El Rey apela a la unidad de España, que «asegura nuestra convivencia»
En la ofrenda al Apóstol, Don Felipe reivindica la Corona como «puente entre pasado y futuro»
SANTIAGO DE COMPOSTELA
«Cimentar los caminos de unidad, solidaridad y concordia que aseguran nuestra convivencia en democracia y libertad». Es la apelación que formuló ayer el Rey al realizar la ofrenda nacional al Apóstol Santiago. Corona, Año Santo y Catedral —ya restaurada, tras un paréntesis de dos años—. Tres símbolos que se dieron la mano en la capital gallega en el día grande de la Comunidad y del patrón de España. Junto a la Reina, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía participaron ayer por primera vez en esta tradición.
En su discurso, Don Felipe empleó hasta seis veces el concepto de «unidad» en diversas formas, entroncándolo con los valores que encarnan el Camino y la cultura jacobea.
Por segundo año consecutivo y tercera ocasión, Don Felipe acudió a la capital gallega –menos de dos meses antes, a comienzos de junio, ya había viajado para respaldar el I Congreso Mundial Jacobeo– y protagonizó el hito más señalado de la misa solemne que encabeza los actos de cada 25 de julio.
Entre los muros de la catedral, el Rey habló de «unidad», «cohesión» y «progreso»; de «fraternidad», «tolerancia», «respeto por la diferencia» y del «firme deseo de unir pueblos y culturas». Esa llamada a la unidad y la cohesión, enmarcada en el «proyecto europeo», supone «un mensaje que debe ser atendido», advirtió. Alrededor del Apóstol, «como en los abrazos que le dedican los peregrinos, se unió España y se une Europa», subrayó. «La España que compartimos hoy es una obra colectiva en la que los sueños de muchos antepasados se plasmaron en una convivencia democrática».
Papel de la Corona
En su alocución, reivindicó asimismo que «la Corona simboliza su carácter de puente entre pasado, presente y futuro; simboliza la continuidad de nuestra Nación en la historia como comunidad política, cultural y humana». La presencia de la Princesa Leonor y la Infanta Sofía envió un mensaje de continuidad al respaldo histórico de la Casa Real a una «tradición» cuyos «valores», dijo, «continúan vigentes proyectándose en nuestro futuro compartido».
Si en 2020 el mensaje del Rey estuvo claramente marcado por la pandemia, tampoco faltaron ayer las alusiones a «la crisis sanitaria provocada por el Covid-19», ahora que «de manera paulatina y prudente nos esforzamos por retomar el recorrido que quiso interrumpir». El Rey infundió «esperanza entre quienes sienten desaliento», pero ante todo ensalzó el papel de «los
Unos 200 afortunados lanzaron «vivas» y aplaudieron a la Familia Real en una custodiada plaza del Obradoiro
ciudadanos», con «su solidaridad y entrega, con un gran sentido cívico».
«Quiero reiterar en esta ofrenda el orgullo y el respeto que, como español, siento por nuestro pueblo; por su determinación para superar definitivamente esta situación, por su voluntad para seguir construyendo el futuro», con la «esperanza de recuperar la normalidad», proclamó. El arzobispo de Santiago, Monseñor Julián Barrio, agradeció la presencia de la Familia Real en un trance en que «el sentimiento de lo desconocido está generando incertidumbre ante el futuro y afectando a certezas que parecían consolidadas».
La ceremonia religiosa estuvo precedida de la tradicional celebración civil en la plaza del Obradoiro. Poco después de las doce, acompañados de la vicepresidenta segunda, Nadia Calviño, los Reyes, la Princesa de Asturias y la Infanta Sofía accedían al epicentro de la peregrinación mundial. Tras el saludo a las principales autoridades –los presidentes de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, y del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, el delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones, el alcalde de Santiago, Xosé Sánchez Bugallo, y el Jemad, Teodoro López Calderón–, los honores militares y la interpretación del himno nacional, Felipe VI con bastón del alcalde, inició la revista a la formación de honor –compañía de honores de la Brilat y una sección de infantería de la marina de Ferrol–. Siete cazas de la patrulla Águila dibujaron la bandera española en el cielo, algo encapotado.
Antes de atravesar el Pórtico de la Gloria de la Catedral, para asistir a la misa, la Familia Real fue saludada con aplausos y vivas por los dos centenares de afortunados que pudieron presenciar in situ la ceremonia, con la plaza del Obradoiro fuertemente custodiada. «Vengo de Irán. He caminado dos meses. ¡Ni siquiera sabía para qué estaba haciendo cola!», relataba posteriormente a ABC Yin, una joven surcoreana que, en su primera peregrinación a Santiago, todavía procesaba lo que acababa de presenciar. Con la capital gallega reactivando la llegada de peregrinos y turistas, otros testigos presenciales de la visita regia compartían información sobre un programa de televisión que emitirá los actos de ayer, para conservar el momento.
Por las restricciones que impone el Covid, no fue posible llevar a cabo el emblemático rito del abrazo al Apóstol. En su lugar, Don Felipe, Doña Letizia, Doña Leonor y Doña Inés realizaron una reverencia ante la imagen de Santiago, en el altar mayor. Sí hubo abrazos en la despedida, tras firmar en el libro de oro del Ayuntamiento, entre el Rey y su familia, que emprendía regreso. Un momento de calidez reconfortante en plena pandemia.