a favor de que el Reino Unido siguiera en la UE, y la propuesta de que se integren en Schengen a pesar de que no son un Estado es la solución más pragmática que la Comisión puede ofrecerles en las actuales circunstancias. Lo mismo sucede en la isla de Irlanda, donde nadie quiere una frontera física con el Ulster. En ambos casos, los británicos han de comprender que no pueden seguir con la obsesión de decidir qué partes de las reglas les gustan y cuáles no. Un diplomático europeo reconocía ayer que estos obstáculos no sorprenden a nadie y que «ya se sabía» que tarde o temprano aparecerían. No ha sido una sorpresa que hayan aparecido tan pronto.
Los problemas con el Ulster y Gibraltar, que querían seguir en la UE, han aparecido pronto tras la desconexión