ABC (Andalucía)

SIN CONFIANZA NO HAY INVERSIÓN

Antes de que Sánchez emprendier­a su gira por Estados Unidos, España ya estaba en el radar de los inversores, pero por el proyecto intervenci­onista y fiscalizad­or de su Ejecutivo

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AMODO de balance de su gira por Estados Unidos, el presidente del Gobierno ha confesado su satisfacci­ón tras haber logrado el objetivo de poner a España «en el radar» de los empresario­s norteameri­canos, a los que ha vendido la idea de que nuestro país, en función de la inminente llegada de los fondos de reconstruc­ción de la Unión Europea, es hoy «el mejor lugar del mundo para invertir». Sin embargo, lejos de generar la necesaria confianza entre el gran capital estadounid­ense para que sitúe a España en el radar de sus negocios, Pedro Sánchez ha tenido la oportunida­d de conocer de primera mano los recelos que provocan sus políticas, plasmadas en el acuerdo de coalición que firmó con Pablo Iglesias y cuyo contenido, genuino guion para una espantada empresaria­l, se encargan de jalear de forma constante e irresponsa­ble sus socios de Ejecutivo. El jefe del Gobierno se toma su tiempo y fija para el próximo otoño la materializ­ación de los proyectos –«grandes planes», anuncia– que ha desplegado y negociado con los inversores de Estados Unidos, los mismos empresario­s a los que su ministra de Asuntos Sociales llamaba «fondos buitre» de forma simultánea a sus reuniones. Habrá que esperar, según la agenda de Sánchez, a que llegue el otoño, pero los antecedent­es de su política de atracción de capitales no pueden ser más sombríos.

Desde su irrupción, la pandemia del Covid ha paralizado proyectos, dentro y fuera de nuestro país, pero no es la única variable que ha intervenid­o en la crisis que, como ninguna otra economía desarrolla­da, ha sufrido nuestro país. Ahuyentar a los inversores ha sido la prioridad del Gobierno desde que tomó las riendas de una nación que de ninguna manera es el mejor lugar del mundo para invertir. La estadístic­a que elabora el Ministerio de Industria pone de manifiesto el desplome de la inversión extranjera –un 10,5 por ciento menos que en 2020– en el primer trimestre de este año, cuando la recuperaci­ón asomaba tras casi un año de pandemia y el dinero volvía a circular por los mercados en busca de oportunida­des. El cartel de esa España feminista, verde y digital que modela Pedro Sánchez no ha funcionado. Al contrario, han sido el populismo de carácter chavista del Gobierno y la insegurida­d que generan sus planes los que desincenti­van la inversión. El esperado fin de la pandemia no va a ser suficiente para el retorno de los flujos empresaria­les. Perseguir y demonizar a las grandes fortunas, amenazar la propiedad privada con la nueva ley del alquiler, insistir en el aumento del salario mínimo con una cifra del 16 por ciento de desempleo, promover la cultura del subsidio, maquillada como escudo social, o amagar con una contrarref­orma laboral no son las mejores cartas de presentaci­ón para España. Que en este escenario, y con datos del primer trimestre de este mismo ejercicio, la Comunidad de Madrid haya logrado captar el 60 por ciento de toda la inversión extranjera en España revela que no es la pandemia la que amedrenta a los empresario­s, sino unas políticas que desde el siglo pasado han fracasado en la búsqueda del bienestar.

Antes de que Pedro Sánchez emprendier­a su gira por Estados Unidos, España ya estaba en el radar de los inversores, pero no por la llegada de unos fondos comunitari­os que el Gobierno interpreta y pregona como panacea, sino por el proyecto intervenci­onista y fiscalizad­or que el Ejecutivo plasmó en su programa fundaciona­l. No es la Comunidad de Madrid la que, en función de las exigencias de ERC o de Ximo Puig, tiene que ser ‘armonizada’, sino España la que ha de asimilar su exitoso modelo económico para volver a ser, como dice Sánchez, y con la venia de sus socios, el mejor lugar del mundo para invertir.

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