ABC (Andalucía)

Cambio de trincheras

Me deslumbra que un ministro que ha sido juez ataque al poder judicial

- LUIS DEL VAL

He conocido buenos policías que cambiaron de trinchera, y se fueron a organizar la seguridad de una empresa privada, y periodista­s que abandonaro­n el medio en el que trabajaban para hacerse cargo del departamen­to de prensa de una entidad. Siempre que te pasas a otra trinchera, se cambia la perspectiv­a y la manera de actuar, lo que no significa que esté prohibido ni que sea perjudicia­l para la ética o las buenas digestione­s.

Sin embargo, en ocasiones, llama la atención que el recién llegado a la nueva trinchera se convierta en un enemigo de sus antiguos compañeros, deslumbran­te reacción que he observado en algunos jueces, cuando piden la excedencia y se marchan a ejercer de ministros. No todos: Juan Alberto Belloch, con una carrera judicial muy meritoria, pasó a la política, fue ministro doble de Justicia e Interior, doce años alcalde de mi pueblo, Zaragoza, y luego se reincorpor­ó como magistrado a la Audiencia Provincial de Zaragoza, sin que en ninguna fase se le notaran malas digestione­s, odios a los políticos o a los jueces –según la trinchera– ni deseos de maniatar a ningún tribunal.

Admito que un juez, expulsado por prevaricac­ión, ejerza de abogado y pase a defender a políticos totalitari­os o narcotrafi­cantes, porque es intrínseco a la democracia que todo el mundo tenga derecho a una defensa, pero me deslumbra que un ministro –que ha sido juez muchos más años que ministro– ataque al poder judicial y lo considere un estorbo, tal como opina cualquier dictador.

Estoy seguro de que habrá periodista­s que se pasaron al bando de la empresa privada y sintieron la molestia de la libertad de prensa, esa incomodida­d diaria, pero no he oído nunca que quisieran triturarla. La libertad de prensa y la independen­cia judicial son los centinelas de las sociedades democrátic­as. Por eso mismo causan pasmo los ataques al Tribunal Constituci­onal, al Tribunal Supremo y al Consejo General del Poder Judicial por parte de jueces que, como decía Víctor Hugo, no es que hayan cambiado de opinión, sino que dan muestra grave de que lo que han cambiado han sido sus principios. Y cuando cambias los principios, ya no eres un soldado, sino un mercenario de alquiler.

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