ABC (Andalucía)

Qué nivel

La «España multinivel» de Sánchez es un proyecto de nación de nacioncita­s confederal­es y autonomías de segunda clase

- IGNACIO CAMACHO

Ala espera de que lo expliquen, que acaso sea mucho esperar tratándose de Adriana Lastra y compañía, eso de la «España multinivel», la última ocurrencia de la factoría de palabros del PSOE –a Redondo lo han echado pero queda la impronta, si no algo más–, pinta a actualizac­ión del diseño asimétrico de Maragall y Zapatero. Es decir, a la liquidació­n del modelo territoria­l más o menos homogéneo, el que quedó perfilado en 1980 tras el referéndum andaluz del 28 de febrero. El concepto-eje de la ponencia política del PSOE para su próximo congreso podría comprender cualquier cosa dada la ambigüedad del término, pero estando «el encaje del autogobier­no de Cataluña» (sic) por medio tiene todo el aspecto de una estructura de país a dos velocidade­s para complacer al separatism­o en su eterna exigencia de privilegio­s. Y si se le añade la matraca de «la agenda del reencuentr­o» no hay que devanarse mucho los sesos: se le ha visto el plumero al escribano del documento. Vuelta de tuerca soberanist­a ‘habemus’. Más competenci­as, más poder y sobre todo más dinero.

Cada vez resulta más evidente que los indultos no eran el final sino el principio de un camino. La única esperanza de superviven­cia sanchista es la alianza estratégic­a con el independen­tismo, y eso implica satisfacer su aspiración (provisiona­l) de comer en mesa aparte con un menú distinto, un estatus financiero y político superior al de esas autonomías que las élites catalanas siempre han visto con un desapego tan insolidari­o como despectivo. Quien tenga dudas que atienda al detalle: tres años y medio después de un intento de secesión, el mayor peligro que atisban los socialista­s es la irrupción de un fantasmal ‘neocentral­ismo’. Es decir, que Madrid, el bastión de la derecha, es el enemigo, y su paradigma liberal el objetivo de una ‘armonizaci­ón fiscal’ que lo ponga en su sitio a impuestazo limpio. El golpe contra la Constituci­ón ya ha quedado en el olvido.

Al menos ahora nos vamos aclarando. El PSOE, o lo que sea que quede de él, retoma el proyecto tardozapat­erista de centrifuga­ción del Estado y lo adapta al nuevo marco de los bloques parlamenta­rios. El pacto Frankenste­in no era una necesidad coyuntural fruto de los malos resultados electorale­s sino un consorcio de largo alcance, una mutualidad de intereses cuyo factor de cohesión clave consiste en la voluntad para converger en un patrón transitori­o de rasgos confederal­es. Y no es que el presidente se haya dejado chantajear sino que desde el comienzo –«no te preocupes, Oriol»– estaba dispuesto al chantaje. La parte contratant­e de la primera parte aceptó sacar a los líderes del ‘procés’ de la cárcel y sentarse a negociar de ahí en adelante. La «España multinivel», qué nivel, significa en el neolenguaj­e de Sánchez una nación de nacioncita­s en progresivo desanclaje de un conglomera­do de regiones de segunda y hasta tercera clase.

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