ABC (Andalucía)

La izquierda panda

- POR DIEGO S. GARROCHO SALCEDO Diego S. Garrocho Salcedo es profesor de Ética de la Universida­d Autónoma de Madrid y presidente del Consejo académico de Ethosfera

«La izquierda, al igual que el oso panda, ha ido sofistican­do su organismo hasta generar una colección infinita de intoleranc­ias que operan una suerte de expulsión centrífuga. Y esa delicada dieta le acabará siendo letal, puesto que ninguna ideología puede sostenerse demasiado tiempo si no se somete a la fecundidad constructi­va de la colisión de ideas. A la izquierda le molesta si vas a los toros, si te tomas un Aperol spritz, si vas a misa, si te gusta la selección, si decides vivir en una urbanizaci­ón con piscina, si tu coche es diésel...»

UNA vez le escuché decir a un viejo y admirado catedrátic­o que existen dos tipos de docentes▶ los profesores panda y los profesores rata. El profesor panda toma su nombre de esa afable variante asiática de oso, cuya digestión es tan sofisticad­a que sólo puede comer bambú. El profesor panda, emulando al delicado plantígrad­o, se caracteriz­a por sólo ser capaz de impartir docencia de aquellos contenidos que son su estricta especialid­ad. Una especialid­ad que, las más de las veces, tiene la extensión de un sello de correos.

En oposición al panda se encuentra el profesor rata, este docente funcional y dispuesto a enseñar aquello que haga falta. Al igual que el roedor, este profesor todoterren­o se caracteriz­a por su condición voraz y omnívora. Estos docentes, solícitos y comprometi­dos, manejan un amplio espectro de conocimien­tos y, sobre todo, mantienen una firme voluntad de ayuda y compañeris­mo que les hace ser capaces de digerir, inteligir y transferir casi cualquier contenido. Suelen ser, dicho sea de paso, los mejores enseñantes y los mejores colegas.

Esta dicotomía, con la que confieso que establezco taxonomías preventiva­s en la universida­d, sirve también para justificar la paulatina pérdida de protagonis­mo de la izquierda en el ámbito cultural e intelectua­l. No hablo, todavía, de la gran cultura inmediatam­ente visible, sino de los circuitos que producen sentidos latentes y que, poco a poco, capilariza­n lo que será la nueva cartografí­a ideológica de las próximas décadas. Cuenten el número de columnista­s de talento menores de 40 años identifica­bles con lo que Pedro Herrero denomina la no-izquierda y hagan números con sus homólogos de izquierdas.

La izquierda, al igual que el oso panda, ha ido sofistican­do su organismo hasta generar una colección infinita de intoleranc­ias que operan una suerte de expulsión centrífuga. Y esa delicada dieta le acabará siendo letal, puesto que ninguna ideología puede sostenerse demasiado tiempo si no se somete a la fecundidad constructi­va de la colisión de ideas. A la izquierda le molesta si vas a los toros, si te tomas un Aperol spritz, si vas a misa, si te gusta la selección, si decides vivir en una urbanizaci­ón con piscina, si tu coche es diésel... Y en el juego de la democracia representa­tiva, si empezamos a restar colectivos como si esto fuera el ‘Quién es quién’, parece obvio que la bolsa de votantes se hará cada vez más magra.

Pero es, sorprenden­temente, en el ámbito intelectua­l donde se ejecutan las más autolesiva­s operacione­s de purga en las filas de la izquierda. Cada vez son más los escritores, creadoras, editores o pensadoras que reciben alguna suerte de reprimenda por no ser suficiente­mente de izquierdas. Tan estrecho y exigente se ha hecho el ideal asintótico del intelectua­l zurdo –y tan ininteligi­ble su jerigonza, por cierto– que no pocas personalid­ades que en otro tiempo sirvieron a la socialdemo­cracia hoy aparecen sacrificad­as desde la roca Tarpeya del izquierdis­mo. Entre tanto pensamient­o crítico la autocrític­a les quedó proscrita y las dinámicas evaluadora­s de la pureza de sangre alcanzan límites casi inquisitor­iales.

Son muchos, créanme, los filósofos, poetas o cineastas que, confesándo­se sensibles a la justicia social, hoy no encuentran acomodo en los estrechos circuitos de la izquierda oficial. Algunos nostálgico­s, todavía, siguen incluso reivindicá­ndose como la izquierda verdadera, a falta de que pase este mal resfriado. La desdicha para ellos no habría de ser mayor si no fuera, precisamen­te, por el hecho de que la derecha está sabiendo aprovechar esa torpeza estratégic­a del adversario. Una prueba de ello es que gran parte de las fuentes intelectua­les de las que hoy se nutre la derecha son valiosísim­os desechos de lo que la feroz depuración ideológica ha operado en los círculos de izquierdas.

Es así como la izquierda, afanada en cultivar una dieta cada vez más selecta, ha arrojado a los márgenes una colección de conceptos, tradicione­s, ideas y personas que la derecha, omnívora y sagaz, está sabiendo aprovechar por primera vez. Una muestra de ello la encontramo­s en una noticia publicada hace pocos días: el Partido Popular aspira en su próxima convención a ampliar el ancho de su caudal intelectua­l atrayendo a referentes de reconocido prestigio mundial como Mark Lilla, Anne Applebaum, Michael Ignatieff o Steven Pinker. Podrían ser otros los nombres, pero no es poca pólvora.

Lo determinan­te no es sólo la ambición intelectua­l que empieza a exhibir la derecha –y que a su manera pudo reconocers­e tradiciona­lmente en el PSOE, en el origen de Podemos y todavía algo hoy en Más Madrid–, sino la capacidad que empiezan a demostrar para integrar ideas y personas que no son inmediatam­ente próximas a su previsible agenda política e intelectua­l. Hay una forma de astucia que consiste en plagiarle las fortalezas al adversario. Lo vimos con la medida natalista de Díaz Ayuso y lo comprobamo­s ahora, cuando las derechas son capaces de convocar a un liberal de izquierdas como el profesor Lilla si en su ideario hay, como en la dieta de la rata, cualquier cosa que sea aprovechab­le.

Omucho me equivoco o me temo que la ‘gourmetiza­ción’ intelectua­l e ideológica de la izquierda les acabará jugando una mala pasada. Hoy, con el Gobierno de coalición al mando de las institucio­nes, son todavía muchas las prerrogati­vas con las que cuenta la industria cultural progresist­a. Este tiempo, sin embargo, forzosamen­te pasará, y cuando el sanchismo periclite, la izquierda en general y el PSOE muy en particular habrán malbaratad­o uno de los capitales esenciales que solían inclinar el tablero político a su favor▶ la hegemonía cultural. O detienen la purga o el Partido Popular será capaz de componer un provechoso manjar con todo lo que la izquierda está tirando a la basura. Y a la izquierda panda, sin embargo, sólo le quedará el bambú.

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