Hasta siempre, madre Pilar Cubillo
Dirijo esta carta, fundamentalmente, a las muchas, muchísimas antiguas alumnas del colegio del Sagrado Corazón que conocisteis a la inolvidable madre Cubillo y disfrutasteis de sus enseñanzas y consejo espiritual. Y lo hago, tristemente, para comunicar su fallecimiento. Creo que se merece este pequeño homenaje una persona irrepetible. Fue directora de los colegios de Rosales, en Madrid, y Placeres, en Pontevedra, y ha sido, a no dudarlo, una institución que ha dejado una huella que será imborrable.
A lo largo de mis muchos años de vida encontré, en España y también fuera de nuestro país, a un sinnúmero de antiguas alumnas del Sagrado Corazón que, al escuchar mi apellido, y preguntarme si era algo de Pilar, todas ellas, sin excepción, se deshicieron en elogios hacia ella, incidiendo, fundamentalmente, en tres de sus muchas virtudes: humildad, generosidad y empatía con sus alumnas. Fue humilde, porque habiendo sido casi todo en la orden, jamás salió de su boca ni un gesto de soberbia, ni una palabra de autocomplacencia; fue generosa, porque siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás en las dificultades; y empatizó con sus alumnas, porque siempre tuvo la palabra que cada una necesitaba, como así lo han expresamente reconocido muchas de ellas.
La muerte de la madre Pilar nos ha sumido en un terrible vacío. Se ha ido en silencio, sola, sin una queja, sin un adiós que decirle, ni un beso de amor y agradecimiento que darle. Pero nos consuela saber que está ya con el Señor, muy cerca de Él, y que le va a pedir por sus hermanas de la orden, por sus alumnas y por toda su larga familia. Queridísima Pilar, hasta siempre.
JAVIER CUBILLO ALONSO MADRID