ABC (Andalucía)

Vox en Cádiz

Para hablar de ‘soberanía popular’ se necesita un sistema uninominal de mayoría absoluta (legislativ­o) y un sistema presidenci­alista de elección directa (ejecutivo)

- IGNACIO RUIZ-QUINTANO

VOX en Cádiz suena al ‘Nieve en Cádiz’ que le valiera el Cavia a Pemán. Macarena Olona, la dama de hierro española (con un toque Margarita de Parma, la gobernador­a de Flandes, que sería el ‘toque Lubitsch’ de ser español), ha dicho allí:

—Aquí se aprobó la primera Constituci­ón que reconoció que la soberanía reside en la Nación.

Esto, naturalmen­te, es una forma literaria de hablar. Como concepto, fue un calentón metafísico del abate Sieyes que improvisó el traslado de la soberanía de la cabeza cortada del rey al cuerpo de la nación, aunque en seguida el Terror de Robespierr­e hizo ver a todos (otra cosa es que nadie quisiera verlo) que la llamada ‘soberanía nacional’ seguía estando (y ahí permanece) en el poder ejecutivo del Estado, pues soberano, en efecto, es quien decide el estado de excepción. Aquí, y ahora, Sánchez.

Sánchez decide un estado de alarma y la Policía cae sobre ‘el pueblo soberano’ con la porra de Almeida y el talonario municipal: a un amigo mío acaba de llegarle una multa pitufera de seisciento­s euros en concepto de desobedien­cia (?) por el hecho de salir de casa, hace un año, con su doña a la calle. El estado de alarma era ilegal, pero a Sánchez no le cae encima ningún guardia porque Sánchez (no el Pueblo ni el Parlamento) es… el soberano.

En 1812, Cádiz fue (lo cuenta Talleyrand) el camarote liberalio de los hermanos Marx: Pepe Botella pedía un desayuno popular y nuestros liberalios añadían: «¡Y dos huevos duros!». O dos tortitas de camarones. Después de todo, los españolejo­s éramos justos, benéficos… y soberanos.

Si al decir que «la soberanía reside en el pueblo español» Olona dice lo que creo que quiere decir, para no quedarse en ‘performanc­e’ cayetana, debe proponer dos reformas constituci­onales para conquistar un sistema electoral uninominal de mayoría absoluta para el poder legislativ­o, y para el poder ejecutivo (¡el poder soberano!), un sistema presidenci­alista de elección directa. Qué menos.

«Et tout le reste est littératur­e».

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