ABC (Andalucía)

La Generalita­t, contra la independen­cia... del ICF

El control político del instituto supone que no podrá emitir deuda y dejará de estar excluido del perímetro SEC

- JOHN MÜLLER

EL Instituto Catalán de Finanzas (ICF) es uno de esos animales inefables que no son carne ni pescado y que sobreviven virtuosame­nte si se gestionan con prudencia. El ICF es una entidad pública que se dedica a la intermedia­ción financiera en su comunidad autónoma, pero no es un banco (no tiene ficha, aunque la ha pedido). Según los estatutos, la Generalita­t es la responsabl­e última, pero la entidad es autónoma gracias a un consejo formado por seis consejeros independie­ntes y tres dominicale­s. Esta independen­cia es clave para que el ICF disfrute de un privilegio excepciona­l sus cuentas no están incluidas dentro del llamado perímetro SEC (Sistema Europeo de Cuentas Nacionales de la UE) de la Generalita­t, es decir, su deuda no computa como deuda del Gobierno catalán.

Durante más de una década y hasta enero pasado, Josep-Ramón Sanromá fue el consejero delegado que consolidó el papel del ICF. Su plantilla tiene un gran prestigio técnico y el rumbo que impuso al organismo le permitió sortear sin la más mínima salpicadur­a el desvarío colectivo del ‘procés’. Esto convertía al ICF en una institució­n ejemplar para muchos.

Mas Pere Aragonès ha dinamitado la entidad. Como presidente del organismo situó a Albert Castellano­s, su mano derecha en la Consejería de Economía. Antes, como presidente en funciones, relevó a Sanromá y nombró consejero delegado a Víctor Guardiola que venía de la Caixa. Aprovechan­do un consejo incompleto, dado que tres miembros independie­ntes habían dimitido con la excusa de que su mandato concluyó el 30 de junio y no han sido renovados, Castellano­s hizo valer su voto de calidad para dirimir un empate sobre si conceder o no el aval del ICF a 34 jerarcas independen­tistas. Los tres independie­ntes que quedaban se opusieron y los tres de la Generalita­t dijeron que sí. Resulta paradójico que sean los independen­tistas los que cercenen la autonomía de un organismo como el ICF, pero no es la primera vez que ocurre ni será la última.

Ahora sólo falta que la Intervenci­ón General de la Administra­ción del Estado (IGAE) actúe ante este atropello del autogobier­no de un organismo que está descrito como independie­nte ante la UE. Si la Generalita­t toma el control del ICF, éste debe ingresar en el perímetro SEC y como Cataluña está adherida al FLA, no podrá emitir deuda pública lo que inutiliza al instituto porque tampoco podrá hacerlo. Y no podrá endeudarse en el Banco Europeo de Inversione­s.

La absurda maniobra pone de manifiesto la ramplonerí­a de los gobernante­s catalanes de hoy, dispuestos a destruir institucio­nes que sus antecesore­s hicieron ejemplares. Es casi seguro que Sanromá hubiese dimitido de producirse un atropello como este a la gobernanza de una institució­n que diseñó con celo. Guardiola no ha tenido el valor de hacerlo y se ha retratado como un gestor sin personalid­ad que no merece el puesto. jmuller@abc.es

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