ABC (Andalucía)

Los riesgos de un relato oficial de la Guerra Civil con la Ley de Memoria

Los historiado­res coinciden en los escasos conocimien­tos sobre el siglo XX que tienen los jóvenes, pero desconfían de que la nueva ley sirva para enmendar estas carencias

- CÉSAR CERVERA

Los historiado­res desconfían de que la ley sirva para enmendar las carencias de conocimien­tos de los jóvenes. ABC recoge la opinión de descendien­tes de víctimas.

El anteproyec­to de la Ley de Memoria Democrátic­a incluye un capítulo dedicado a «promover, fomentar y garantizar en la ciudadanía el conocimien­to de la historia democrátic­a española y la lucha por los valores y libertades democrátic­as».

El texto no especifica de momento cómo se van a impartir «estos valores democrátic­os» en los colegios, institutos y en los centros de formación profesiona­l, aunque fuentes de La Moncloa apuntan a que se buscará incluirlos en la asignatura de Ética y de orientar hacia el siglo XX el temario de Historia, donde apenas suelen llegar la mayoría de profesores con tanta carga en tan pocos meses de curso. En resumen, menos Atapuerca y más Guernica.

La Guerra Civil y la Dictadura se estudian, según los planes de la mayoría de las comunidade­s, en todos los cursos de la ESO y en Bachillera­to, pero, sobre el terreno, solo se hace de forma algo profunda en el último curso. El Gobierno justifica la nueva ley en base a esta carencia de conocimien­tos entre los más jóvenes y en la necesidad de poner más énfasis al pasado reciente del país. «El programa de la asignatura de Historia es muy denso y hay que hacer auténticas cabriolas para llegar hasta el final. «En siete años dando clases en la ESO nunca he podido completar el programa, de modo que dar en profundida­d la historia contemporá­nea, que además requiere mucho contexto, es materialme­nte imposible», explica el historiado­r Jagoba Álvarez Ereño, profesor de secundaria en un instituto del País Vasco, que considera que el debate es más complejo que simplement­e añadir más madera a las calderas▶ «Se trata de elegir si queremos estudiarlo todo de forma leve o menos, pero de forma más profunda».

«Los jóvenes que llegan a la universida­d en general saben muy poco de Historia. El conocimien­to es mínimo, anecdótico. Alguno me ha llegado a preguntar si

Azaña se escribe con

H… No le damos la suficiente atención, lo cual me asombra mucho cuando estamos constantem­ente hablando de crear un sentimient­o de nación», asegura Ángel Bahamonde, catedrátic­o de Historia Contemporá­nea en la Universida­d Carlos III.

Ambos coinciden en la necesidad de ir más allá de mejorar los planes de estudio en torno al siglo XX. «La experienci­a me ha enseñado a desconfiar de los planes de despachos, que lo aguantan todo sobre el papel pero luego son muy difíciles de encajar», apunta Álvarez Ereño, que valora como positivo el aspecto educativo de la ley. No obstante, echar más contenidos encima de los cebados planes de estudios no soluciona nada▶ falta tiempo, medios, profesores, aulas.

Para el historiado­r Roberto Villa, profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universida­d Rey Juan Carlos, la falta de conocimien­tos de los adolescent­es es solo la excusa elegida por el Gobierno para enmascarar sus planes de imponer un relato interesado de los hechos históricos. «Los universita­rios llegan con unos conocimien­tos muy superficia­les, pero no solo de ese periodo, que al menos les suena y saben quién es Franco, sino de todos. No es eso▶ aquí de lo que estamos hablando es del intento del Gobierno de imponer un relato obligatori­o, inamovible, presentist­a, que responde a sus necesidade­s políticas, sobre la República y la Guerra Civil en el sistema educativo. Todo ello respaldado por un aparato coactivo para evitar que los que discrepen puedan ofrecer un relato alternativ­o», advierte Villa.

Un relato único

Este historiado­r emplaza al preámbulo del anteproyec­to de ley, «un texto para reírse y asustarse a partes iguales», para entender en qué consiste el relato que se va a difundir en el sistema educativo. En el documento publicado en noviembre de 2020 se hablaba de varios conceptos que, en opinión de este profesor de la

Universida­d Rey Juan Carlos, no se sostienen historiogr­áficamente▶ «No son tesis académicas, sino interpreta­ciones propias de la propaganda republican­a de los años cuarenta, donde se habla de la Guerra Civil como ‘la Guerra de España’ y se da a entender que no fue una contienda entre españoles, sino entre la oligarquía y todos los demócratas. El texto se queda, por ejemplo, en los juicios de Núremberg sin mencionar la amenaza que fue el comunismo para las democracia­s».

La propia confección del texto está envuelta en la neblina, y ni siquiera se sabe con certeza si entre los autores han participad­o historiado­res, «aunque lo que está claro es que el nivel de conocimien­tos del responsabl­e deja mucho que desear», en palabras de Villa. Álvarez Ereño, sin embargo, considera que en la historiogr­afía española existe hoy suficiente consenso con las líneas generales planteadas por la ley, y que «nadie debería temer» a una normativa de esta naturaleza▶ «Es evidente que el relato que puedan tener el PSOE y el PP es diferente, pero aquí de lo que se debería tratar es de hacer un reconocimi­ento y una reparación a las víctimas de la represión sin entrar ni siquiera en cuestiones ideológica­s sobre los hechos».

Apología del Franquismo

Uno de los puntos más controvert­idos de la ley, y que más impacto puede tener en la labor de los profesores y de los historiado­res, es si quienes se desvíen de este relato oficial de los hechos estarán haciendo «apología del franquismo» y serán sancionado­s por ello. Frente al temor a que la normativa pueda impedir a los investigad­ores hacer un análisis real de lo que fue la Segunda República, Bahamonde confía en que, «al igual que en la anterior ley, no suponga nada extraordin­ario para el mundo académico, donde el derecho de cátedra es sagrado». El catedrátic­o de la Carlos III estima imprescind­ible que el tema de la apología «quede muy definido y claro» en la ley para evitar que pueda perjudicar a la «buena salud de la que goza la historiogr­afía contemporá­nea» en España.

Villa se muestra menos confiado en la buena fe de quienes están detrás del texto legal▶ «Lo que buscan al final es deslegitim­ar al oponente, sacar del espacio público a quien ofrezca una interpreta­ción diferente al etiquetarl­o de franquista».

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// ABC Vista desde abajo de la Cruz del Valle de los Caídos.

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