Sor Citroën contamina
Educada en un colegio religioso, la titular de Ciencia vindica la escuela pública y traspapela su pasado
Como Las Monjitas del Jeep, conjunto músico-vocal que en la segunda mitad de la década de los sesenta cantaba como Dios manda, sor Citroën, de la misma era y similar cilindrada, resulta contaminante en el tiempo y el canon de las energías renovables, la transición ecológica y la reasignación laica. Lo mismo que combustibles fósiles, hay una memoria histórica que se queda de piedra para ser derribada y hecha grava. Polvo serás. Transformadora y comprometida con el progreso, la ministra de Ciencia e Innovación tiene prohibida a toda esa congregación motorizada, como un mal recuerdo de la España del desarrollismo, franquista para más señas. Morant fue a un colegio de monjas hasta que empezó el Bachillerato, circunstancia formativa que desde que se incorporó al cuadro de mandos de la España nueva prefiere ignorar para subrayar que «el socialismo, la educación pública y el sistema de bienestar ha dado oportunidad a la gente sencilla». Sin pecado concebida. La ministra Morant no tiene palabras, no ya de agradecimiento, que sería mucho pedir, sino de simple reconocimiento a la labor académica que desarrolla la Iglesia. Como algunos sacramentos, la ‘ley Celaá’ imprime carácter y predetermina la existencia, prefabricada y posfabricada, según la edad que tenga cada uno cuando, confesado o no, le coja el temario.