El guardián de los pies de España
Son los séptimos Juegos para este podólogo y fisioterapeuta asturiano encargado de que nada falle en las extremidades inferiores de los atletas
Basta echar un vistazo a su álbum de fotos para darse cuenta de la importancia que Marcelino Torrontegui (Torron, como lo conocen todos en la Villa) ha tenido en los éxitos del deporte español en los últimos años. Como el de muchos otros, su trabajo como podólogo y fisioterapeuta queda en la sombra para el gran público, pero no para los atletas, que han sabido reconocer su valía a lo largo de los años. De Joan Llaneras a Martín Fiz, pasando por decenas de deportistas. Porque por las manos de Torron han pasado velocistas de talla mundial como Frankie Fredericks, ciclistas como Rominger o Chiapucci o futbolistas como Van Nistelrooy.
Cuando responde al teléfono desde la burbuja en la que vive inmerso estos días dentro de la Villa lo primero que se escucha es una risa. Anda bromeando el asturiano, una de sus cualidades más apreciadas junto al aspecto profesional. A Tokio ha viajado como podólogo del Comité Olímpico Español como ya hizo en Río 2016. Antes, desde Atlanta 96, lo había hecho como masajista y fisioterapeuta de la Federación de Ciclismo. Siete citas olímpicas sin descanso que dejan tras de sí decenas de historias.
«¡La medalla de Samuel Sánchez en Pekín fue la hostia!», suelta casi de primeras. «Aquel sí que era un dream team y no lo que se habla ahora de los belgas. Teníamos a Sastre, que venía de ganar el Tour, a Valverde, a Contador y a Freire. Ganar como se ganó fue la leche y sentirte partícipe, aunque solo sea por no restar, es un privilegio para mí», reconoce. Lo de no restar es como una filosofía de vida. Como si buscara quitar importancia al trabajo que realiza. «En los Juegos es raro que surja un problema extremo. Se trata más de poner a punto a los atletas, que suelen llegar muy cargados por el viaje. En trayectos como el de Río o Tokio es importante ayudar a relajar las piernas. Es como poner en marcha un Fórmula 1, tú te encargas de ponerle bien los reglajes y luego ya la pista es cosa de ellos», señala Torron, doctor en Ciencias de la Salud, fisioterapeuta y podólogo.
Los mejores recuerdos
En Tokio, más allá de esa puesta a punto, todavía no han surgido grandes lesiones. «Mejor cruzar los dedos. Como podólogo, que es un servicio que el COE puso en marcha en Río, lo que solemos hacer es más un trabajo de prevención. Alguna dureza, alguna quiropodia… todo lo que se pueda para evitar que haya lesiones más graves o que el atleta tenga que competir con dolor», explica mientras despeja alguna broma de fondo por aquello de estar haciendo una entrevista y salir en los medios.
Torron guarda muy buenos recuerdos de los Juegos. De las medallas, pero también de los momentos que le han permitido vivir. «Recuerdo en Atlanta, mis primeros Juegos, que de repente estaba tratando a Martín Fiz, que acababa de ser cuarto y estaba un poco decepcionado. En la cama de al lado estaba Induráin animándole, tratando de levantarle el ánimo y yo de repente me vi ahí entre ellos y pensé: ‘qué hago yo con estas dos leyendas’. Esos son los momentos que merecen la pena y que me quedan para siempre», señala.
Por su manos han pasado multitud de medallas olímpicas. Casi todas las de ciclismo y muchas de las conseguidas en otros deportes. «Con Llaneras era un placer trabajar. Era un tipo superprofesional que siempre hacía los mismos rituales para colocar el agua y las botellas. Como Nadal en los torneos. Yo, con todos, lo que intento hacer es no entorpecer. No restar». Desvela que conoce de quién son muchas piernas o pies con solo mirarlos y con muchos de esos atletas mantiene la relación una vez que se retiran. «Soy muy amigo de Rominger, tengo mucha relación con Rafa Lozano, con Entrerríos o con futbolistas del Málaga. Yo me siento un privilegiado por estar aquí de nuevo en unos Juegos con todo lo que ha pasado. Venir y disfrutar de mi trabajo es algo que me llena de orgullo, doy las gracias al COE», apunta.
Ante todo, Torron es un tipo afable y muy querido. Se comprueba al preguntar a los deportistas por él. Hasta hace poco trabajaba en el Málaga, relación que se terminó y que ha hecho que la familia Torrontegui vuelva a casa, a Asturias. Allí le seguirán su mujer y sus hijos, deportistas ambos. Carlota ganó este año el Campeonato de España de 200 mariposa y estuvo en el Europeo con 17 años, y Samuel, futbolista de la cantera del Sporting formado también en el Málaga. De ellos habla con pasión, aunque reconoce que no le gusta tratarlos. «Son muy pesados. Que si le meto los dedos por aquí, que si le duele… casi prefiero pagar para que lo haga otro», bromea.