Aragonès empuja al abismo al Instituto Catalán de Finanzas
«La victoria del Estado frente al independentismo se concreta en que los que tienen algo que perder han entendido que lo perderán si delinquen. No ha hecho falta mandar al Ejército. Ha bastado con la lista de precios»
El consejero de Economía, Jaume Giró, no quería que el Instituto Catalán de Finanzas avalara las fianzas del Tribunal de Cuentas por el mismo motivo por el que renunció a la vicepresidencia del Barça. Los tres dimisionarios de este órgano son los que no tenían adscripción política y tienen su profesión y su patrimonio, que es el de sus familias. La victoria del Estado frente al independentismo se concreta en que los que tienen algo que perder han entendido que lo perderán si delinquen. No ha hecho falta mandar al Ejército. Ha bastado con mandar la lista de precios. La presión patriótica la ejercen los que no tienen nada y dependen de su cargo público para mantenerse en la paguita. Los que tienen hacienda huyen despavoridos. Giró permanece de consejero por un romanticismo mitad ‘naif’, mitad temerario, azuzado por compañeros de viaje sin oficio ni beneficio y por interesados amigos que ni corren ninguno de los riesgos que le animan a asumir ni podrían afrontarlos.
El independentismo en Cataluña resbala hacia la marginalidad y la insolvencia. Los votos que aún cosecha, que no son pocos, provienen de la turba sentimentaloide ajena a las consecuencias que siempre tiene cada acto. Aragonès y los suyos, que tanto insistieron a Giró para que cambiara de parecer y asumiera unas posiciones sin duda poco razonables, no arriesgan nada en su presión y se han cubierto las espaldas negociando con Pedro Sánchez no sólo los Presupuestos sino una desescalada en la tensión secesionista. Esquerra pretende usar a Giró, nombrado conseller a propuesta de Jordi Sànchez, como punta de lanza en su guerra fratricida contra Junts. Jordi Sànchez, que se supone que en nombre de Junts y de Puigdemont es más radical en su independentismo que ERC, defiende a Giró porque conoce la realidad y porque recuerda que sin el amable patrocinio del ahora conseller –entonces director general de la fundación bancaria La Caixa– no habría podido asumir la presidencia de la ANC.
El resumen es que un independentismo sin hoja de ruta, sin tensión en la calle y muy conscientes sus cargos del peligro de desafiar a un Estado, recula cuando llega la hora de la verdad y sólo los indocumentados insisten en soflamas de las que se guarda cualquiera con dos dedos de frente.
De fondo está que los dos abanderados de España en Tokio –Mireia Belmonte y Saúl Craviotto– son catalanes, tal como los principales aliados del Gobierno, en el Congreso y en la sociedad civil, lo son. Hay una Cataluña emergente, normal, que no desea el conflicto y que asume su españolidad con el mayor de los orgullos y sin ninguna estridencia, y que goza de un protagonismo indiscutible, tanto nacional como internacional.
A continuación, está la Cataluña ligada aún sentimentalmente a la idea de la independencia, que sin embargo ha asumido el principio de realidad, y que guarda sus sentimientos para sus efusiones personales, y en su actividad pública y diaria ha aprendido a comportarse con arreglo al orden y la Ley. Cada vez más folclórica, pero aún masiva, existe la Cataluña caótica, irresponsable, harapienta, que al no tener nada que perder se comporta como si la facturas nunca tuvieran que llegar.
Esta Cataluña menor, deficitaria y subvencionada, es la que ocupa los puestos más tirados de la sociedad y más altos de la representación política e institucional, que sin más recursos ni habilidades basan su estrategia económica y personal en medrar y ser alguien. La mayoría de ellos, desde 2017, procuran hacer abundante gesticulación simbólica pero evitando cualquier enfrentamiento abierto con la administración, una vez han entendido que España es un Estado serio y que va a defenderse. Pero siempre de vez en cuando llega a la política alguien de buena fe, ingenuo y con ganas sinceras de servir, al que los buitres de lo subvencionado ven ingenuo y propenso a creerse las soflamas, y así le ponen en primera línea de fuego hasta que le abrasan.
Lo que Giró tardó en renunciar a la vicepresidencia del Barça es una medida, más o menos exacta, de lo que no va a poder asumir en su nueva responsabilidad.