ABC (Andalucía)

La liberación de Cristina Ouviña

La aragonesa fue la mejor en el triunfo ante Serbia tras pasar unos días difíciles en la Villa Olímpica

- E. V. ESCUDERO

No hubo una jugadora más fastidiada tras la derrota en el Eurobasket que Cristina Ouviña. La base aragonesa se volvió a casa con la nariz y el corazón destrozado­s. Un golpe en el último partido le produjo una fractura nasal; su error en un tiro libre ante Serbia evitó el triunfo de España en cuartos. Dolores distintos, aunque reconoce que le costó más curar la herida anímica.

«Le di muchas vueltas a aquello. Igual no en el momento, pero cuando no nos clasificam­os para el Mundial sí que me venía mucho a la cabeza ese tiro libre.

Por eso me alegro mucho más de haber ganado a Serbia y de quitarnos esa espina», explica la propia Ouviña a ABC tras haber superado a la campeona de Europa en el segundo partido de la fase de grupos (85-70). Un duelo muy igualado que la selección rompió tras el descanso gracias al gran partido de la aragonesa (10 puntos, 8 rebotes y 8 asistencia­s), la puntería de Cazorla (cinco triples) y el acierto de Torrens (25 puntos). Una actuación para borrar aquella derrota tan dolorosa que dejó muy tocado el vestuario.

Aquellos días posteriore­s al Europeo fueron complicado­s para Ouviña, que se sentía culpable. Ella, que tiene un porcentaje altísimo de acierto en los libres, fue a fallar uno en el peor momento. Gajes del oficio. Como el golpe que se llevó 48 horas después ante Rusia y que le obligó a operarse de los huesos de la nariz a menos de un mes para Tokio. La gran cita. La que llevaba tanto tiempo esperando. Porque el sueño de la aragonesa siempre había sido disputar unos Juegos y no se los iba a perder por un «simple golpe en la nariz».

No lo hizo y tras un puñado de días de reposo ya estaba entrenando de nuevo, enfundada en una máscara que ha sido su inseparabl­e compañera de pista desde entonces. «Es incómodo porque pierdes visión y da mucho calor, que es lo que peor llevo. Yo me agobio enseguida y lo paso un poco mal. Pero al final te concentras y no sientes ni que la llevas puesta», apunta Ouviña.

Con ella ha llegado hasta esta cita olímpica que era su gran deseo y que el pasado martes se tornó en pesadilla. La maña compartió en sus redes unas fotos de la selección masculina de Eslovenia mientras jugaban a las cartas y bebían alcohol sin mascarilla. Imágenes que dieron mucho que hablar. Nunca imaginó que tanto. Aunque las borró casi de inmediato y pidió perdón, el daño estaba hecho y el aluvión de críticas le costó un disgusto en plena competició­n.

Fue ahí donde apareciero­n sus compañeras. La Familia. Un manto de cariño que acunó a la maña hasta el duelo de Serbia. Allí, con los recuerdos amontonado­s y las heridas abiertas, Ouviña se liberó con una actuación soberbia que resultó clave para derrotar a Serbia. Victoria que sella el pase a cuartos de la selección y que, de paso, manda un recado al resto de rivales. Porque España volvió a ser España. Un equipo feliz y comprometi­do. Máquina defensiva por momentos que tritura a sus rivales y talento puro en ataque. En ambas parcelas estuvo perfecta Ouviña, agradecida por los ánimos recibidos en las últimas horas. «Mis compañeras y el cuerpo técnico del equipo han sido una pieza muy importante estos días. Lo de que se llame la Familia a este vestuario no es un simple producto de marketing. Después de estos días nos hemos unido mucho más y sus ánimos han sido bastante importante­s para mí», señala, liberada por fin. Feliz por haber sido clave en la revancha olímpica ante Serbia que allana el camino hacia las medallas.

Juegos Olímpicos

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// REUTERS Cristina Ouviña, ayer

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