ABC (Andalucía)

CUANDO CASTRO Y CHÁVEZ SE FINGÍAN DEMÓCRATAS DE TODA LA VIDA

Emulando a otros mandatario­s radicales cuando llegaron al poder, el nuevo presidente de Perú, Pedro Castillo, intenta suavizar su discurso y niega ser extremista o comunista

- GABRIELA PONTE

Fidel Castro

Expresiden­te de Cuba «Nunca vamos a usar la fuerza y el día que no me quieran, me iré» (1959)

Hugo Chávez

Expresiden­te de Venezuela «Cuba sí es una dictadura, pero yo no puedo condenarla» (1988)

Pedro Castillo

Presidente de Perú «No soy chavista, comunista, ni extremista. Tampoco quiero copiar el modelo venezolano» (2021)

Castillo viene de un partido marxista-leninista, a la izquierda de la izquierda. Será cuestión de tiempo que se quite la careta

Perú respira aliviado. Por ahora. El nombramien­to del moderado Pedro Francke como ministro de Economía y Finanzas del Gobierno radical de Pedro Castillo tranquiliz­a a una población atemorizad­a de que su nuevo presidente electo quiera parecerse al comandante venezolano Hugo Chávez.

«No soy chavista, comunista, ni extremista. Tampoco quiero copiar el modelo venezolano», decía Castillo, para refutar los comentario­s que surgieron durante toda la campaña y que lo acusaban de querer imitar los pasos de los gobernante­s venezolano­s por sus ideas disparatad­as de cambiar el modelo neoliberal por una «economía popular con mercados»; de nacionaliz­ar empresas o de cambiar la Constituci­ón vigente desde 1993. Tal como lo hizo Chávez después de llegar al poder. Aunque hay que esperar a que comience a gobernar, a primera vista Pedro Castillo puede ser otro lobo con piel de cordero, del mismo modo que lo intentaron ser Fidel Castro o Hugo Chávez cuando intentaron pasarse por demócratas. El exmaestro del lápiz amarillo sabe que el mundo entero tiene los ojos puestos en él y que esperan que su gobierno no tome la deriva bolivarian­a que intenta ganar terreno nuevamente en la región, con la reciente incorporac­ión de Bolivia y Argentina al eje socialista. La llamada que recibió el pasado lunes del jefe de la diplomacia estadounid­ense, Antony Blinken –quien además de felicitarl­o le dijo que Washington espera de él «un rol constructi­vo» respecto de Venezuela, Cuba y Nicaragua– es el primer toque de atención por parte de EE.UU., que mira muy de cerca la situación política en Latinoamér­ica.

Padrino político

«Esta es la primera vez que un país será gobernado por un campesino (...) una de nuestras principale­s banderas políticas, convertida ahora en una bandera de la mayoría del pueblo, es la convocator­ia de una Asamblea Constituye­nte, que dote a nuestra patria de una nueva Carta Magna que permita cambiar el rostro a nuestra realidad económica y social», afirmó Castillo durante su discurso de investidur­a, vistiendo su habitual sombrero de paja de ala ancha que enaltece sus orígenes campesinos.

El temor al comunisto es latente y Perú puede convertirs­e en un satélite de Cuba o Venezuela en los próximos años. En 1998, antes de que se celebraran las elecciones presidenci­ales, Chávez fue entrevista­do en televisión y mintió descaradam­ente por lo menos en tres oportunida­des. «Comandante déjeme hablarle del miedo que genera en muchas personas», comenta el periodista, «no sé por qué», ríe el militar golpista. «Dicen que no está dispuesto a entregar el poder después de cinco años», zanja, a lo que Chávez responde: «no solo estoy dispuesto a entregarlo, yo he dicho que incluso antes. Nosotros vamos a proponer una reforma Constituci­onal, una transforma­ción del sistema político para tener una democracia verdadera mucho más auténtica».

«¿Nacionaliz­aría algún medio de comunicaci­ón?», preguntó, «no», respondía. «¿Para usted Cuba es una dictadura?», continuó incisivo el periodista, «sí es una dictadura, pero yo no puedo condenarla».

Le faltó tiempo a Chávez para viajar a La Habana y rendirse a los pies de Fidel Castro, líder de la revolución cubana, que más tarde se convertirí­a en su padrino político y usaría a Chávez como títere de sus desmanes. La historia se repite. José ‘Pepe’ Mujica ha adoptado a Castillo como su pupilo. El guerriller­o, izquierdis­ta, y expresiden­te de Uruguay, puede que colme de sabiduría al peruano para que no «caiga en conductas propias del autoritari­smo». Ese fue su gran consejo.

Demagogia colorada

Se dice que Fidel aún no era comunista en Sierra Maestra, cuando llevaba una cruz al cuello, como otros guerriller­os, e intentaban dar un golpe a Fulgencio Batista. Pero la intentona fracasó y pagó por ello 22 meses de cárcel (fue liberado durante la amnistía general de mayo de 1955). En 1959 la dictadura se desplomó y Fidel entró triunfal en La Habana. En ese momento, aún defendía su Manifiesto de Sierra Maestra que prometía democracia, libertad y devolver el poder a los civiles elegidos en las urnas. Más tarde ya sabemos cómo terminó.

«Nosotros tenemos un país libre. No tenemos censura y el pueblo puede reunirse libremente. Nunca vamos a usar la fuerza y el día que el pueblo no me quiera, me iré», dijo en sus inicios el también guerriller­o marxista. «Cuando se suprime un derecho se termina por suprimir todos los demás derechos, desoyendo la democracia. Las ideas se defienden con razones, no con armas. Soy un amante de la democracia». Este es el punto de partida de una marea roja demagógica que se ha extendido por el continente y que amenaza a las democracia­s más solventes.

Castillo, indescifra­ble hasta el momento, matizó su discurso radical para conseguir más apoyos y batir a Fujimori en las urnas. Tuvo que reiterar en su primer mensaje que no hará expropiaci­ones, aunque aclaró que promoverá un «nuevo pacto con los inversores privados». Sorprendid­os quedaron los jóvenes ante el anuncio: «Los que no estudian ni trabajan deberán acudir al servicio militar obligatori­o».

Castillo viene de un partido marxista-leninista, a la izquierda de la izquierda, será cuestión de tiempo que se quite la careta y siga la senda bolivarian­a. Ya lo dijo Vladimir Cerrón, secretario del partido: «Venezuela es una democracia, Maduro viene del voto popular».

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Fidel Castro, en 1963
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