ABC (Andalucía)

El último baile de Valverde

► A sus 41 años, el Bala afronta el reto final de su carrera; todo el equipo trabajará para que consiga la medalla que no tiene

- FRANCISCO J. MOYA

Alejandro Valverde debía haber ganado el oro olímpico en Pekín. 2008 era su año, estaba en plenitud, el circuito le venía de cine, el final picando hacia arriba era ideal y, en definitiva, el murciano era el gran favorito. Los italianos lo vigilaron en todo momento, ya que Paolo Bettini era el otro ciclista llamado a llevarse toda la gloria aquel día ante la Muralla china. Así, cuando Samuel Sánchez se marchó del grupo junto a Rebellin, Rogers, Kolobnev y Andy Schleck pocos se sobresalta­ron. Error fatal. Midieron mal. El asturiano consiguió el triunfo más importante de su carrera y Valverde, que llegó el duodécimo, entendió que aquello había valido la pena. «Es un oro para España. Es un resultado genial», se conformó entonces. En un quinteto con el murciano, Contador, Sastre y Freire acabó ganando Samuel Sánchez. El tapado de los tapados.

Así son las pruebas de un día. Y solo así se explica que el Bala no tenga todavía una medalla olímpica. Y es lo que va a buscar mañana en Tokio, en un circuito que se parece al de hace 13 años en Pekín y al que se puede adaptar perfectame­nte el corredor de Las Lumbreras. En 2008, claro, tenía 28 años. Ahora ha pasado los 41 y no es el principal favorito. El belga Wout Van Aert es el favorito al oro. Van Avermaet, campeón olímpico de fondo en Río 2016, Evenepoel, Benoot y Vansevenan­t acompañan a Van Aert en una selección belga que asusta. El esloveno Tadej Pogacar, brillante vencedor del Tour, es la otra rueda a seguir. Su compatriot­a Primoz Roglic debería trabajar para él.

Valverde es la gran baza del equipo español en una prueba que arrancará a las 04.00 horas y cuya llegada está prevista para las 11.00 horas de mañana. Todos tienen claro en la delegación española de que manda Valverde. Son sus quintos Juegos y siempre fue uno de los líderes en este tipo de citas. La cosa siempre salió del revés en las Olimpiadas, pero el Bala no se ha rendido jamás. De hecho, el motivo principal por el que ha pospuesto dos veces su retirada es precisamen­te su empeño por colgarse una medalla olímpica antes de decir adiós.

Valverde no escurre el bulto y asume con naturalida­d que el equipo español para la prueba en ruta de Tokio 2020 se haya montado alrededor de su figura. Le acompañan los hermanos Izaguirre, Ion y Gorka, dos guipuzcoan­os acostumbra­dos a dejarse la piel en la carretera en beneficio de su líder. También trabajará para Valverde el conquense Jesús Herrada y el vizcaíno Omar Fraile. «Los cuatro tienen la misión de ayudar y arropar a Valverde, pero también es verdad que los cuatro pueden rematar», explica Pascual Momparler, el selecciona­dor nacional.

Es el último baile, pero el murciano, auténtico y natural como pocos en el pelotón, no se deja llevar por sentimenta­lismos. «No me gusta que se me presione de más. Ya sé que la de Tokio no es una carrerucha de pueblo, que son unos Juegos Olímpicos, pero no voy pensando que tengo que conseguir medalla, sí o sí».

Muchos se echaron las manos a la cabeza al ver cómo transcurrí­an las jornadas del Tour y Valverde no se retiraba. Varios ciclistas lo dejaron a medias para guardar fuerzas. El Bala es diferente. «La mejor forma de preparar los Juegos era seguir haciendo etapas en el Tour y llegar a París. Hasta el lunes no salía el vuelo a Tokio y no tenía sentido retirarme porque no iba a hacer nada hasta el lunes», alegó el murciano al respecto.

El recorrido de la prueba de mañana se puede asemejar al de Innsbruck, donde Valverde consiguió el oro en el Mundial en ruta de 2018. Se trata de un circuito muy exigente con casi 5.000 metros de desnivel acumulado y con cinco cumbres. La carrera se romperá previsible­mente hacia el kilómetro 130, cuando arranca la ascensión al monte Fuji Sanroku, que se coronará a 1.451 metros de altitud y a unos 100 kilómetros de meta.

Subida decisiva

La bajada y el terreno rompepiern­as posterior serán la puesta a punto para la dura y explosiva subida al Paso Mikuni, seguida por otro paso por Kagosaka, que se corona a 20 kilómetros de meta. La carrera se lanzará ya sin remedio cuesta abajo, para rematar con

varios repechos antes del emocionant­e final en el circuito automovilí­stico de Fuji. A Valverde le gusta lo que le han contado del recorrido, que a diferencia de otras ocasiones no discurre por un circuito al que hay que dar varias vueltas. No lo ha podido reconocer hasta estos días, pero le va bien. Sin embargo, huye de la presión y no quiere que los focos apunten a él. El oro, esta vez, parece una quimera. Pero un rápido repaso a la carrera del genial ciclista de Las Lumbreras sirve para darse cuenta de que para él nunca hubo imposibles. ¿Por qué no un último baile en Tokio? El Bala todavía no se ha ido.

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// RFEC Los miembros del equipo español de ciclismo, en Tokio

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