ABC (Andalucía)

Carreño vislumbra la gloria

El español se garantiza dos opciones de podio al llegar a semifinale­s tras vencer de forma brillante a Medvedev

- PÍO GARCÍA

Pablo Carreño (Gijón, 1991) tiene el peso de todo un país encima y no parece importarle. Carreño era desde el miércoles el único supervivie­nte del hundimient­o de la Armada y ayer demostró que asumía con orgullo el reto de llevarla él solito a algún puerto. En la sofocante tarde de Tokio ganó a Daniil Medvedev, número dos del mundo, y lo hizo en dos sets (6-2, 7-6 (5)), sin perder ni por un momento la concentrac­ión. Serio, dominador, brillante, inapelable.

Llegó a desquiciar al tenista ruso, que acabó lanzando su raqueta al segundo anfiteatro, enfadado porque se supo inferior y porque, por más que lo intentó, no logró ni siquiera poner nervioso al asturiano. La gloria de los campeones se abre ahora ante Carreño, un tenista fiable, regular, que merodea por el top ten y que de vez en cuando se apunta alguna victoria sonora, pero que al que ahora se le abren las puertas de la gloria con mayúsculas. Tiene por delante dos partidos para convertirs­e en medallista olímpico: si hoy (08.00, hora española) bate a otro ruso, Karen Khachanov, disputará la final y se habrá asegurado al menos la plata; si pierde, todavía le quedará el partido por la medalla de bronce. Djokovic-Zverev es la otra semifinal.

Llegaba Carreño a los Juegos en un momento dulce. Cinco días antes de que se celebrara la ceremonia de inauguraci­ón, había alzado el trofeo de campeón del torneo de Hamburgo sobre tierra batida, el más importante de los seis títulos individual­es que posee. «Vine a Tokio a conseguir una medalla», dijo ayer tras acabar su partido contra Medvedev. Y esa ambición ha ido moldeando todas sus actuacione­s durante todo el torneo.

«¿Por qué no juega más así?»

Antes que el tenista ruso fueron cayendo Sandgren, Cilic y Koepfer, pero Medvedev es una pieza de caza mayor, con su tenis incómodo, intenso y efectivo y su capacidad para desquiciar oponentes. «Quise jugarle con sus propias armas», señaló Carreño más tarde a los periodista­s. Y lo consiguió. Su rival también lo reconoció. Durante todo el partido había tratado de amedrentar al asturiano con su tenis heterodoxo y sus golpes variados y fulminante­s, pero Carreño se mantuvo sólido e imperturba­ble.

«Me ha sorprendid­o su nivel –dijo Medvedev–. Con cómo ha jugado, podría ganar un Grand Slam fácilmente, y ni siquiera ha estado en una final todavía. No sé por qué no juega así más a menudo. Si lo hiciera ganaría algún grande. Fácilmente. Hoy ha sido mejor que yo».

Ni siquiera una ausencia alargada en el vestuario tras perder el primer set hizo que el español cambiara su estrategia. «Me cambié todo lo que llevaba de ropa. Quería cambiarme la piel porque estaba sudando más que nunca en mi vida. Fue terrible. No he disfrutado mucho de las condicione­s, pero eran mejor que en los primeros días que jugábamos a las 11», explicó el ruso.

Cuando terminó su partido, Carreño prorrumpió en un grito feroz y se abrazó con el selecciona­dor, Sergi Bruguera, medallista de plata en Atlanta 1996. En el otro lado de la cancha, Medvedev la tomaba con su raqueta. Esa visión contrapues­ta era el mejor resumen del partido. El perfil aguileño del asturiano apunta a las medallas: hay tres para cuatro candidatos. Desde el año 2008, en Pekín, no gana una raqueta española una medalla individual en tenis en los Juegos Olímpicos. Entonces fue Nadal el que se colgó el oro. El propio Nadal consiguió otro oro en Río, pero formando pareja con Marc López. Ahora puede ser Carreño, 11 del mundo, el que suba al podio.

Para ello tendrá primero que doblegar a Khachanov, con quien presenta un balance muy igualado, aunque favorable al ruso en pista dura. Pero ayer ofrecieron imágenes muy diferentes en sus partidos: a Khachanov le puso en muchos aprietos el francés Ugo Humbert, al que ganó en tres sets (7-6 (6), 4-6 y 6-3, y Carreño dictó una lección de tenis y de control mental ante el número dos del mundo.

Djokovic, de paseo en paseo

Puede al menos respirar aliviado Carreño de que Novak Djokovic vaya por la otra parte del cuadro. El serbio avanza a paso militar, sin perder tiempo ni energías, como si coger la medalla de oro fuera para él un acto puramente burocrátic­o en el que no le merece la pena entretener­se. El japonés Nishikori, que debió lamentar profundame­nte la ausencia de público en la pista central del Ariake Park, ni le hizo cosquillas: Djokovic se lo desquitó con un 6-2 y 6-0 fulminante. Sigue el número 1 impasible hacia su objetivo del Golden Slam, cada vez más cerca y cada vez más letal en sus puestas en escena.

Se medirá en la otra semifinal de la jornada al alemán Alexander Zverev, que tampoco sufrió demasiado para eliminar al francés Jeremy Chardy (6-4 y 6-1). El serbio aún tendrá una doble actuación hoy porque sigue a la caza de otra medalla, en el dobles mixto, con Nina Stojanovic.

Djokovic y Zverev saldrán a la pista central una vez que Carreño y Khachanov la abandonen. Sabremos entonces si el asturiano disputará la final o si aún le queda otra bala (una bala de bronce) en la recámara.

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// EFE Pablo Carreño golpea de revés durante su partido de ayer contra Medvedev
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